Un paseo por la tumba del Calderón: pisos de lujo y obreros en los bares del Atleti
Cuando finalicen las obras de la cubrición de la M-30 se acondicionará una pradera, en forma de circo romano, en recuerdo del viejo estadio.
La salida de la boca de Metro de la estación de Pirámides, hacia los números pares del Paseo de las Acacias, presenta el mismo aspecto de siempre. A la derecha, el jardín de Concha Piquer, con pinos piñoneros, gringos, castaños de indias, acacias del Japón o magnolios; a la izquierda, echando la vista más allá de la carretera y la mediana con cedros llorones, la fachada de los edificios con ladrillos caravista naranja y marrón.
Ese parque, en otroras circunstancias, rebuznaba sonidos de trompetas, bocinas y, sobre todo, la algarabía de los aficionados del Atlético de Madrid en los días de partido. Este rincón era uno de los puntos de encuentro que guardaba el viejo Vicente Calderón. Hoy, seis años después del último partido oficial celebrado el 21 de mayo de 2017 frente al Athletic, aún da la sensación de que sus calles recuperarán en algún instante ese trasiego de público, cánticos, bufandas y banderas cuando el Atleti vaya a jugar un partido.
Pero ese silencio y tranquilidad de los días sin partido se perpetuó para siempre. Un letargo doloroso para muchos seguidores del Atlético de Madrid, que aún no han superado todas las fases de un duelo (la negación, la ira, la negociación, la depresión y la aceptación), más si cabe con ese cambio unilateral de escudo que trajo la mudanza al Metropolitano, y por el que el club se ha visto obligado a dar marcha atrás por la petición mayoritaria de sus socios. El antiguo Calderón terminó de desaparecer en julio de 2020, con la última demolición de la grada principal, aunque durante mucho tiempo una montaña de escombros representaba el último vestigio de un estadio ya inexistente. Ahora sólo hay una mole de cemento, promociones de viviendas de lujo a punto de finalizar y una futura zona de equipamientos por desarrollar.
CALLE CEFEO, ANTES Y AHORA
Ese estadio bombeó durante 41 años el sentimiento rojiblanco no sólo por el distrito de Arganzuela, fundamentalmente en los barrios Imperial y Acacias, sino por el de Carabanchel, donde aparcaban cientos de coches por los barrios de San Isidro, Opañel o Comillas. Caminar hacia la glorieta de Pirámides hasta encontrar los obeliscos, poco antes de doblar la calle Alejandro Dumas, representa un viaje en el tiempo porque da la sensación de que una vez pisemos el Paseo de los Melancólicos volverá a asomar el Vicente Calderón.
Ahora, en realidad, el Puente de Toledo es una de las muchas puertas de entrada que tienen los madrileños a ese pasillo verde llamado Madrid-Río, que está a punto de culminar con la cubrición de la M-30 a la altura del Vicente Calderón y que supondrá la plantación de más de 1.200 nuevos árboles, 4.500 m2 de césped y 9.000 arbustos de distintas especies. En teoría, se respira más vida aunque ya no se pueda oler el ambiente de las grandes noches que brindó a todos los atléticos el estadio del Manzanares. Los vecinos de la zona reclaman todos esos equipamientos prometidos aún sin proyectar: biblioteca, un centro de arte, una sala de conciertos, un centro deportivo o una plaza con jardines.
Aunque nos empeñemos en negar lo que es una realidad desde hace tiempo, la esquina de la Glorieta de Pirámides nos aporta una pequeña señal: la antigua tienda donde se vendían bocatas antes de los partidos acaba de ser reformado a un loft. "Los vecinos tenemos relativa tranquilidad por eso de que no hay partidos los fines de semana, pero llevamos muchos años con unas obras que ya parece que van acabando", nos comenta una jubilada mientras empuja su carro de la compra.
PASEO DE LOS MELANCÓLICOS, ANTES Y AHORA
Hasta que no se supera el Colegio Público Tomás Bretón no se evidencia uno de los principales cambios de la zona, por más que parezca que el corazón del Calderón sigue latiendo unos metros más adelante. A la derecha, emergen cuatro gigantescas grúas que apuntalan una de las cinco promociones de las 1.312 nuevas viviendas que se empezaron a levantar una vez demolido el Calderón. En este caso, Vivenio-Nuevo Calderón, en la calle Alejandro Dumas, compuesta por 408 pisos, entre 60 y 120 m² y de uno a tres dormitorios, y destinada exclusivamente en alquiler y que espera estar finalizada antes de que finalice el año.
Seguimos avanzado unos metros por el Paseo de los Melancólicos, hasta que nos queda a la izquierda la calle San Epifanio y a la derecha, en la esquina, la Cervecería El Parador, otro punto de encuentro de muchos atléticos en las horas previas de partido y que hace años bajó sus persianas como el Resines. "Ahora el negocio se sostiene con los vecinos y entre diario con los muchos obreros que trabajan en la zona", nos dicen desde el bar Río Duratón.
ZONA DEL CALDERÓN EN EL PASEO DE LOS MELANCÓLICOS, ANTES Y AHORA
Desde esa esquina se levantaba la curva sur del estadio, donde estaban ubicadas las puertas 31 y 34; hoy no se ve una montonera de escombros ni tampoco el viejo Calderón sino la exclusiva promoción de 373 viviendas River Park, al 92% finalizada y con la entrega de llaves programada en septiembre. Su fachada, con elementos tecnológicos prefabricados de hormigón combinados con aplacados tipo composite y sus petos de las terrazas y jardineras sobre vidrio laminar, contrastan con la de las viviendas construidas en el Paseo de los Melancólicos en 1987, con ese ladrillo anaranjado que tantos años escuchó vibrar y botar al añorado Calderón.
En el otro lado la calle San Epifanio, donde quedaba el fondo Sur y la M-30 surcaba los bajos del viejo estadio, hay un nuevo restaurante llamado 'El sueño de Carmen', inaugurado el pasado mes de abril. "Entre diario no paramos de servir desayunos y comidas", comenta uno de sus camareros. Enfrente de este nuevo negocio, por ejemplo, se encontraba el ya desaparecido bar El Doblete, uno de los muchos bares con espíritu rojiblanco que se marchitaron con el adiós del Calderón.
Siguen apareciendo escombreras y vallas de obra, pero no hay rastro alguno del viejo estadio. El campo donde los Koke, Torres, Arteche, Aragonés, Collar, Gárate o Adelardo se convirtieron en leyenda será una gran pradera alargada con remates circulares en forma de circo romano, para evocar el carácter lúdico y de espectáculo del antiguo campo de fútbol. Alrededor, se establecerán tres hileras de árboles frondosos que aportarán una coloración cambiante al parque a lo largo del año. Significará el broche final para esta nueva zona residencial, donde los pisos más económicos de una habitación rondan los 300.000 euros hasta los 750.000 de los áticos. Pero, hasta que se desarrolle esa zona-recuerdo, ahora no hay rastro del viejo Calderón sino escombreras, polvo, carteles de obra y edificios residenciales aún sin estrenar.
PUENTE DE SAN ISIDRO, ANTES Y AHORA
Avanzamos por el Paseo Melancólicos sin mirar atrás para doblar a la izquierda, en el Puente de San Isidro, con la esperanza de que que todo ese trayecto donde no estaba el Vicente Calderón fue una simple ensoñación. Seguro que yendo hacia el Paseo de la Ermita del Santo volvemos a ver desde el Manzanares el viejo estadio. Pero no. Primero negamos la mayor y luego pasamos a fantasear con una realidad paralela. Sobre el puente se atisba el espectacular parque Madrid-Río y al margen izquierdo del río, las nuevas viviendas, y al margen derecho, el aspecto más modesto del distrito de Carabanchel.
Andamos hacia el paseo de San Illán, justo debajo del Paseo Quince de Mayo donde cientos de coches abarrotaban los recovecos del Parque de San Isidro cuando el Atleti celebraba sus partidos en el Calderón. "Se vende", es un cartel de un antiguo bar de 44 metros cuadrados, con la posibilidad de convertir a vivienda y por el que piden 100.000 euros. Echamos la mirada abajo sin comprender muy bien cómo en apenas unos metros se perciben dos estratos de la ciudad tan diferentes. Vamos llegando a la zona de Marqués de Vadillo, a su glorieta. Ya hemos asimilado que no veremos rastro del Calderón. Como en Pirámides, parece que casi todo se encuentra igual, pero es ahora cuando bajamos las escaleras de la boca de Metro aceptando la nueva realidad de algo que nunca se podrá olvidar, aunque ya no se vea...