Frenkie de Jong es un negacionista
El futbolista neerlandés está ante su última bala en el Barça. Su talento están fuera de duda, pero con Frenkie la tendencia es la de ver el vaso medio vacío.
Qué retorcido puede ser el fútbol. Sobre todo para aquellos que lo han tenido todo para que la crueldad nunca les llegue por su culpa. A Frenkie De Jong le empieza a pesar aquello de la responsabilidad individual en los trabajos colectivos de universidad; nadie asume el gazapo en un confort tan sedoso que termina por ahogarte en su comodidad. El neerlandés ha iniciado su sexta temporada en el club como uno de los capitanes y más lejos que nunca de la versión que hace no tanto parecía ser la única posible, casi como una profecía a punto de estallar. La realidad es que De Jong nunca estuvo tan cuestionado y, a la vez, nunca se le necesitó menos.
A Frenkie hay que medirle por lo que ha demostrado ser, ya no en el Ajax, sino en el Barça. No se puede obviar que en este club ya ha jugado a un nivel impresionante, quizás no de una forma continuada o de la manera en la que el culer había imaginado, pero es innegable que Frenkie jugó al nivel exigible. Pero también hay que medirle, y eso es más peligroso, por aquello que insinúa su potencial, que es proporcional a la desidia que a veces causa verle incumplir lo prometido.
¿Dónde va De Jong?
A su llegada, Hansi Flick ya sabía que tendría que construir a su Barça sin De Jong, o por lo menos sin la mejor versión de Frenkie, pues no regresaría hasta octubre, cuando el equipo ya habría disputado un buen puñado de partidos. Por el camino, Hansi se inventó a Bernal, quien hasta su grave lesión se había afianzado como el mediocentro del equipo, para luego resituar a Casadó junto a Pedri y con Olmo como pieza de valor cerca de los atacantes para formar un centro del campo dinámico, agresivo y de mucho valor posicional. La pregunta era clara. ¿Dónde meter a De Jong?
Asistentes del Barça que han estado en el club los últimos años y que han trabajado mano a mano con el neerlandés apuntan a que De Jong sigue siendo, en esencia, el mismo jugador que cuando llegó. Se ve con cierto asombro que un jugador con su golpeo, buenísimo, apenas sea una amenaza desde fuera del área (cero goles en Liga desde su debut desde ahí en solo 24 disparos) o en el cambio de orientación: De Jong nunca ha sumado una temporada con 5 balones largos por partido, siendo siempre el centrocampista de los titulares que menos ha intentado. No es que no se le dé bien, sino que no ha querido llevar su juego a otras esferas, a evolucionarlo y mejorarlo.
Fuentes del vestuario coinciden que no existe centrocampista mejor en la plantilla a la hora de superar presiones corriendo: allí nadie vence a un Frenkie que es imparable si arranca. Su habilidad para retener la pelota en primeros controles, acelerar y aguantar presiones le convierten en una pieza de mucho valor. ¿Qué pasa si no le presionan? De forma paradójica, De Jong es mejor cuanto más apretado está, peor cuanto más tiempo le ceden. Atenta a la lógica del propio juego, que dice que cuantos más espacios, mejor y más fácil. Allí, su incapacidad para jugar en largo o ser decisivo en el último tercio (11 asistencias en Liga en cinco temporadas) limitan su posible impacto.
Un potencial inacabado
De hecho, no es casualidad que muchos de los jóvenes que suben a entrenar con el primer equipo destaquen a sus entornos que el jugador que más les ha sorprendido sea De Jong. O que Gavi, el pasado curso, dijese que "estaba cagado cuando escuché que podía irse. Es a quien más admiro". Su talento y nivel están fuera de toda duda, pero con Frenkie la tendencia es la de ver el vaso medio vacío casi siempre por aquello del potencial que atesora, a modo de profecía. A sus 27 años, está ante el momento perfecto para eclosionar en aquello que siempre tuvo dentro. El equipo juega bien, hay espacio para que lo haga y el Barça necesita a futbolistas que entren en sus mejores años.
La única duda es que, de momento, su ritmo parece no ir acorde al de sus compañeros. Su tobillo parece inundarlo de miedo en los duelos, esconde el pie en muchas disputas, y no tiene en su ADN el pase vertical y esa concepción de los espacios que Casadó sí posee. Su única vía de entrada de las tres posiciones en la medular parece la del canterano, que a la vez a día de hoy es la más afianzada. Se podría decir que todo está en su mano porque nunca se encontró a un Barça tan funcional y nunca tuvo mejor edad que en la que ahora entra.