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La España de Kiko era un oasis en el desierto, la de Camello un éxito más de una potencia futbolística

El fútbol en 1992 tuvo el oro olímpico como un título legendario por las muchas carencias de la Selección, 32 años después es solo uno más.

Sergio Camello, con la medalla de oro olímpica. /EP
Sergio Camello, con la medalla de oro olímpica. EP
Gonzalo Cabeza

Gonzalo Cabeza

La España que ganó en 1992 fue la primera en décadas que hizo soñar con el éxito en fútbol. Un país que se desvive por ese deporte encadenaba dolores y fracasos, años y años en los que no se llegaba. Había en el pasado una plata en Amberes, en 1920, la Eurocopa de 1964, cuando todavía era un torneo pequeño que tenía que crecer, y el sinsabor de la final de la Eurocopa de 1984. Poquísimo material para recordar en un país de clubes que tenía la Selección solo para lamentarse.

Pero algo cambió en ese 92. El gol de Kiko entró a la historia, embutido entre otros como los de Marcelino o el de Zarra. Venía un cambio en el horizonte que igual no era tan fácil de atisbar, pero que llegó. Aunque fuese por tramos, fue abrir una espita para que llegaran los goles de Torres, Iniesta u Oyarzabal.

Esa selección olímpica marcó un inicio, quizá anecdótico pero real, para un cambio que la absoluta también iba a encontrar un poco más tarde. Porque quizá la diferencia más grande es que aquellos goles de Kiko eran lo único a lo que podía recurrir un amante de la Selección, y ahora los de Camello forman parte de una tradición ganadora. España puede ganar o perder, cada campeonato es un mundo, pero su lugar en el fútbol mundial es diferente al que era entonces.

Un Mundial y tres Eurocopas ganados desde ese año han hecho de España una potencia mundial del fútbol de selecciones. Sería un exceso decir que todo se transformó en el Camp Nou, pero aquella noche de agosto nadie pensó que tantas cosas iban a cambiar desde entonces.

Y no solo se habla de la época gloriosa de la Selección, el tiempo de Aragonés y del Bosque. El cambio es más profundo, va mucho más allá, se nota en el fútbol femenino y también en las categorías inferiores. España es una potencia mundial, un país referente para todos los demás.

Solo hay que mirar todo lo que es España ahora mismo. Oro olímpico en fútbol masculino, campeona del Mundo femenina, también campeona de la Eurocopa masculina y de la Liga de las Naciones tanto en masculina como femenina.

La factura es todavía más abultada si se miran las categorías inferiores. Ellas son campeonas del mundo sub-17 y sub-20 y de Europa sub-19 y sub-17. Ellos suman también el sub-19. Son muchos títulos en muy poco tiempo, la conversión de una selección abonada al mal fario a otra que no se parece en nada a todo eso.

A todo esto, tras la nueva medalla olímpica, le puso palabras el seleccionador absoluto, Luis de la Fuente: "A ver si somos conscientes de lo que hemos conseguido en este año y ponemos en valor al fútbol español. Quitémonos los complejos y digamos lo grande que es el fútbol español. Esto no lo consigue casi nadie. Demos importancia a lo que se ha conseguido hoy, que esto es una noche histórica, hemos vivido una noche épica, que pasará a los anales de la historia del fútbol, del olimpismo y del deporte español".

Kiko celebra su gol en 1992.  ARCHIVO
Kiko celebra su gol en 1992. ARCHIVO

Europa vuelve a ganar

El gol de Kiko cambió a España, pero no solo. Aquella victoria también transformó para siempre el fútbol olímpico. Y de qué manera.

Los goles de Camello en el Parque de los Príncipes para batir a Francia marcan también el final de una de esas rachas históricas que son difíciles de entender. Desde el 92 hasta este 2024 ninguna selección europea había logrado el oro olímpico. España abre esa racha y también la cierra, pero es realmente significativo que en siete Juegos Olímpicos, 32 añazos seguidos, ningún equipo del Viejo Continente fuese capaz de lograr este trofeo que en el fútbol, quizá, es menor, pero no deja de ser una gran alegría.

Nigeria en Atlanta, Camerún en Sidney, Argentina en Atenas y Pekín, México en Londres y Brasil en las últimas dos, en Río de Janeiro y Tokio. Ese era el listado que expulsaba a los europeos durante años y años. Una rareza pues, mientras tanto, los países del Viejo Continente lograban ganar todos los Mundiales de fútbol celebrados en su territorio además del de España en Sudáfrica y el de Alemania en Brasil. Una hegemonía solo rota por Messi que chocaba y de qué manera con lo ocurrido en los Juegos.

De hecho, ni siquiera las platas eran con frecuencia europeas. España ganó dos (Sidney y Tokio) y Alemania una en Río, pero eran anécdotas dentro de un torneo que por unas cosas o por otras se resistía hasta los goles de Camello contra Francia. Esta vez, claro, las cosas habían cambiado y desde que terminaron las semifinales ya se supo que habría un campeón europeo.

Es casi más curioso todo esto si se tiene en cuenta lo que pasaba antes de ese 1992, pues desde ¡1936! todos los equipos que se llevaron el oro en fútbol eran selecciones adscritas a la UEFA. Los nombres, de lo más diverso: Italia, Suecia, Hungría, la URSS, Yugoslavia, Polonia, la RDA o Checoslovaquia pueden presumir de haber ganado alguna vez el oro olímpico después de la Guerra Mundial.