REAL ZARAGOZA

Yo canté "Ramírez vete ya" en La Romareda y tiene una explicación que quizás solo se entienda en Zaragoza

Diarra, del Tenerife, celebra el gol que puso 0-2 en el marcador de La Romareda antes de la remontada del Zaragoza/LALIGA
Diarra, del Tenerife, celebra el gol que puso 0-2 en el marcador de La Romareda antes de la remontada del Zaragoza LALIGA

De manera jocosa, en los últimos años al Real Zaragoza se le llama en redes sociales el mañicomio. Se hace en un tono generalmente positivo. Al fin y al cabo, el apodo nació como una manera de ensalzar la respuesta entusiasta de la afición blanquilla cada inicio de temporada, con cifras récord de abonados que contrarrestan con el rendimiento deportivo general del equipo. Unos altos y bajos anímicos que, por si fuese poco, se acentúan cada curso con un patrón de sobras conocido: un inicio arrebatador para después hundirse en la clasificación a medida de que avanza la competición.

En realidad, se trata de la misma lógica que se aplica al llamar hipertensiones a la Segunda División. Todo forma parte del mismo juego. Uno de naturaleza irracional, que solo puede explicar el negocio del balompié desde los sentimientos y no desde la lógica. Si se piensa por un segundo, no existen motivos objetivos para pagar mucho dinero por pasar frío en un estadio medio derruido para ver a tu equipo penar por el verde. Sin embargo, el domingo contra el Tenerife, unos 22.000 aficionados no faltaron a su cita en La Romareda.

El partido tenía el aliciente de ser el primer encuentro de Miguel Ángel Ramírez como nuevo técnico del Real Zaragoza. Su carta de presentación en Elche, donde perdió con un gol encajado en el minuto 93 tras un planteamiento tremendamente defensivo, no fue halagüeña. Sin embargo, en casa y contra el colista de Segunda División, su planteamiento no fue muy diferente. Salió con cinco defensas y dos mediocentros de corte defensivo y le salió mal. Muy mal. En el minuto 69 el Tenerife se colocó 0-2 en el marcador y La Romareda explotó. Lo hizo, además, de una manera muy particular.

Introduzcan: el somardismo. El humor somarda es un rasgo de la personalidad aragonesa poco conocido fuera de nuestro territorio. Es complicado de explicar en todo su contexto, pero se podría resumir como un modo sarcástico y socarrón que puede rozar lo cruel o hiriente. Somarda es, por ejemplo, Javier Coronas en Ilustres Ignorantes, probablemente el mayor referente en el mainstream de esta forma de bromear típica de Aragón. Somarda fue corear "queremos otro defensa" después del segundo gol del Tenerife para criticar el planteamiento ultradefensivo de Ramírez, que no cambió ni siquiera cuando los visitantes se adelantaron por primera vez. También fue somarda lo que vino después.

Una parte significativa de La Romareda cantó "Ramírez vete ya" en el segundo partido del técnico canario en el Real Zaragoza. Existe la tentación de creer que aquella queja forma parte de la irracionalidad del aficionado zaragocista de la que hablábamos antes, pero eso sería hacer de menos a todo aquel que acude al Municipal. Aunque no pueda hablar por todos, sí que me atrevo a afirmar que la gran mayoría del estadio era consciente de lo grotesco de la situación. Porque pedir la destitución de un entrenador en su segundo partido es esperpéntico, pero es que es el esperpento lo que se buscaba desde la grada. Un esperpento que reflejase lo visto en el terreno de juego.

Quedarse en la literalidad del cántico es no haber entendido nada. No comprender el ánimo del mismo. Porque a estas alturas de la temporada la cuestión no es Ramírez sí o no, sino Ramírez: así no. Es un debate futbolístico y también identitario. Sobre quiénes somos y qué queremos ser. Un llamado de atención que, por coincidencia o por consecuencia, surgió efecto, por cierto. Personalmente, no creo que el Real Zaragoza empatase el partido por los cárnicos de "Ramírez vete ya". Aquello fue más casual que otra cosa, pero al técnico zaragocista le quedó claro que pese a los 12 años en Segunda División, todas las decepciones coleccionadas y que nadie espera mucho de esta temporada ya, en La Romareda todavía hay líneas rojas. ¿De manera injusta para con él? Probablemente.

No queda ahí la cosa. Durante el partido contra el Tenerife, en La Romareda se pitó a los jugadores, hubo un contrato de pañolada contra el palco tras el 0-1 y, finalmente, se hizo chanza del planteamiento defensivo del equipo y se pidió la destitución del entrenador. Sin embargo, es esta medida la que ha amplificado la discusión. La que ha logrado que el mal hacer del Real Zaragoza en los despachos y el terreno de juego haya trascendido el nicho local o de la Segunda División y sea abordado en medios de tirada nacional como este.

Ahora son más los ojos están puestos sobre el equipo aragonés. Sobre una propiedad que debe invertir más para tener un equipo acorde con la dimensión histórica del club, sobre una dirección deportiva que debe acertar en el mercado de invierno y, también, sobre un entrenador al que le ha tocado ejercer de cabeza de turco. Porque en última instancia los cánticos de "Ramírez vete ya" son el síntoma definitivo de que todavía hay una afición a la que todo esto le importa. Que no llena La Romareda por rutina o asiente de manera acrítica a otro naufragio más en Segunda División. En resumidas cuentas: que en el fondo, y de una manera un tanto retorcida si se quiere, el mañicomo está más cuerdo de lo que parece.