El debate del nuevo Dream Team a un partido del oro: ¿vencer o convencer?
A un partido del oro, y tras haber sufrido ante Serbia, el equipo estadounidense necesita ganar y demostrar.
Cada vez que la selección de Estados Unidos de baloncesto llega a unos Juegos Olímpicos, el debate es el mismo. ¿Es la mejor selección de la historia? ¿Se puede comparar el equipo actual con el Dream Team? Además de competir contra las otras once participantes en el torneo, el Team USA compite contra su propia historia, contra la sombra del mejor equipo nunca visto. Y con esa cantinela siempre de fondo, a los de Steve Kerr no les vale con ganar. Y mucho menos viendo el equipo que han llevado a la capital gala, con algunos de los mejores jugadores de la historia: tienen que vencer y, además, convencer. Por eso, el toque de atención de Serbia fue mucho más que un partido para el recuerdo, fue un muro que sigue alimentando el debate más antiguo del baloncesto olímpico.
Las comparaciones han sido odiosas desde el primer día. Porque este equipo, nombre por nombre, puede pelear de tú a tú con el Dream Team de Barcelona 1992, pero nunca iba a conseguir los resultados abultados que se vieron hace 32 años. El problema no es el conjunto de Steve Kerr, sino la mejora del resto. El mayor rival de Estados Unidos en 1992 fue Croacia, la de Drazen Petrovic, Toni Kukoc (24 años), Dino Radja o Zan Tabak (22 años), todos jugando o elegidos por la NBA a esas alturas. Pero ninguno, ni siquiera Petro, tenía el nivel del Jokic actual, o de Giannis Antetokounmpo, Shai Gilgeous-Alexander y otros tantos internacionales que ahora brillan en la NBA. Por eso, exigirle a los LeBron, Durant y Curry que ganen cada partido por 40 puntos es inviable.
Ante Francia tienen la oportunidad de redimirse. Porque necesitar los 40 minutos ante Serbia, al mejor Curry de siempre (nueve triples) y un triple-doble de LeBron James no es idóneo, pero pueden demostrar que siguen siendo imparables. Acabar el torneo con un golpe sobre la mesa que recuerde la superioridad estadounidense en el deporte de la canasta, una que se ha puesto en duda en los últimos 20 años tras haber perdido tres mundiales (2006, 2019 y 2023) y los JJOO de Atenas, en 2004. Y más en un equipo que busca la hegemonía y cerrar una época en el baloncesto americano, con la casi segura última participación de Curry, LeBron y Durant en un torneo olímpico. Un Last Dance internacional de tres leyendas.
Porque ellos tres lideran la cartelera. Ellos fueron los que imitaron la foto de Larry Bird, Magic Johnson y Michael Jordan en Barcelona, han sido la cara del equipo y la referencia cuando el balón quemaba. Salvaron el orgullo patrio ante Serbia sobre la bocina, remontando con exhibiciones de los tres en el último cuarto, mandando por solo 3:25 de partido. Y ante Francia, en la gran final, el big-3 de Estados Unidos tiene la ocasión perfecta para convencer al planeta entero que siguen siendo ellos, y nadie más, la referencia. Que lo de Serbia, como lo de 2023 ante Alemania, 2019 también contra Serbia y otras tantas veces fueron accidentes, no la realidad de un equipo que, cuando van los mejores, es imparable.
Delante estará el futuro en Victor Wembanyama, un reto que se presenta más interesante de cara a los Juegos Olímpicos de 2028, rodeado de certezas. Rudy Gobert al margen, apartado por Vincent Collet, el siempre señalado seleccionador francés ha encontrado en Europa lo que los NBA no le han dado. Guerschon Yabusele, Isaïa Cordinier y Mathias Lessort, junto con el eterno Evan Fournier y los últimos detalles de carrera de Nicolas Batum han llevado a Francia a la final. Estuvieron a una polémica decisión arbitral de caer terceros de grupo y verse con Estados Unidos en cuartos, y se jugarán el oro. Pero no deberían ser rival para el Team USA, igual que, sobre el papel, Serbia tampoco debió serlo.
Y no solo les vale ganar. Tienen que dominar, que aplastar, porque es lo que una convocatoria así invita. No sirve la excusa de la proximidad del baloncesto internacional cuando en tu plantilla sumas 10 oros olímpicos, 15 anillos de la NBA y ocho MVP, una de las más laureadas de la historia. No sirve cuando desde Estados Unidos se ha vendido que se trata del mejor equipo nunca visto y han sufrido, tanto ante Sudán del Sur en los amistosos de preparación como ante Serbia el jueves. Es prácticamente una cuestión de estado nacional legitimar el poderío de Estados Unidos y, de la mano, de la NBA sobre el resto del mundo. Algo para lo que han sacado a pasear a los Vengadores del baloncesto para estos JJOO.
Será, con casi toda seguridad, la última vez que veamos a LeBron y Curry jugar juntos. Ambos nacidos en el mismo hospital en Akron, solo los Juegos Olímpicos (y algún partido All Star) nos ha permitido ver a los dos mayores talentos de la generación compartir vestuario y cancha. En ellos recae, más que en ningún otro, la necesidad de ganar. Curry no ha ganado todavía unos Juegos Olímpicos, nunca los jugó, y LeBron no lo hace desde 2012. En su currículum, además, carga con la derrota ante Argentina en 2004 en Atenas, algo impensable de repetir en el presente. A un lado Kevin Durant, que será titular en la gran final; al otro, Joel Embiid. Y un nueve veces campeón, Steve Kerr, en el banquillo.
Más argumentos no puede tener el Team USA que se ha permitido el lujo de apartar de la rotación al mejor jugador del campeón de la NBA, Jayson Tatum. "Un problema de matemáticas, no los puedo hacer jugar a todos" decía Kerr tras el triunfo ante Serbia. Si no ganan, si no convencen en la gran final, la decisión de no usar a Tatum volverá a ser un debate abierto en Estados Unidos. Al contrario, si ganan, toda narrativa y crítica quedará en el pasado. Si se lucen y convencen al planeta de que el baloncesto sigue siendo cosa de americanos, el partido de Serbia quedará solo como un recuerdo de un partido para la historia y aviso de lo que fue y no pudo ser. Y las comparaciones volverán a hablar de 1992.