El Gobierno consuma el último lavado de imagen en la RFEF
"Es impensable que el representante del fútbol español en la Eurocopa sea un investigado". Son las palabras que pronunciaba hace diez días José Manuel Rodríguez Uribes, presidente del Consejo Superior de Deportes (CSD), después de confirmar que, a pesar de su insistencia y presión sobre el máximo organismo internacional, FIFA no movería ficha, tal y como el Gobierno deseaba.
Ante la falta de mando para suspender a Pedro Rocha y la Comisión Gestora —postpuesto para el próximo 30 de abril—, el CSD ha decidido tutelar la Real Federación Española de Fútbol. Ha pasado de intervenir, con la intención de suspender a quien hiciera falta, a tutelar. ¿Qué significa esto? Que el Gobierno pondrá a quienes proyecten mejor imagen al frente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) durante los próximos meses, dejará que Pedro Rocha y su nueva Junta Directiva sean nombrados y convivan "limitándose a la mera administración ordinaria" de la entidad, y chimpún. Mero control, lavado de imagen y cero cambios. Aquí paz y después gloria, que se dice en nuestro rico léxico castellano.
Aunque la ministra Pilar Alegría aseguró en el Senado el pasado martes que el CSD "adoptaría las decisiones necesarias que vayan en consonancia con la propia gravedad de los hechos", lo cierto es que al Gobierno, en función de lo anunciado, tan sólo le importa la imagen internacional. Con sus recientes decisiones, buscan que la candidatura del Mundial 2030 se vea lo menos perjudicada posible y en unos meses, cuando todo el ruido haya pasado, todo siga igual en una Federación que habrá elegido presidente para los próximos cuatro años con el mismo sistema asambleario y clientelar con el que lo hacía hasta ahora.
Pero la solución no pasa por un lavado de imagen. Ni siquiera por la suspensión provisional de Pedro Rocha. La solución pasa por que quien tiene en su mano cambiar las cosas, realmente lo haga. Pasa por que quien puede modificar de verdad la ley del deporte, la redacte con un equipo de asesores que tengan intereses muy distintos a los que tenían Alejandro Blanco, Luis Rubiales u otros presidentes federativos que intervinieron en el nuevo texto.
Por que quien puede firmar una Orden Ministerial se enfrente a quienes tratan de perpetuarse en las federaciones deportivas y ofrezca un proyecto disruptivo para que sean los federados de cada deporte quienes elijan democráticamente a sus representantes nacionales.
Pasa por pedir auditorías paralelas para llegar al fondo de una gestión que ha avergonzado a todo el país.
Pasa por evitar modelos que podrán ser copiados en el resto de instituciones deportivas, a las que el mensaje que se les manda es bastante directo: hagan ustedes las tropelías que consideren, que aquí no pasará nada. Y si el escándalo trasciende las fronteras, ya pondremos a algún deportista entrañable a que nos represente para que parezca que las cosas han cambiado.
Y sobre todo pasa por pedir responsabilidades, algo que en el CSD no es habitual. Y si no que se lo digan a los máximos dirigentes cesados en la agencia española antidopaje, que cambiaron de destino y no tienen siquiera un expediente administrativo sancionador abierto por la gestión que ha dejado positivos en dopaje sin cubrir durante años.
El CSD ha dejado escapar la mayor oportunidad de las últimas décadas para transformar de verdad nuestro deporte. Ha preferido dejarse asesorar, una vez más, por Alejandro Blanco, presidente del Comité Olímpico Español (COE), quien ha intensificado su influencia en todas las partes en los últimos días para llegar a un acuerdo que contente a todos, incluido el CSD. Ya le vimos sorprendentemente reunido con Pedro Rocha en un hotel de Madrid horas antes de que la UCO asaltara la Ciudad del Fútbol. Por eso han ideado el nombre de una comisión que sólo servirá para dar una mejor imagen y tener atado en corto a un Rocha que se ha mantenido firme y ha descartado dar un paso a un lado a pesar de que se lo han pedido por activa y por pasiva tras las palabras de Uribes.
Pero no se engañen. Esto no es de ahora. Recuerden cuando José Manuel Franco Pardo, por entonces presidente del CSD, no movió ficha alguna tras conocer que Rubiales había ocultado el contrato de la Supercopa de España con Arabia a su Junta Directiva y al mismísimo CSD. O cuando Víctor Francos, su sucesor, se revolvió como pudo para evitar que el CSD tuviera que inhabilitar a Luis Rubiales, aprovechando que la ley del deporte no estaba regulada —y sigue sin estarlo—. Tuvo que ser FIFA, esta vez sí, quien suspendiera al expresidente porque el Gobierno no quiso intervenir.
Coraje no le faltó a Francos, en cambio, cuando obligó a un grupo de jugadoras, las recientes campeonas del mundo, a asistir a una convocatoria ante la que se habían plantado si las cosas no cambiaban en nuestro fútbol. Entonces al predecesor de Uribes, que ya sabemos cómo y por qué terminó, no le faltaron dotes de mando para amenazar a las jugadoras públicamente con una gran sanción que podría acabar con sus carreras como futbolistas. Me recuerda aquello también a la capacidad que tuvo el CSD de pasar de verdugo a mediador en cuestión de horas en la llamada Comisión Mixta. Algo similar a lo que ha sucedido ahora. Quien realmente permite lo que ocurre, cuando las cosas se ponen feas, se convierte en el salvador de una situación que es responsable, y en el fondo, no cambia . Tan sólo de cara a la pasarela.
Ni "seriedad" ni "determinación" ni "responsabilidad", como dicen en su comunicado. El colmo es que hayan creado y divulguen como solución una comisión de cuyos miembros tampoco dicen nada, ni cuántos ni quiénes. Estará siendo difícil, entiendo, convencer a alguien para que represente semejante ridículo. Tomen nota de ellas. De las jugadoras. De Ana Muñoz. De aquellas que, cuando vieron que de verdad había que plantarse, lo hicieron. De aquellas que arriesgaron para motivar cambios reales ante la resistencia política e institucional que se ha perpetuado en los últimos años en torno a nuestro deporte. Tomen nota y dejen de tomarnos el pelo, por favor.