Leo Mendes, el portero menos goleado de España que idolatra a Mike Maignan: "Nos llaman negros de mierda y respondemos con trabajo"
Pasó de jugar de extremo, en Lanzarote, a ser el guardameta del guante dorado.
Este año, por primera vez en la historia, Halloween no se celebró en Quintanar del Rey. No hubo telarañas, cero rastro de los bichos de ocho patas. Los vecinos, incrédulos, señalan al Estadio Municipal de San Marcos. "Cuando llegues, fíjate bien en la portería, verás al responsable", responde amablemente un señor de la zona. A quien quiere apuntar es a un chico muy alto, de más de 1.90 metros, corpulento, más fuerte que el gofio escaldado. Su nombre es Leonel Mendes Vicente, nació en Arrecife, en la capital de Lanzarote, aunque no niega su sangre de Guinea-Bissau. Es del 2000, se formó en el Orientación Marítima, equipo de su tierra natal, y lo mejor: ahí jugaba muy bien de extremo. "Honestamente era un chupón, me encantaba regatear. Mi entrenador se cabreó, me castigó y un día decidió ponerme de portero, hasta ahora", desvela para Relevo.
Nueve porterías seguidas imbatidas, 861 minutos sin encajar gol, un penalti parado al Marchamalo, líder del Grupo XVIII de Tercera RFEF con 22 de 30 puntos posibles. Pero primero quiere hablar de su lado personal, su mayor éxito. En su casa, antes de marcharse a la Península, eran cuatro hermanos: dos de Guinea, los mayores, y dos de Canarias. Él y Clau, los isleños, resultan familiares para el aficionado canario. Ambos pasaron, de puntillas, por la UD Las Palmas. "Me acuerdo muy bien de la isla. Nuestro padre, que está muy orgulloso de nosotros, llegó solo a Canarias, e hizo todo lo que pudo para traer a mi madre con mis dos hermanos". Se hace cada vez más grande, como su corazón, mientras relata el camino de sus progenitores para sacar adelante a la familia Mendes. "Mis padres hicieron todo lo posible para que Clau –ahora juega en el Casa Pía, de la Primera portuguesa- y yo no viviésemos en nuestras propias carnes esa complicada travesía. Nos dieron todas las facilidades del mundo".
Ahora sí, sobre su récord, habla con tranquilidad, confianza, madurez y hace notar su dosis de paciencia. "Esto es trabajo, trabajo, y más trabajo. Mi gente sabe que puedo dar más, que tengo condiciones para jugar en Primera División. Yo lo sé, sé que puedo llegar alto". Alto ha llegado. Se quedó a muy pocos partidos de igualar la gesta de Mikel Pagola -16 partidos seguidos sin encajar gol en la 2015/2016 con el Tudelano- , pero mantiene a su equipo primero, de la categoría, sin restar mérito a sus compañeros de equipo, porque al final es un grupo "y el fútbol va de ser todos el mismo coro, de sonar de la misma manera, de ser más fuertes".
Un camino silencioso con una fascinación por la pelota
Leo, a sus 23 años, sabe perfectamente que el éxito se construye piso a piso, piano a piano. Nada viene del cielo, salvo las gaviotas que reposan en la arena de la playa del Reducto, en su Lanzarote. Él arrancó su carrera, en el fútbol, como un niño lanzado, desinhibido, que bailaba con el balón en los pies como un extremo nato. "Se me daba muy bien jugar ahí, no te voy a mentir. Siempre me ha gustado, con mis amigos, con el equipo en el que estaba. No se la pasaba a nadie, me chiflaba regatear y llevarme a todo el mundo. Y cuando tenía que meter goles, me la quitaban. Un día mi entrenador se enfadó muchísimo y me puso a puerta. Ahí fue cuando se dio cuenta de que tenía muchas cualidades en la portería", se ríe.
Su padre siempre le impulsó a disfrutar del fútbol, aunque él, con los guantes puestos, encontraba esta actividad más monótona que divertida. "A mi padre siempre le gustaba verme con la pelota, a mí también. Ser portero me resultaba aburrido. Me acuerdo que un año de cadete lo jugué entero de extremo. En juveniles ya me pusieron de guardameta. No obstante, alternaba si tocaban equipos más flojos…", anota.
Fueron años de crecimiento silencioso en equipos insulares como el Herbania, el Atlético Paso y el Tamaraceite, experiencias que no le absorbieron el ánimo. "Al ser tan joven, con menos años a tus espaldas, normalmente te toca ver los partidos desde el banquillo, desde lejos, más apartado… Yo siempre he sido de esas personas que siempre he creído en el trabajo diario. El trabajo siempre paga. Tarde o temprano, da sus frutos".
"Me acuerdo del entrenador que tuve en el Herbania, en Fuerteventura. No me ponía mucho de titular, pero siempre me decía que trabajase, porque tenía condiciones de portero de Primera División. Tienes que aprovechar la oportunidad y amueblar la cabeza, me decía". En Villarrobledo, su penúltimo equipo, y en Quintanar del Rey también ha recibido elogios. "Sobre todo de Raimundo Salas, el entrenador de porteros del Quintanar. Básicamente me dice que si yo sigo luchando y trabajando, quizás algún día, un equipo grande, me tocará la puerta. Yo me lo creo, por eso trabajo todos los días", insiste.
La invisibilidad de jugar en las islas
Jugar en Canarias, confiesa el protagonista, es como hacerlo en una esquina oculta del fútbol español. A menudo se encuentra ante la incomprensión de quienes subestiman el nivel de los equipos. "Yo creo que jugar en Canarias te hace un poco invisible. Al final todo el mundo, en el fútbol español, tiene los ojos puestos en la Península; muy pocos me hablan del juego de las islas. Y los que me hablan de esto, dicen que el nivel es muy bajo con respecto a otros sitios. Eso demuestra lo poco que ven el fútbol de aquí. Yo siempre les digo que hay mucho talento, muchísimo aquí. Nos infravaloran y les he invitado a probar un año en Canarias. Quien me haga caso, pensará lo contrario, seguro", apostilla.
Con su doble nacionalidad, española y de Guinea-Bissau, está disponible para representar, un día, a alguno de esos países. "Puedo ser seleccionado por las dos, por España y por Guinea-Bissau. Quién sabe, ¿por qué no? Sé que si sigo trabajando, aparte de las condiciones físicas que tengo, quizá se pueda dar. Yo al final me considero un portero muy diferente a lo que se ve hoy en día en España. Corpulento, grande, atrevido, valiente", se define.
El lamentable episodio de racismo en Gran Canaria
En su primer partido en la División de Honor, el silencio de su portería se rompió con gritos de odio desde la grada: "negro de mierda", le espetaban. "Era en Maspalomas e íbamos ganando 3-0. Me calenté y me encaré al descanso con ellos. El árbitro me vio y me sacó la segunda amarilla. Me dijo que sabía lo que me estaban diciendo, pero me tenía que sacar amarilla porque me había encarado con ellos".
Su reacción, que fue inmediata, quedó en vano. Más tarde, reflexionó y entendió que esa provocación no valía esfuerzo salival. "Desde ese día nunca me volví a enfrentar con nadie. Lo que pasa fuera del campo es externo y no debe importarme. Y que me digan negro, más de lo mismo. Es mi color de piel, soy negro, es verdad. Otra cosa es que lo diga en tono discriminatorio, eso está claro que hay que erradicarlo en el fútbol y en la vida. Esas personas tienen un problema con ellos mismos. Y son racistas", denuncia.
En este contexto, por su feroz combate contra el racismo, por su batalla contra un pensamiento que "desgraciadamente abunda en la sociedad actual", subraya el nombre de Mike Maignan (Cayena, Francia, 1995). "Es mi referente, mi ejemplo. Con el Milán, y ya en el Lille francés, ha demostrado ser un portero muy diferente, con condiciones increíbles. Aparte de por compartir color de piel y por no callarse ante comentarios burdos y feos, me fascina y me veo reflejado en él. Es todo lo que me gusta ver en un portero. Es fuerte, tiene buen juego de pies, maneja bien el aéreo, el uno contra uno, los disparos lejanos, la toma de decisiones", elogia.
Puestos en mencionar ídolos, aprecia la versatilidad de Ter Stegen y la capacidad de Thibaut Courtois para hacer historia en momentos clave. "Te podría decir que mi guardameta favorito es Ter Stegen, por su forma de parar, el estilo balonmano, o Courtois, porque soy del Real Madrid y porque ha sido decisivo con sus paradas en las grandes citas. Pero analizando un poco a todo, yo me quedo con otras cosas". Dibu Martínez también le inspira. "Me sé su historia. Y le preguntaría cómo llevaba el tema de la paciencia y qué me diría a mí sobre esto. Yo me considero alguien paciente, pero me encantaría escucharlo, sí".
Solo está el Plan A
Leo Mendes vislumbra un solo sueño: llegar al fútbol profesional. No se plantea un plan B, porque está decidido a que su vida persigue un solo camino. "Es mi plan A, sin ningún plan B, C o Z". Respecto a Primera División, "me quedó la espinita de no poder debutar con la UD Las Palmas. Es algo que sinceramente me encantaría retomar. Si es en Primera, mejor, sino pues en Segunda", asiente.
Fuera del campo, en su tiempo libre, se interesa por libros de autoayuda y superación personal, sumergiéndose en aquellos que lo ayuden a mantener su foco y a crecer mentalmente. "Sé que hay mucho vende humos en este sector, por eso te pido recomendación", comenta con sinceridad. Pero el mejor consejo que podría recibir es que lea su propia vida: que disfrute de cada página, celebre cada logro y nunca olvide lo afortunado que es de ser el guardián de la portería de un Quintanar que ya es leyenda.