REAL MADRID

Lo que se cuece en los pasillos del Santiago Bernabéu: Florentino Pérez baja al barro, Carlo Ancelotti aún sueña con Alexander-Arnold y un calendario como tratamiento de choque

En las altas esferas del club confían en que el amable calendario inmediato borre las huellas del pasado. Evitar el playoff de la Champions es ahora el objetivo inmediato

Florentino, en una imagen de archivo. /GETTY
Florentino, en una imagen de archivo. GETTY
Enrique Ortego

Enrique Ortego

En el Real Madrid, planta noble de presidencia y vestuario, lamidas las heridas de la Supercopa, no se quiere perder ni un minuto más en lamentarse sobre la debacle contra el Barcelona. El luto acabó con el aterrizaje de la expedición oficial en Barajas. Ahora, el objetivo convertido en desafío es meridiano: aprovechar el benigno calendario que se le presenta al equipo en las próximas tres semanas como tratamiento de choque para la curación definitiva... o casi. O lo que es lo mismo, ganar todos los partidos hasta el derbi liguero contra el Atlético en el Bernabéu del 9 de febrero. Sería dar un impulso importante en las tres competiciones que tiene por delante. Las circunstancias en forma de rivales son su mejor aliado. Al menos en la teoría.

Ancelotti se niega a señalar a ningún jugador de su equipo.

Primero, el compromiso copero del jueves ante el Celta que, además, afronta como local. Después, los tres partidos de Liga y dos de la Champions que iluminan el horizonte. Todo lo que no sea sumar nueve puntos en los tres primeros, Las Palmas (casa) y Valladolid y Espanyol (fuera), sería recaer en la irregularidad mostrada en lo que va de curso en las dos competiciones. Cuatro empates (Las Palmas, Mallorca, Atlético y Rayo) y dos derrotas (Athletic y Barça) en la Liga y los tres tropezones de la Champions (Liverpool, Milan, Lille).

Se trata de que los tres próximos rivales están inmersos en la lucha por mantenerse en Primera. En la competición europea, los seis puntos ante Salzburgo (Bernabéu) y Brest (Guingamp) se antojan imprescindibles para que se haga posible la carambola de quedar entre los ocho primeros y no tener que disputar la eliminatoria de playoff. Al margen del riesgo del rival que le pueda corresponder, sería disputar dos partidos más en un calendario ya agotador de por sí.

El primero en arremangarse en el mismo estadio de Yeda, como cuando fichó a Ronaldo contrarreloj en la noche del 31 de agosto de 2002, fue Florentino Pérez. En el club blanco, en situaciones límite, es cuando la figura del presidente toma mayor relevancia a través de su simple presencia. No necesita emular a Bernabéu y tirar de 'santiaguinas' heroicas. Son otros tiempos. Su experiencia le permite saber que simplemente con su cercanía, con que técnicos y jugadores le vean y sepan que está ahí, para que todos recuerden la exigencia del club en el que están jugando y que no pueden caer en la reiteración de la derrota, y menos cuando hay un título en juego y se divisa al Barcelona al otro lado del terreno de juego.

Carlo mantiene una lejana esperanza en Arnold

El domingo, el presidente bajó al campo de batalla. Vestuario, césped... y regreso con el equipo, en el mismo avión. Situación que no estaba contemplada en un principio. El plan de regreso era que volviera a Madrid en el mismo vuelo privado que el sábado le llevó a Yeda. Florentino ocupó su puesto de siempre en la primera fila de la nave. Toda la expedición tuvo que pasar por delante suya para ocupar sus respectivos asientos. Dentro de la discreción que le caracteriza, tocó sus teclas. En el estadio trascendieron sus palabras a Modric: "Algún día teníamos que perder una final". Y también su abrazo a Ancelotti. También fue suya la orden de que ningún componente del Real Madrid abandonara el césped durante la entrega de medallas al Barça y hasta que no finalizara el acto.

Florentino saluda a Florentino tras la derrota en el Clásico de la Supercopa.  REUTERS
Florentino saluda a Florentino tras la derrota en el Clásico de la Supercopa. REUTERS

Eso sí, no hay imágenes ni filtraciones del intercambio de palabras y saludos con algunos de los jugadores más representativos. Pero los más veteranos saben que si el presidente está presente es por algo y los recién llegados ya se van dando cuenta de que no es hombre de muchas apariciones públicas ni de gestos para la galería.

El otro gran protagonista de la noche, Carlo Ancelotti, aseguraba el lunes por la tarde a sus más allegados que ya estaba recuperado del golpe y dispuesto a seguir en la batalla. Incluso en la de intentar conseguir algún refuerzo en este mercado de enero. Lo tiene en 'japonés'. El club prefiere fichar en verano, pero no desespera. La única esperanza que alberga, lejana, medio imposible, es que el Liverpool, finalmente, cambiara de opinión y traspasara a Trent Alexander Arnold. Aunque tampoco es que el lateral de Anfield sea un prodigio a la hora de defender, todo lo contrario. Además, con tanto hablar de su futuro, atraviesa un momento de confusión que se refleja en su rendimiento. Independientemente de su anarquía defensiva, no se puede dudar de que se trata de un buen futbolista con un golpeo de balón fuera de lo normal.

El técnico italiano tiene una gran capacidad encajadora y cierta facilidad para recuperarse de las grandes desilusiones. Son momentos en los que se refugia en su familia y en los que habla poco. Casi nada. Siempre comenta que ya poco le puede hacer más daño que haber perdido una final de la Champions en la tanda de penaltis, después de ir ganando 3-0 al descanso (Estambul-2005).

Sobre su actual situación, Carlo es consciente de que cabe la posibilidad de que, hasta final, sea una temporada de altos y bajos. Partidos brillantes y encuentros decepcionantes. Al equipo, lo reconoce, le falta equilibrio y sin refuerzos continuará siendo difícil encontrarlo. Por más que trabaje un día sí y el otro también el balance defensivo y con todos los planes de juego posibles, ante equipos con calidad no es capaz de defender con una cierta seguridad y los rivales, mecánicamente, saben cómo hacerle daño. La realidad demuestra que el equipo es vulnerable cuando presiona arriba y también cuando se coloca en bloque bajo para buscar las transiciones. El centro del campo le trae a mal traer por su pasado de centrocampista. Y sobre la mínima aportación defensiva de los delanteros, prefiere no expresarse.