RECOPA DE EUROPA

La nostalgia de la extinta Recopa de Europa y su imborrable huella en el fútbol español: "Birmingham es nuestra Meca"

La historia de Mallorca, Zaragoza y FC Barcelona está irremediablemente marcada por esta competición que se disputó hasta finales del siglo XX.

El Barça ganó su última Recopa en 1997. /FC BARCELONA
El Barça ganó su última Recopa en 1997. FC BARCELONA
Marc Mosull

Marc Mosull

Se cumplen 30 años del gol de Nayim contra el Arsenal, el que le otorgó al club maño el título más prestigioso de su historia, la Recopa de Europa de 1995 que todavía hoy resuena en la capital aragonesa. Aquel era un torneo muy especial, casi místico, que se disputó desde 1960 y hasta 1999 entre los 32 campeones de copa de cada una de las federaciones miembro de la UEFA, y que dejó un indeleble recuerdo en el imaginario popular futbolístico nacional y continental.

"Aparte de la Copa de Europa, que entonces solo la jugaba el campeón de cada liga, estaba la Copa de la UEFA, donde competían los segundos, terceros y/o cuartos de cada competición, en función de los cupos por federación, y la Recopa de Europa. Si bien la más afamada era la primera, tanto la UEFA como la Recopa tenían muchísimo prestigio y un nivel real que a menudo era incluso superior al de la Copa de Europa", contextualiza el historiador Ángel Iturriaga.

Con todo, la Recopa fue tremendamente democrática y tuvo finalistas tan diversos y exóticos como MTK Budapest, Austria de Viena, Malinas, Amberes o Gornik Zabrze. "Bayern de Múnich, Real Madrid… las grandes estirpes futbolísticas iban a la Copa de Europa, que es donde se escribía la historia. Y la Recopa era un espacio divertidísimo abierto a toda la pureza que uno imagina de las competiciones europeas cuando se inventaron; de eliminatorias directas, sin liguillas ni fases previas, un cupo por país y sorteos puros", se arranca Jose Sanchis, reportero, presentador y narrador de Liga y Champions en Movistar Plus.

"Las copas domésticas son los torneos menos previsibles, donde suelen producirse más sorpresas; y dado que a la Recopa solo se podía acceder a través de esa vía, de vez en cuando se daban ciertas anomalías, con filiales, equipos de segunda división o clubes más bien desconocidos participando en ella. Por ejemplo, yo supe de la existencia del Heart of Midlothean y del Genk cuando se enfrentaron al Mallorca en el 99", ilustra el periodista balear, uno de los fundadores de la revista Panenka. "En la edición de 1983 descubrimos a un tal Alex Ferguson, que desde el banquillo del Aberdeen, el tercer equipo de Escocia, le arrebató el trofeo nada menos que al Real Madrid. Algo así ahora es inimaginable", añade Iturriaga, natural de Logroño.

De hecho, la Recopa es el único título que no tiene en sus vitrinas el club blanco. Y fue un terreno de lo más fértil para los clubes del bloque del este, especialmente en los 70 y los 80, con los soviéticos Dinamo de Moscú y Dinamo de Kiev, doble campeón; y Magdeburgo y Lokomotiv Leipzig, de la Alemania Democrática, alcanzando finales. "La preparación física y táctica en muchos casos era mejor que en Occidente y, en el caso de la URSS, por ejemplo, que el territorio fuera tan vasto y abarcara tantas naciones contribuía a que los clubes fueran potentísimos. Su desintegración, así como la introducción de la ley Bosman, que permitió el tráfico de jugadores de un país a otro, adelgazó esas competiciones y les hizo perder presencia a sus equipos en las rondas decisivas", razona Iturriaga, en una lección de geopolítica aplicada al fútbol propia de un doctor en historia y profesor de universidad, empleo al que dedica la mayor parte de su tiempo.

El mejor ejemplo es la edición de 1981, la que "explica todas las bondades del formato", según Sanchis, quien hasta hace unos años dirigía en beIN Sports el extinto programa televisivo Offside, un oasis periodístico donde el deporte rey se entremezclaba con geografía, historia y política a través de reportajes en profundidad por todo el mundo: "el título se lo jugaron el Dinamo Tbilisi y el Carl Zeiss Jena de la RDA, siendo una de las finales UEFA con menos asistencia de la historia porque se disputó en la RFA y ni en la URSS ni en la Alemania oriental había libre circulación de personas. Además, fíjate, esa misma temporada en primera ronda se enfrentaron el West Ham, que era de segunda inglesa, y el Real Madrid Castilla", completa el periodista balear.

Cuando el filial del Madrid jugó en Europa

El Castilla se clasificó para la Recopa porque, en uno de los capítulos más insólitos de la historia de la competición, disputó y perdió (6-1) la final de la Copa del Rey contra su primer equipo, un Real Madrid que obtuvo el billete para la Copa de Europa tras conquistar la Liga. "Fue la ilusión de nuestra vida. Éramos un grupo de chavales de 18 y 19 años que no habíamos pisado ni tan siquiera la Primera División; imagínate lo que suponía para nosotros jugar una eliminatoria europea… y además contra un club puntero de Inglaterra como el West Ham y en un estadio tan mítico como Upton Park", manifiesta el exjugador Cristóbal Machín, más conocido como Balín.

"Ya nos podría haber tocado el campeón de Bulgaria o de Rumanía. Pero no… joder, nos tocó el coco, el de Inglaterra", comenta entre risas su hermano Paco Machín, también miembro de aquel Castilla que, en setiembre de 1980 y ante un Bernabéu lleno hasta la bandera, venció por 3-1 al West Ham de Trevor Brooking y Phil Parkes, dos de los mejores futbolistas británicos de la época: "en casa tenemos muy presente ese partido porque, además de todo lo que significó, yo marqué un gol a pase de mi hermano Balín y él metió otro. El tercero fue de Cidón". Aquel día también fue muy especial para Chendo, que debutó con el filial blanco por una grave lesión de rodilla que truncó la carrera de Juanito y le abrió la puerta al lateral murciano, quien poco después se afianzaría en el primer equipo y terminaría levantando más de 20 títulos con el Real Madrid.

"La pena fue que la vuelta la jugamos sin público porque los hooligans ingleses la liaron en el Bernabéu", descubre Balín. "Joder, si la liaron, se mearon desde el primer anfiteatro para abajo, donde estaban los aficionados del Madrid", completa su excompañero. Los incidentes se prolongaron por los aledaños del estadio blanco tras el encuentro y se saldaron con 50 detenidos y un muerto. A causa de esos sucesos, la UEFA sentó un precedente y dictaminó que el West Ham-Castilla de Upton Park se disputara a puerta cerrada. Fue el primer partido europeo de la historia sin espectadores.

"En el campo solo había 40 o 50 bobbies [policías ingleses]. Si el balón se iba fuera se encargaban ellos de devolverlo porque ni tan siquiera había recogepelotas", rememora Balín. "Fue muy muy raro jugar sin público. No nos vino nada bien. Ellos eran superprofesionales y nosotros unos críos… y al final nos pasó factura. Nos terminaron eliminando en la prórroga [con un 5-1 global]. Pero, oye, el recuerdo de jugar una eliminatoria europea no nos lo quita nadie", concluye con una sonrisa Paco Machín, protagonista de uno de los episodios más excepcionales de la competición.

La Recopa que cambió la historia del Barça

Meses antes, en mayo de 1979, el FC Barcelona levantó su primera Recopa de Europa, un título que "marcó un antes y un después en la historia del club", según revela el centrocampista Vicente Sánchez, primer goleador en la final ante el Fortuna Düsseldorf. El exjugador catalán recuerda por encima de todo el ambiente que se vivió en el Sankt-Jakob Park de Basilea: "cuando llegamos al estadio, una hora y media antes del comienzo, salimos al campo y vimos toda la grada de azulgrana. No eran 5.000 o 6.000, ¿eh? Eran más de 30.000 aficionados del Barça. Nos miramos y nos dijimos 'aquí no podemos perder'".

"Sin duda, la final de Basilea es el primer gran desplazamiento de aficionados del Barça fuera de España. Socialmente, es de los partidos más recordados por todo lo que supuso. Fue un momento de comunión espectacular", agrega el historiador y escritor Ángel Iturriaga. "Fue una explosión de barcelonismo", sentencia Tente Sánchez. En total, viajaron 35.000 culés, la mayoría en autocar. Del Camp Nou salieron más de 300. "Y no eran los de ahora. Podían tardar dos días en llegar a Suiza", aporta el excompañero de Johan Neeskens, quien ese día disputó su último gran partido de azulgrana.

El Barça ganó su primera Recopa en 1979.  FC BARCELONA
El Barça ganó su primera Recopa en 1979. FC BARCELONA

El Fortuna Düsseldorf de los hermanos Allofs, que según Sánchez era "el típico equipo alemán de la época; insistente y consistente", hizo sudar sangre al Barça de Artola, Migueli, Asensi, Lobo Carrasco y compañía, que necesitó de una prórroga (4-3) para ganar "el primer gran título internacional de su historia", el que le ayudó a "cicatrizar heridas históricas", según detalla el periodista barcelonés Fermín Suárez, coautor del libro 'El estilo del Barça: la evolución táctica del juego del FC Barcelona'.

"El Barça había perdido la final de la Copa de Europa de 1961 en Berna contra el Benfica, la de los postes cuadrados, y la de Recopa de 1969 en Basilea contra el Slovan de Bratislava. Entonces, ganar la de 1979 precisamente en Suiza tuvo un punto catártico. Ahí se cerró el círculo", argumenta Suárez sobre un título que espantó los demonios continentales del FC Barcelona e inició una era que convirtió al equipo azulgrana en el rey de la Recopa, con cuatro entorchados. "Para mí la segunda, la de 1982, fue muy especial porque la ganamos en el Camp Nou [contra el Standard de Lieja ante 110.000 espectadores] y la levanté yo como capitán. Además, confirmaba la preeminencia del club en Europa", sostiene orgulloso Tente Sánchez.

El título que permitió el éxito del Dream Team

"El gol que marqué en la final contra la Sampdoria es el más importante de mi carrera", resuelve Luis Mari López Rekarte, quien jugó en el FC Barcelona entre 1988 y 1991, y ganó tres títulos como azulgrana. El primero y más importante de ellos fue la Recopa de 1989, también disputada en Berna. El lateral vasco entró al campo en el 75' y cuatro minutos después anotó el 2-0 definitivo tras finiquitar un fulgurante contraataque conducido por Miquel Soler, que también había entrado desde el banquillo: "fue muy rápido. Solo la tocamos Zubizarreta, el Nano y yo".

Aquel fue el primer título de Cruyff como entrenador del Barça, el que inauguró el palmarés del Dream Team… y el que, en cierto modo, permitió la persistencia de ese equipo de leyenda. "En esos momentos se decía que Johan estaba en la cuerda floja… y ese trofeo tuvo una relevancia capital precisamente por eso", expone López Rekarte. "Él intentó implantar un modelo de juego revolucionario que estaba alejadísimo del que conocían los jugadores, que casi que tuvieron que aprender el modelo y el estilo desde cero. Y eso complicó que de inicio llegasen los resultados", analiza Iturriaga, autor junto a Fermín Suárez de la obra sobre la evolución táctica del fútbol azulgrana.

El defensor de Arrasate, que lo vivió en primera persona, lo ratifica: "Es verdad, era todo nuevo. Bakero, Txiki y yo veníamos de la Real Sociedad, donde había un planteamiento de entrenamiento y de juego muy a la inglesa, por así decirlo. Y en el Barça todo era distinto: se enfocaba el esquema y el trabajo a tener el balón y tratarlo bien. Fue un cambio muy importante". Suárez pondera el valor que tuvo la Recopa en ese contexto: "tanto ese título como la Copa que ganó al año siguiente contra el Madrid de la Quinta del Buitre, afianzaron el proyecto; Núñez y sus directivos tuvieron paciencia y no tomaron ninguna decisión. Tal vez sin esos triunfos no hubiésemos visto una tercera temporada de Cruyff en el banquillo, con todo lo que eso supondría. Nos habríamos perdido el Dream Team que ganó la liga en el 91, y la liga y la Copa de Europa, la primera en la historia del club, en 1992".

La última Recopa del FC Barcelona fue en la de 1997, con Bobby Robson en el banquillo. "Era un equipazo. Estaban Ronaldo Nazário, que marca en la final contra el PSG de penalti; Luís Figo, Guardiola, Fernando Couto, Vítor Baía, Iván de la Peña… y ese año el Barça hizo un triplete, algo descafeinado, ganando Copa del Rey, Supercopa de España y esa Recopa de Europa", concluye Fermín Suárez sobre el idilio del club catalán con esta desaparecida competición internacional.

El resurgimiento del Mallorca

La última edición de la Recopa, la de la 98-99, coincidió con la primera participación europea en la historia del Mallorca, cuya propiedad pasó a manos del grupo Zeta en 1995. "Pasó todo muy rápido. Piensa que el equipo estuvo cinco años consecutivos en Segunda, entre 1992 y 1997. Tras el ascenso empiezan a pasar muchas cosas y el club se transforma a un ritmo vertiginoso. Se ficha a un entrenador argentino que no conocía ni Cristo [Héctor Cúper], quien a su vez trae a varios jugadores de su país, también desconocidos… también se firman varios descartes del Valencia. El caso es que la cosa sale bien. Tanto es así que, en la temporada de regreso a LaLiga, el Mallorca queda quinto y se clasifica para una final de Copa, que perdió trágicamente contra el Barça, pero que le dio el billete para disputar la Recopa de Europa. Y al inicio del siguiente curso gana su primer título, la Supercopa de España, en una eliminatoria a doble partido precisamente contra el FC Barcelona", sitúa el periodista José Sanchis, natural de la isla de Mallorca y mallorquinista de cuna.

"Yo estaba absolutamente alucinado. Tenía 14 años. Claro, esa es la edad en la que te enamoras del fútbol y cuando lo vives con más intensidad. Recuerdo todas las eliminatorias con muchísima claridad, pero guardo con especial cariño la de cuartos contra el Vartekz Varazdin croata. La vuelta se jugó en Mallorca y con un amigo tuvimos que insistir mucho para poder ir al campo porque se jugaba por la noche y al día siguiente teníamos un examen. Pudimos ir, y ganamos 3-1. Marcaron Paunovic, Ibagaza y Dani García Lara. Fue un momento de felicidad absoluta", evoca con emoción Sanchis, quien en cuestión de tres años pasó de ver en el Sitjar al Sestao o al Écija, a recibir al Chelsea en unas semifinales continentales.

Era el Chelsea pre Abramovich, pero tenía a Desailly, Zola o Tore André Flo. Y perdió contra el conjunto bermellón, cayendo eliminado inesperadamente. De ese partido y, en general, de todos los que jugó el Mallorca en casa, siempre en la vuelta, Sanchis se acuerda de la rumorología que los envolvía. "El primer equipo se iba a mudar a Son Moix y esa fue la última temporada del Lluís Sitjar, que necesitaba de una inversión que la entidad no hizo y que estaba, por decirlo suavemente, en cuidados mínimos. Con los estándares actuales, era imposible que la UEFA te dejara jugar ahí. Es que, por ejemplo, se había resembrado tantas veces la zona de la portería que por un lado la distancia del travesaño al suelo no era la misma que del otro. Y se decía que la UEFA estaba al corriente y que los equipos rivales, conscientes de ello, podían impugnar el partido. Estaba muy extendida esa creencia y había cierto miedo. Pero al final nunca pasó nada. Y si pasó, no prosperó".

Así pues, ni el mal estado del Sitjar pudo evitar que, en su debut continental, el conjunto isleño se plantara en la final, que se disputó en el Villa Park de Birmingham, contra la Lazio. "Ahora, no parece un rival tan potente, pero era un superequipo. Nesta, Vieri, Nedved, Mancini, Stankovic, Mihajlovic, Marcelo Salas... Y, aunque perdimos, el Mallorca le jugó de tú a tú. Tiene mucho mérito", destaca Sanchis, quien 30 años después sigue insistiendo en que Nedved le hizo falta a Siviero en el salto: "viendo la repetición igual no la hay, pero yo me moriré diciendo que el 2-1 no es legal".

Birmingham y la poética de la derrota

Irremediablemente, aquel pasaje marcó a toda una generación de aficionados. "Somos un club poco acostumbrado a ganar. Y las derrotas las trabajamos muy bien, las dotamos de literatura. Pese a perder, Birmingham es uno de los pináculos de la historia del Mallorca. Se ha convertido en un lugar casi mitológico para nosotros. Incluso existe un podcast que se llama así. Es que fue el resurgimiento del Mallorca contemporáneo y trajo consigo una transformación social impensable años atrás", advierte Sanchis.

El  Mallorca perdió la última final de Recopa.  AGENCIAS
El Mallorca perdió la última final de Recopa. AGENCIAS

"Hay muchos clubes españoles que han ganado la Copa del Rey, pero muy pocos han alcanzado una final europea. Y aquella es el culmen a nuestra época más gloriosa, en la que jugamos una final de Copa, ganamos la Supercopa de España y fuimos terceros en Liga, también en el 99, clasificándonos para la previa de Champions. Birmingham es nuestra meca", proclama Miguel Sureda, alma mater del proyecto Birmingham 99.

"Cuando una cosa no la encuentro, la intento hacer yo. Y dado que no existía el merchandising del Mallorca que a mí me habría gustado tener, comencé a realizar diseños propios de camisetas. Recuerdo que compartí una por Twitter y que el periodista Albert Fernández, en 2017, me respondió que si las vendía me compraría alguna. Hice un pequeño pedido y la rueda empezó a girar", relata Sureda, cuyos revolucionarios diseños de camisetas casuals, que se pueden adquirir a precios populares en su web, enseguida causaron furor entre la parroquia bermellona. Uno de los más afamados, habitual en Son Moix, es el del fan club de Abdón Prats,

Con el único objetivo de "difundir, celebrar y presumir el mallorquinismo", en 2021 añadió un nuevo producto al catálogo de Birmingham 99: un podcast. Semanalmente, desde entonces, comparte junto a su buen amigo Tolo Nadal un espacio "divertido, relajado y accesible", con más interés en el relato que en el juego, donde abordan de un modo muy personal la actualidad del Mallorca, y que se ha convertido en referencia absoluta para la afición bermellona. Y todo comenzó en Birmingham, en la última final de la Recopa de Europa.

"Era uno de los torneos más bonitos que había. Con todos los campeones de Copa, a eliminatorias a doble partido… es que lo tenía todo. Y funcionaba muy bien. No he entendido nunca por qué se la cargaron", se queja Luis Mari López Rekarte, cuyo lamento es compartido por todos aquellos que la disputaron y los que la vivieron desde la grada, nostálgicos de una competición que dejó una huella imborrable en el fútbol nacional y europeo.