El tercer candidato a la RFEF es el candidato fantasma: "¿Te ponen zancadillas? Sí, pero no es nada personal"
Sebastián Losada fue acusado de ser un submarino de Villar en las elecciones de 2004, como algunos apuntan que es ahora Sergio Merchán, que como candidato puede que no llegue al día de la votación. Él lo niega y recuerda su candidatura.
En estas elecciones a la Real Federación Española de Fútbol se presentan Rafael Louzán, Salvador Gomar y Sergio Merchán. Los dos primeros dan entrevistas, se mueven, son los dos gallos del corral. El tercero en discordia hace poco por disimular su papel secundario en la movida, declina educadamente las peticiones de la prensa, no se le conoce ninguna campaña. Es un candidato fantasma, uno que, para muchos, solo tiene una función en estos comicios: aparecer si, de repente, Louzán es inhabilitado, dejando así huérfanos a un buen número de votantes. De hecho, puede ser que ni llegue a la votación, pues el gallego sigue en la carrera y legalmente no tendrá problemas para presentarse.
Parece una acción coordinada, pero no es la primera vez que existe un candidato en esa situación del que está a verlas venir, a que pase algo entre los favoritos y poder aprovecharse del hecho de ser candidato oficial. Las elecciones más apretadas de la historia de la entidad, las de 2004, se recuerdan como una guerra civil entre Ángel María Villar y Gerardo González Otero, pero la verdad es que ahí también estaba en liza Sebastián Losada.
Él mismo explica su historia: "Es una historia muy larga. Se pusieron en contacto conmigo porque la Federación estaba dividida entre los villaristas y los gerardistas. Había una situación un poco extraña y no voy a decir quién, pero alguien se puso en contacto conmigo para tantearme, pensando que podía ser un buen candidato. Al principio no lo contemplé, porque tenía mi despacho de abogados, Pero me insistió y pensé que era interesante. En aquel momento se pensaba que podían inhabilitar a Villar, por un tema con Padrón, y después de analizarlo dije que adelante, porque además era un tema que siempre me había gustado".
Losada, que había sido jugador del Atlético, el Madrid, el Espanyol o el Celta, subcampeón del mundo juvenil en 1985, bota de oro de aquel torneo, y que se había retirado a los 27 años, lo cual es en sí mismo todo un currículum se lanzó a aquello. En los mentideros se le señalaba como la muleta de Villar, la maniobra del presidente para perpetuarse si la Justicia le apartaba de ahí.
Él lo niega, pero entiende que sucediese algo así. "Aquello no partió de Villar, yo con él nunca hablé de esto, ni me propuso ni él me planteó que ocurriese, no tuvo nada que ver. Es cierto que me acusaban de que fuese su tapado, y es cierto que la situación era proclive a eso. En el caso de que fuese inhabilitado, que yo no me metía en ese berenjenal, pero cabía esa posibilidad, a mí me podían ver con buenos ojos, porque había una división entre los gerardistas y los villaristas, y los que eran villaristas en el caso de que hubiese pasado algo yo hubiese recopilado ese voto", explica. Algunos asambleístas, se lo llegarona a verbalizar, ellos eran villaristas, no podía contar con su voto pero...
Losada, como mucho, podía conseguir dividir el voto de la oposición a Villar, y si alguien sabía cómo funcionaba eso era Gerardo González Otero, esa oposición surgida desde el mismo seno de la RFEF que, 20 años después, recuerda la candidatura del exfutbolista: "Yo no sé realmente la verdad, solo te puedo explicar mi interpretación del momento. A mí se me acercaron incluso, porque él necesitaba avales y se los prestamos desde mi grupo, para que nadie que pudiese acusar de que aquello era un pulso entre Ángel y yo. No sé cómo surgió, no tengo ni idea, no sé quién le promovió. Sí parece claro que de perjudicar a alguien me perjudicaría a mí, porque yo era el que tenía que asaltar el castillo, estaba afuera".
La cosa de los avales
Lo de los avales tiene siempre algo de drama en el entorno federativo. En estos últimos comicios han servido como barrera infranqueable para cualquiera que los de fuera no se pudieran acercar, pero en 2004 la cosa estaba mucho menos clara. "El modelo de aval no existía, lo hicimos a través del despacho, nos tuvimos que plantear cómo era y no sabíamos si se podía a avalar a alguien distinto, no estaba muy claro en aquel momento, porque llevaban 16 años sin que se hiciesen elecciones, no había experiencia en el tema", cuenta Losada que, por ejemplo, logró el aval de todos los equipos en los que había jugado.
El proceso posterior no era muy distinto a lo que se da hoy en día, un poquito de prensa y mucho de cabildear, tocar puertas de asambleístas, a ver a quién convencían. En aquella ocasión todo podía reducirse a un referéndum sobre la figura de Villar, que llevaba mandando desde 1988. Eran unos comicios muy particulares, porque González Otero había sido durante años su secretario general, pero se había desencantado con su gestión y se había movido para tratar de derrocarle. Fueron días duros porque Villar, sí, era el aparato, pero su rival estaba muy lejos de ser un outsider, él también conocía y tenía trato con los votantes.
"Villar era un tío activo, y un enamorado del fútbol, pero cuando uno se mantiene mucho tiempo en el mismo lugar termina pensando que el puesto es suyo y hace y deshace. Creo que es un poco lo que ocurrió con él. Por parte de Gerardo, era un profesional estupendo, pero había vivido una ruptura drástica, y yo creía que probablemente podría haber conseguido más en las siguientes elecciones", analiza Losada.
Gerardo se trabajó el puesto hasta la extenuación, hizo todo lo que se puede hacer para terminar triunfando, pero no lo consiguió. Él atribuye el desenlace a una maniobra legal de Villar y los suyos: un calendario amable.
"Ellos hicieron un tema muy bien. Siempre las elecciones eran el primer trimestre del año. Era una práctica en la federación y siempre escribíamos al Consejo pidiendo que se adelantasen para poder planificar mejor el tema de los equipos nacionales, etc. Este año, en 2004, se hizo al revés. Inteligentemente lo llevaron a finales, al mes de noviembre. Yo creo que ese tiempo les beneficiaba a ellos porque tenían la caja, tenían los medios y podían hacer campaña. A un presidente de la territorial tal le ofrecían el partido tal, al otro no sé qué y sin embargo pues digamos que mi candidatura iba pulmón", remarca.
A nadie se le escapa que en este tipo de elecciones hay poco discurso emocional o esperanzador, como de político de película, y mucho cambio de cromos y promesas de un futuro económico o político más sólido. Valga para explicarlo una anécdota de Losada: "Uno de los que me sorprendió fue Laporta. Pedí una reunión con él, y yo iba acompañado por un colaborador. Me dijo que solo podía entrar yo y estar 20 minutos. Estuvimos una hora y media. Él me contó su aventura del Elefant Blau, porque se veía reflejado. Fue muy interesante y él me decía 'Mientras tú hablas de ideas, de proyectos y tal, los demás me están hablando de pasta".
Todos los candidatos tienen sus fortalezas, y la del eterno presidente de la RFEF era un control importante de las relaciones humanas con la gente de la familia federativa. "Villar era un tipo muy cercano, eso lo hacía muy bien, y yo me encontraba quien me decía 'Mira, yo voy a votarle a él, porque en determinado momento me llamó...' todo ese tipo de detalles hacían que la fidelidad en el tema del voto fuese grande", rememora Losada.
Incluso su más encarnizado rival, Gerardo, que en esas elecciones estuvo a un puñado de votos de ganar, concede esa personalidad agradable de Villar. "Yo estaba absolutamente en contra de lo que estaba haciendo como Presidente, en su política, pero por otro lado le guardaba y le tenía un gran cariño, porque era un tío con principios que se equivoco y le llevó a pasar una situación como la que está pasando, que es indeseable hasta para tu peor enemigo. Podía haber sido el presidente más laureado, el de más éxitos, que lo es, pero tenía esa dualidad, por un lado me daban ganas de poner encima de la mesa todas las cuestiones que yo sabía, pero por otro me quería contener, no quería perder las formas ni nada". González Otero, entonces y ahora, veía más problema en el entorno de Villar que en el propio presidente, concretamente en la amplia influencia de Juan Padrón, vicepresidente económico.
Nada personal
"Villar llevaba mucho tiempo, no necesitaba hacer ningún tipo de campaña, porque lo tenía controlado. Gerardo llevaba tiempo preparándolo, a través de los futbolistas y los clubes de Primera, pero ahí los que te dan el triunfo son las territoriales. Villar manejaba los árbitros, las federaciones más importantes, y sin hacer campaña, aunque fue perdiendo votos, terminó ganando", recuerda Losada. Una campaña en la que el vasco habló muy poco, casi nada, con la prensa, mientras los otros dos candidatos hacían la gira por los medios.
Losada resume algunas sensaciones de lo que supone meterse en esta guerra: "¿Te ponen zancadillas? Sí, pero no es nada personal. Yo felicité a Villar, estuvo encantador. Gerardo estaba más molesto, porque había acariciado la posibilidad de ser presidente".
Porque Villar ganó, claro, pero lo hizo por muy poco. Por el camino hubo una buena dosis de drama y traición. Las cifras que le daban a Gerardo, dejaron de repente de salirle. Un colectivo, el más polémico siempre, saltó de su columna a la de Villar.
"Los árbitros supuestamente... yo había trabajado el día a día, con un asesor que se llamaba Vicente Acevedo, habíamos hecho las mejoras del estamento arbitral tanto reglamentarias como económicas. Cuando salgo en 2003 de la RFEF dimitieron los comités de Apelación y Competición, en contra de la decisión de Ángel de echarme, y el Comité Técnico quería también dimitir, pero yo les dije que no hiciesen esa locura. Le dije a Victoriano Sánchez Arminio [a la sazón presidente del CTA] que le necesitaba por si terminaba compitiendo con Ángel", relata González Otero.
Esos votos de los árbitros, que son a la vez asambleístas y empleados, se esfumó ¿Por qué? "Piensa que tuvieron casi dos años para hablar con ellos. Seguramente yo también cometí errores, confié demasiado en determinadas personas o en determinadas palabras. Los días posteriores a la votación yo recibí tres o cuatro llamadas, no te quiero mentir, de árbitros, alguno llorando, dicendo que no habían estado a la altura, que lo sentían y demás. Yo me quedé un poco estupefacto, porque no sabía que la presión había sido tan enorme"", enumera Gerardo.
Entre los aliados de Villar estaba Joan Gaspart, y otro de los cambios que todo el mundo cree que sucedieron fue el de Joan Laporta, que pasó de gerardista a villarista. Al Madrid, uno de los valedores de Gerardo, siempre sospechó de aquel movimiento. "Bueno, es que es el único que se cerró la cortinilla para votar", dice entre risas Losada.
El exfutbolista quiso estar hasta el final de la campaña, por más que tenía claro que no iba a ganar: "Dos o tres semanas antes de las elecciones me comunicaron que no iban a inhabilitar a Villar, y con eso sabía que era una competición entre dos, porque lo mío no era un voto útil". Se mantuvo, eso sí, para ver cómo era todo aquello, quizá también aspirando a suceder a Villar en un futuro.
"Fue una etapa, al principio era como una situación puente, porque a mí no me veían mal los villaristas, era un candidato que podía recopilar esa tendencia, pero con Villar en liza me era imposible", enfatiza Losada.
El muro de Gerardo fue un cambio de opinión de los árbitros, pero es consciente de que casi todo iba en su contra: "Asaltar el castillo es muy difícil, es una lucha muy desigual. Yo tuve encuentros donde me repetían una y otra vez una frase que podía ser lapidaria 'Mira, Gerardo, yo sé que tú podrías ser el mejor presidente, pero tiene que ser uno de los nuestros, un presidente' Oye, pero yo te pido el apoyo para eso, en algún momento tienes que pasar esa barrera".
Villar logró 98 votos, Gerardo 78 y Losada ninguno. Si alguien esperaba que su candidatura, que bien le venía al presidente eterno, le proporcionase algunas dádivas, el caso es que él no las quiso. Él quería ser presidente: "Alguna cosa ofreció, pero mi apuesta no era en esa línea, yo estaba convencido de que había una posibilidad, aunque fuese a rebufo, que estaba claro, yo entré tarde".
Para la historia, para su historia al menos, una curiosa conversación final con Villar que le retrotrajo a sus días vestido de corto: "Recuerdo que estuvimos un rato hablando, y me decía, casi en plan paternalista, 'Sebastián, entre en la Federación, diriges un área y a partir de ahí, vas desarrollando...' Me hizo mucha gracia, porque cuando yo jugaba al fútbol, digo esto como una anécdota, Butragueño siempre hablaba muy bien de mí y decía 'Losada, un grandísimo futuro' y yo me reía con él, porque todo era el futuro, pero yo lo que quería era el presente. Villar era un poco así".