OPINIÓN

Un plan contra las mentiras de Laporta y para que el Barça no tire la Liga en agosto

Joan Laporta junto a Hansi Flick en la presentación del entrenador alemán. /GETTY
Joan Laporta junto a Hansi Flick en la presentación del entrenador alemán. GETTY

Los partidos de presentación y los legendarios torneos veraniegos han ido desapareciendo de nuestro mapa al mismo ritmo que se ha ido llenando el calendario y se han ido adelantando en el almanaque las distintas competiciones. Aunque nos duela perdernos desde hace tiempo un Ramón de Carranza con el cartel imponente de antaño, no podamos ver desde el retiro playero al mejor Valencia frente a un rival de verdadero peso en su Trofeo Naranja a las 22:30 horas o disfrutar con los shows del Trofeo Santiago Bernabéu, los clubes aportan suficientes razones para este cambio de planes en los que se anulan directamente los compromisos o se invitan a sparrings de fogueo para que, como sucede con la Supercopa de Arabia, se vuelva a dar la espalda a las aficiones locales. Este Joan Gamper ha sido un claro ejemplo de lo que más de uno teme con estas noches en las que los deberes aún no están hechos. La fiesta se convirtió en una nueva versión del esperpento.

El Barça, obviando que esta puesta en escena era mucho más importante para el ajado corazón blaugrana que pelear de madrugada en EEUU ante varios campeones de Europa, compareció en Montjuïc con un equipo irreconocible, en obras, donde había más ilusión porque el realizador enfocara a los suplentes de la grada que a los titulares del césped. Y, claro, pasó lo que pasó. El personal, pese a haber mayoría de turistas, se mosqueó sin necesidad de que la temporada oficial haya echado a andar y empezó a pensar que este equipo, con cuatro partidos por delante en agosto, es capaz de tirar la Liga antes de que llegue el primer parón. Valencia (fuera), Athletic (con Nico), Rayo (con lo mal que se da Vallecas) y Valladolid no son ninguna broma para empezar viendo al frente de la nave a Íñigo Martínez, mucho chaval aún demasiado verde y a Lewandowski como abanderado.

Nada en el Barça es normal desde hace demasiado tiempo. Falla hasta en lo esencial, que es saber ilusionar. Así que el soci no hace más que darle vueltas a estas horas al once que Flick podrá alinear este sábado en Mestalla en un debut que, con el tortazo del Mónaco, pinta a drama. Mientras que su eterno rival, el Real Madrid de Ancelotti, da la sensación de que llega a la final de la Supercopa de Eurocopa y al estreno de la Liga con su plan de descansos e incorporaciones intacto, de manera que pueda poner desde el primer día a su mejor equipo titular con Mbappé a la cabeza, en el Barça ni la planificación ni el reparto de minutos cuadra o tranquiliza: sigue habiendo lesionados que se resisten a adelantar alguna vez en la vida los plazos, pilares a los que todavía les huele la piel a sal y arena y nuevas incorporaciones -bien fichados, bien cesiones de vuelta- que se debaten en chanclas entre empezar las vacaciones que se han ganado o alargar la sobrecarga de la pasada temporada.

Por supuesto que el Barça dará guerra. Faltaría más después de las urgencias que tiene y de los perdones que debe. Hay algún otro once -son sus diferentes variantes- que, sin volver loco a nadie, al menos ilusiona. Como el formado -si es que algún día coincide- por Ter Stegen, Koundé, Araújo, Cubarsí, Balde, De Jong, Gavi, Fermín, Lamine, Pedri y Olmo. Pero, mientras llega ese momento, es duro ver la poca conexión y complicidad que tiene Christensen con Íñigo, que baje a recibir el balón a medio campo Gündogan al trote que sólo se ve en los partidos de veteranos o que Lewandowski sea quien rompa a la espalda. A este equipo, en el que pocos creen, da la sensación de que sólo De la Fuente, con su fe en San Judas Tadeo, podría ponerlo a caminar. Lo hizo hasta con Morata.

Mientras en el Madrid parece que todo lo que llega a Valdebebas va encajando debido a un plan establecido -ayer Mbappé y puede que mañana Davies-, en el Barça hay una insultante acumulación de cromos en determinadas posiciones y unas vacantes alarmantes en otros puestos. Por eso, el aficionado culé debe volver a asimilar que habrá muchas ocasiones en las que no pueda ver a la vez a todos los jugadores que realmente le encajan mientras que tendrá que tragar con Koundé de nuevo de Cafú cuando no lo es, laterales en la izquierda que son diestros, recuperadores en medio campo que no roban un balón desde hace años y nueves falsos que son más bien un diez. Es lo que hay cuando los que mandan se levantan cada día más pendientes de tapar agujeros que de regar las plantas y que, por comodidad, pleitesía o un espíritu kamikaze se creen las inagotables mentiras de Laporta.

El presidente, aprovechando la inercia positiva de que en pretemporada es cuando siempre gana el Clásico, debería ir pensando en hacer algunos retoques en el próximo Joan Gamper. Y, por ejemplo, que en vez de que el equipo de fútbol se exponga antes de tiempo en uno de esos partidos infumables que hacen retrasar la renovación de los carnets, apueste por una conferencia de prensa suya interminable. Sin prisas ni censuras y, por supuesto, sin que se marche del escenario a la carrera custodiado por su abogado y su troupe de pelotas. El socio del Barça podría preguntarle de todo, para aclararse, saber a lo que atenerse, votar los planes con la cordura que tiene y falta y fiscalizar una gestión como nadie ahí dentro se atreve a hacer. Así dejaría de informarse única y exclusivamente a través de tantos mensajeros teledirigidos que un día, entre escándalos, dimisiones y tribunales, hacen creer el regreso de Guardiola, el fichaje de Haaland y Bernardo Silva o la llegada de Nico por el simple hecho de que hace migas con Lamine.

Los fichajes en forma de bomba y de postín se quedaron donde aquellas veladas mágicas del Teresa Herrera, el Colombino o el Villa de Madrid. Por eso Olmo, que ha costado un pastizal, habló de refilón en la previa del Barça-Mónaco, antes de un acto algo más rimbombante, mientras otros llenan orgullosos sus estadios con sus nuevas incorporaciones. Hay quienes se dieron cuenta hace tiempo de la nueva realidad y prosperan, mientras otros pierden el tiempo con el mando a distancia en la mano buscando sin descanso en la parrilla un bolo de tronío que le aporte alguna alegría o la sorpresa de otro Rivaldazo.