Bellingham resucita a medias a Mbappé y a un Madrid que se pone a punto

Había tantas ganas de que empezara el partido que arrancó con tres minutos de retraso. El público del Bernabéu no daba crédito… ¿qué estaba pasando? Si ellos sólo contaban los minutos para que se deshiciera el hechizo, que el Madrid fuese otra vez el Madrí, que Mbappé se pareciese por fin a Mbappé, o qué sé yo, al menos a su primo segundo. Y al fin inició, tras unos arreglos en el VAR y varios arqueos de ceja de 'Carletto'. Tenían muchísima prisa: por arreglar el desaguisado de Liverpool y morderle la Liga al Barça, ya a un punto, con un encuentro menos.

Y Bellingham fue el salvador. Resucitó al Real Madrid y a Kylian Mbappé pero sólo a medias. Sólo jugó una parte, y dio la impresión de que si hubiese seguido hubiese arreglado hasta problemas políticos. Marcó gol y le dio la mano al francés para que él hiciera el otro, el 2-0 definitivo, que secó a un Getafe pegajoso. Los de Bordalás pelearon hasta el final y le arrancaron algún silbido al Bernabéu, que premió los minutos de Raúl y Asencio y Dani Ceballos.

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¡Ay Mbappé! Fue el protagonista del partido. Lo iba a ser de todas formas. Desde la grada se le observaba como si todos fueran los padres del mismo niño, un niño del que todos temían lo que le pudiera pasar. Si fallaba este pase, si no controlaba como debería, si cayese de nuevo en fuera de juego, si pasaba frío.

Y en los primeros minutos todo lo posible saldría mal. Mbappé no era Mbappé, ni mucho menos. Era un futbolista vulgar. Que se atropellaba, se hacía chiquitito, y todos los padres de la grada sufrían. Hasta que en el minuto 38 Bellingham le devolvió a la vida. Le dio el pase perfecto, aunque no el más preciso, y Mbappé marcó un gol que le reconcilió con el pasado. Un golazo espléndido.

En la segunda parte Mbappé siguió fallando goles muy claros, pero dejó un detalle para la esperanza. Tras casi llegar a un centro de Fran García se tiró en plancha por el césped y maldijo dando golpetazos al verde con su mano derecha. ¡Ya empieza a asomarse la llama del francés! Pero paso a paso, como todas las tortugas.

Nos han cambiado a Dani Ceballos. ¡Y qué alegría! No es el jugador que conocíamos, demasiado acelerado muchas veces, como si tuviese que demostrar lo bueno que es en tan sólo unos minutos. Empalagoso en alguna conducción, precipitado. ¡Pero nada de eso! Ceballos fue justo lo que necesitaba el Real Madrid contra el Getafe.

Cuando el juego espesaba, aún en la primera mitad, el centrocampista merengue agarró el cuero y lo movió rápido. ¡Muy rápido! Y eso fue una sorpresa para los suyos y también para los rivales, que empezaron a sufrir el fútbol tenso del Madrid. Ceballos además agitó al cuadro de Ancelotti con pases largos con éxito y apretó en la recuperación. Distribuyó, en el sentido más preciso de la palabra, y se ganó el puesto, ahora que Camavinga y Tchouameni están lesionados.

A Bellingham le sustituyeron en la primera parte porque ya le dio tiempo a todo. El futbolista inglés se cruza Madrid entero en cada jugada, con sus cabalgadas de National Geographic, tan elegantes y tan productivas. El equipo de Ancelotti juega bien desde que Bellingham luce inspirado, partiendo desde la zona de interior izquierdo hasta donde él quiera.

Sus excursiones le llevaron hasta el punto de penalti, donde Bellingham firmó una obra maestra. Se aprovechó de sus dos talentos: su personalidad y sus piernas. Y en una pausa deliciosa clavó el 1-0 en el marcador. Después, para culminar su encuentro, hizo algo mucho más importante que regalar una asistencia: resucitó a un delantero. Al entregarle el pase que necesitaba Kylian Mbappé.

Al descanso Bellingham fue cambiado, dicen que de unos mareos, normal, tras un partido tan abrumador.