REAL MADRID

El paralelismo con el Real Madrid de la BBC (y otros) que obliga a confiar en Ancelotti

Cada llegada de un galáctico (Bale, Bellingham o Mbappé) ha generado un bendito problema al entrenador… y todos los ha resuelto con éxito.

Ancelotti da instrucciones en presencia de Bale, Marcelo y Cristiano Ronaldo durante un entrenamiento en Valdebebas. /AFP
Ancelotti da instrucciones en presencia de Bale, Marcelo y Cristiano Ronaldo durante un entrenamiento en Valdebebas. AFP
Manuel Amor

Manuel Amor

Sin encender las alarmas, porque la temporada no ha hecho más que empezar y el Real Madrid ya ha levantado un título, Ancelotti elevó la voz tras el empate en Palma: "No hay excusas: debemos defender mejor y tener más actitud". Fue un aviso a navegantes: si los del medio y los de arriba no curran, el equipo corre riesgo de partirse. Aunque en el club surjan dudas y el pánico a convertirse en un PSG, el enfado del técnico ha ido a menos con el paso de las horas. Ni alteró los dos días libres de los que disfrutó la plantilla tras el pinchazo ni ha reprendido a nadie en la vuelta al curro. Él, que lleva casi tres décadas en los banquillos, sabe mejor que nadie que los inicios nunca son fáciles… y que siempre acaba encontrando una solución para cada problema.

Sus temporadas en el Bernabéu suponen el ejemplo perfecto. Ante cada resfriado, una cucharada de Ancelottismo para arreglarlo. Sabe lidiar con los egos y conjugar roles. Le pasó en su primera campaña de blanco, la 2013-14, en un ejemplo que guarda ciertos paralelismos con la situación actual. Aquel verano llegó Bale por 101 kilos y afrontó la misión de encajarlo con Benzema y Cristiano sin perder el orden, como ahora le ocurre con Vinicius, Rodrygo y Mbappé. Y hubo críticas en el inicio: los blancos parecían romperse y cosecharon resultados (victorias por 7-3 al Sevilla o 2-3 ante Levante y Rayo) que invitaban a pensar en que la fórmula del equilibrio se desvanecía. Hasta el italiano reconoció el "problema". "Es mi responsabilidad y voy a arreglarlo. Me parece normal que la afición se enfade; yo tampoco estoy contento", dijo en octubre.

Carletto tardó, pero adivinó la llave del esquema: Di María. Al argentino, un extremo puro, lo reconvirtió en un volante total que dotó de margen a los cracks de la delantera para desgastarse menos atrás y explotar su pólvora. Hasta que metió en vereda al argentino, el Madrid había jugado con un 4-2-3-1 e Isco de mediapunta. Angelito pensaba en irse (le tentó el Mónaco) y aceptó su rol con resignación al principio y agradecimiento después. Con el '22' de interior empezaron a ganarse la Décima y la Copa del Rey de Mestalla ante el Barcelona (marcó Di María) y se corrigió el bendito hándicap provocado por Gareth.

Ramos, Benzema y Bale celebran con Di María el gol de este último en la final de Copa.  AFP
Ramos, Benzema y Bale celebran con Di María el gol de este último en la final de Copa. AFP

Luego le tocó vivir otro fenómeno parecido a la campaña siguiente, cuando se traspasó a dos piezas fundamentales como Xabi Alonso y Di María y se lesionó Modric. Perdió rigor y al centro del campo que le había catapultado al cielo de Lisboa y respondió ganando en creatividad: centró la posición del fichaje Kroos, transformado en cerebro y no en el chico para todo del Bayern, y convenció a Isco para remangarse y poder combinarse con un James que también entendió la regla del esfuerzo. Con ellos y un Cristiano voraz se levantaron dos trofeos, se rozó la Liga y se cayó en semis de Champions en una eliminatoria competidísima contra la Juventus.

El precedente de Bellingham

Y no hay que remontarse demasiado atrás para observar el último invento que solventó un quebradero de cabeza. A Bellingham, al que también había que acoplar entre tanta estrella, le colocó en la 23-24 muy cerca del área y adaptó el sistema para acomodar al inglés. Lo tocó en dos ocasiones: un rombo de partida y un 4-4-2 en línea para acabar el curso y conquistar la Decimoquinta y otra Liga con números de récord. Jude sorprendió con sus goles en ambos modelos y potenció a Vinicius.

Con esos antecedentes, ahora nadie duda de que pondrá fin a la palabrería de que Mbappé modificará el ecosistema y que frenará que su 4-4-2 en defensa (quiere utilizar a Rodrygo como cuarto centrocampista sin balón) pase a ser un 4-2-4, como ocurrió en fases de la segunda mitad en Son Moix. Su sapiencia demuestra que halla un remedio para cada deficiencia y que sabe amoldar como nadie a las bestias que han conformado sus plantillas en Madrid. A Bale, cabe recordar, le cambió de banda y a James le ordenó lo que ahora a Rodry: toca defender.

Ancelotti, en Son Moix: “No estamos contentos”.

Sin sacar conclusiones precipitadas ni la intención de cambiar el once frente al Real Valladolid más allá de la entrada de Fran García por el sancionado Mendy, Carlo estudia ahora con su staff cómo atajar los desequilibrios de Mallorca cuando vengan los partidos gordos. Modric y la recuperación de Camavinga representan dos alternativas; repartir descansos entre Vinicius, Mbappé y Rodrygo para utilizarlos frescos y que corran hacia atrás y colaboren con Bellingham y Valverde, otra.

Su bagaje obliga a confiar en el de Reggiolo: la temporada pasada lo conquistó casi todo sin haber recibido al '9' que pidió tras la salida de Benzema, reponiéndose a tres cruzados (Courtois, Militao y Alaba), disputando media Liga sin centrales y con Camavinga de lateral. Jugar con Mbappé y tener que adaptarle a compartir equipo con Vinicius, Rodrygo, Bellingham o Tchouameni no parece ahora el mayor reto de su carrera.