El fichaje más caro del Real Zaragoza y el más desgraciado: "Cuando explico lo que pasó, dejan de verme como un pufo"
Goran Drulic cuenta a Relevo cómo se lesionó al llegar, le quitaron dinero, recayó múltiples veces... y vio la muerte cerca en la carretera.
Goran Drulic vive de milagro. En noviembre de 2014 se estrelló con su coche contra un camión en Belgrado: "Diez centímetros más aquí o más allá y...". El impacto le provocó una hemorragia interna cuya fatalidad sólo evitó la intervención apresurada de los médicos. Al hospital, sin embargo, llegó en pie y caminando, antes de derrumbarse en la inconsciencia. Recuerda aquello, dice, como el protagonista de la típica escena de cine que ve las luces del techo subido en una camilla de urgencia, a la carrera por los pasillos del hospital. "Sobreviví, me dijeron, porque había sido deportista".
Había sido un futbolista, crecido en el Estrella Roja, que en 2001 fue el fichaje más caro de la historia del Real Zaragoza: 2.150 millones de pesetas (13 millones de euros). Llegó marcado por la estela rutilante de Savo Milosevic... y casi desde el primer día lo señaló la desgracia: le sisaron mucho dinero de aquel traspaso. Se rompió el cruzado de la rodilla a la semana de llegar. Hasta siete veces visitó el quirófano en su carrera. Entre tanto infortunio, ganó la Copa del Rey del Galacticazo (2004) y la Supercopa. En Bélgica, Grecia y en las ligas menores en Aragón alargó su carrera y recuperó la alegría del fútbol. Hoy enseña a niños a jugar... y, también, a proteger sus articulaciones. Goran Drulic conserva un aspecto fantástico: el de un tipo formidable en todos los aspectos.
En la memoria de todo el mundo ha quedado el nombre de Goran Drulic unido al de un traspaso fallido. Eso que de forma vulgar se llama pufo. ¿Cómo se siente cuando lo oye?
Vivo en Zaragoza, ésta es una ciudad grande pero, al mismo tiempo, de alguna forma nos conocemos todos. Y cuando la gente me pregunta por todo aquello, el traspaso... la gente siempre habla de dinero. Y es normal, lo entiendo, entiendo que cuando oigan mi nombre sólo se piense en ese transfer, porque yo no pude demostrar en esos cuatro años que estuve en el Real Zaragoza nada de lo que podría haber dado. Salvo el año de la Copa, que la jugué entera... a excepción de la final. Siempre me pregunto qué habría pasado si hubiera tenido la suerte de jugar esa final. Pero bueno, se dio así, mis compañeros la sacaron adelante y yo fui parte de aquello. Hablo con la gente y les cuento que pasé siete operaciones de rodilla. "¡Siete operaciones!, dicen...". Entonces se ponen un poco en mi lugar, y mucha gente se pregunta cómo puedo andar después de siete operaciones. Bueno, pues todavía ando y hasta corro un poquito. No sé qué pasará dentro de quince años, pero de momento ando y corro.
Siete operaciones...
Son muchas. Por no hablar de los pinchazos. Cuando digo esto sólo me entienden quienes han pasado por el proceso de recuperación de una o dos lesiones de rodilla. Cada vez que te sientes mejor, te da un pinchazo. Siempre cuando mejor te sientes. Un pinchazo, otro mes fuera. Y vuelta a empezar de cero. Así que, si le explicas todo esto a una persona, estoy seguro de que no se va a quedar con la idea del pufo. Esto me duele, la verdad: no haber podido demostrar nada como jugador del Real Zaragoza. Y me gustaría tener la oportunidad de un día entrenar en el Zaragoza, empezar desde los chicos y llegar hasta el primer equipo. ¿Por qué no? Yo pienso así. Tengo ese deseo y voy poco a poco, esperando que algún día llegue.
¿Le ha dado muchas vueltas a todo aquello? ¿Se ha imaginado cómo habría sido su carrera sin aquellas lesiones?
Buf, no me gusta mucho hablar de cómo era yo antes de la lesión. Pero, la verdad, cuando pienso en cómo era y el fútbol español entonces, creo que habría disfrutado mucho. Ahora cuando voy a La Romareda pienso cuánto me he perdido. Me he perdido mucho, de disfrutar en el campo, de mostrarle a la gente por qué vine aquí.
Su llegada al fútbol español se quebró a los ocho días de empezar la pretemporada: se rompió el cruzado de la rodilla derecha en un entrenamiento en Benasque. ¿Cómo recuerda esos momentos?
Llegué aquí con muchísimas ganas. Estaba a tope. Luego, con los años me he enterado de que a las pretemporadas no hay que llegar al cien por cien: siempre te dicen que es mejor empezar a un 55 o un 60%, porque luego con el trabajo te meten ese 40% que te falta. Pero yo vine demasiado fuerte. Nos fuimos al Pirineo. Sólo entrené normal el primer día. El segundo día me puse con 40º de fiebre. Yo no suelo tener fiebre. Si me pongo con fiebre, acabo en el hospital. El doctor lo sabía, sabía que me tenía que pinchar penicilina, que ahora está prohibida, porque no había manera de bajarme la fiebre. Estuve cinco días así. El séptimo día, entreno normal, jugamos un partidillo. Y el octavo día...
¿Cómo se asume un infortunio como ese en el momento en el que tu carrera va a despegar... y quedar marcado para siempre?
Pues imagínate. Estaba en la mejor forma de mi vida. Tenía más ofertas, por decirlo así, pero siempre había querido venir al fútbol español. Era un jugador de mucho movimiento, con mucho gol... y veía el fútbol español y me encantaba. Italia o Inglaterra lo veía de forma diferente, más raro para mí. Y cuando llega la oportunidad de estar donde quieres... Pensaba venir a Zaragoza, estar aquí cuatro, ocho años buenos, lo que fuera, y luego intentar ir a más, como cualquier jugador. Pero me pasó esto. Yo ya había tenido una lesión fuerte antes de venir a España. Así que en ese momento sabía lo que me esperaba, el proceso. Sabía que volvería fuerte, pero no podía esperarme que cada dos o tres meses tendría un pinchazo, o se me rompería el menisco, o el cartílago... Iba todo mal. La verdad, todo iba mal.
Ni siquiera fue con la pelota: se rompió en un ejercicio físico.
Con Sundgren teníamos una pelea fuerte, a los dos nos gustaba entrenar al máximo y nos picábamos el uno al otro en los ejercicios. Acabábamos los entrenamientos abrazados, riéndonos. El mister nos decía: "Esto me encanta, la lucha en el entrenamiento y luego el buen rollo". A la mañana siguiente, me pasó lo que me pasó. Y el mismo Sundgren iba detrás de mí en el ejercicio. Se puso enfermo: vio el giro que me había dado la rodilla, como nosotros lo vemos en la tele. Cuando me di la vuelta, estaba vomitando.
"Fue en un ejercicio, Sundgren venía detrás de mí porque siempre nos picábamos entrenando. Cuando me volví, estaba vomitando: había visto el giro que me dio la rodilla"
Ex delantero del Real ZaragozaUsted llegó recomendado por Savo Milosevic, que se había marchado del Zaragoza al Parma dos años antes. ¿Veía ese relevo como un reto que le empujaba aún más?
Cuando yo empecé a jugar en la selección de Serbia, por delante tenía tres pedazo de delanteros: primero Savo Milosevic, después Pedja Mijatovic y el tercero era Darko Kovacevic. Los tres, estrellas en el fútbol español. Tres personas impresionantes, lo primero. Darko entonces estaba en la Real Sociedad y con Savo los dos me hablaban mucho de España. Yo no tenía ni idea de que el Zaragoza tuviera interés en mí. En aquella época ninguno de nosotros tenía un representante: quizás alguno en el Estrella Roja, pero la mayoría de los que habíamos salido del fútbol base no teníamos representante. Nuestro representante era el club, el director deportivo y el presidente. Me fui de vacaciones y, cuando me quedaban una o dos semanas, me dijeron que nos íbamos para España porque había interés del Zaragoza por mí.
Varios dirigentes del Estrella Roja fueron procesados por malversación de dinero en su fichaje. ¿Alguna vez ha sabido qué pasó? ¿A dónde fue a parar el dinero de aquellos 2.150 millones de pesetas?
Hubo un movimiento muy raro de dinero. No sé qué hicieron, quiénes ni cómo lo hicieron. La policía investigó si yo estaba metido en todo eso o no. Me llamaron, tuve que declarar... Habían abierto una cuenta a mi nombre, después hacían firmas como para reflejar que yo había sacado el dinero. Pero todo se ha parado porque el presidente del país ha parado el caso, ha dicho que nadie es culpable, que el dinero se ha ido donde haya ido, que los acusados no tenían nada que ver. Yo tuve que ir, firmar para que vieran mi firma, decir dónde estaba tal o cuál día... en fin lo típico.
¿Sigue teniendo una buena relación con el Estrella Roja?
Cuando voy a Serbia, por los entrenamientos o tal del primer equipo no aparezco. Pero al fútbol base siempre voy. Estoy encantado y siempre en cuanto llego el utilero me da el chándal para cambiarme. Y me pongo con los chicos. Es lo que me gusta. Un día vi a un chico que, entrenando, se ponía 20 balones en el punto de penalti y se dedicaba a disparar, sin portero ni nada. Yo andaba por allí en chándal y le pregunté qué hacía. Él me miraba porque no sabía ni quién era, los padres no pueden entrar a los entrenamientos y nadie les habla a los chicos salvo la gente del club. Así que me miraba como diciendo: "¿Pero este tío quién es y por qué me habla?". Le dije: si trabajas algo, trabájalo de forma que lo conviertas en un automatismo. Y empezó a poner conos junto a los postes para tirar a los lados. Ahora ese chico está en el LA Galaxy, con Riqui Puig, el del Barça, se acuerda y aún hablamos y bromea sobre eso (se refiere a Dejan Joveljic). Yo me comporto siempre así con los chicos. Aquí en el Fútbol Indoor, o si voy a verlos jugar sus partidos: cuando les digo algo, con este acento serbio, saben que soy yo y saben por qué se lo digo.
En 2001 el Zaragoza ganó la Copa del Rey. Pero la temporada siguiente fue fatídica: primero, su lesión tras ser el fichaje más caro de la historia. Y al final, el descenso a Segunda en Villarreal: el primero del Zaragoza después de 25 años.
Aquello se me hizo muy duro: llegar y en el primer año, sin poder ayudar al equipo, bajar a Segunda División. Recuerdo el último partido en casa, contra el Barcelona, lo que hacía Santiago Aragón aún a su edad en el campo de fútbol, ufff. Ese partido metió un gol y dio un espectáculo... Yo pensaba: claro, cualquiera no puede jugar en el Real Madrid. En el vestuario, al final del partido había cuatro o cinco jugadores que sentían el Real Zaragoza de una manera especial, porque habían crecido aquí, y estaban llorando. Después estábamos unos cuantos que no éramos de aquí, pero nos sentíamos como si lo fuéramos. Yo los miraba y me imaginaba lo que sería descender con el equipo en el que he crecido, y me sentía muy parecido a ellos. Y había otros a los que simplemente les daba igual. Y eso duele.
El partido anterior en casa, contra el Celta, miles de personas rodearon la salida del vestuario y los jugadores tuvieron que esperar tres horas dentro de La Romareda para salir.
Dos o tres horas fueron, sí. Estábamos ahí dentro del vestuario, encerrados, hablando y yo les decía: a ver, a mí no me gusta que me peguen, como a nadie. Y no creía que fuera a pasar. Pero también había que entender lo que sentía la gente en ese momento. Al final salimos porque teníamos los coches, en aquella época, aparcados justo allí delante. Y recuerdo a un señor mayor que me decía: "Llevo 50 años de socio aquí". Y su única pregunta fue: "¿Os vais a quedar el año que viene para subir a Primera División". Y cuando le dijimos que sí, se tranquilizaron, se fueron contentos. Un año más tarde, celebrando el ascenso en la plaza de España, increíblemente volví a encontrarme con ese mismo señor, una persona mayor, que me abrazaba en medio de la fiesta. Lo vi ahí, metido en la fuente de la plaza. Hay que entender ese sentimiento.
El Zaragoza lleva ahora doce temporadas en Segunda División y todo ha cambiado. Pero aquel descenso resultó traumático después de tantos años. Nadie lo creía posible...
Vamos a pensar en lo positivo y mirar adelante. Ojalá el Zaragoza vuelva pronto donde debe estar. Estoy convencido de que será así, pero tenemos que trabajar todos y ayudar al club. Nunca he trabajado en el Zaragoza, pero me siento como un soldado: para mí sería un honor que el club me llamara para lo que fuera, cualquier cosa en la que pudiera ayudar. Lo haría encantado: ayudar a los chicos, a los futuros jugadores, o al primer equipo. Todos los que hemos jugado aquí y vivimos en Zaragoza estamos deseando ayudar al club.
Aquel fue un año muy convulso, con tres entrenadores: Chechu Rojo, Luis Costa y Marcos Alonso. ¿Cómo lo vivió el vestuario?
Un entrenador necesita tiempo. En aquella época cada uno de los que venía a los cuatro día de llegar empezaba con las multas. Y así no hay forma: te pones al vestuario en contra enseguida. Y la cosa es muy clara: el señor que está en el banquillo, si los jugadores no rinden y llevan al campo lo que él dice, en un mes está fuera. Por eso el entrenador debe encontrar el equilibrio. Antes estaban él, el segundo y el preparador físico. Y ahora en cada equipo técnico hay cinco o seis personas. Fue un año muy difícil. El año siguiente, en Segunda, llegó Paco Flores y el trato era distinto. Desde el primer día nos decía: "Ya sé que de matemáticas andáis flojos todos, pero os voy a decir: si me sacáis nueve puntos cada mes, os pago una cena a todos donde digáis. Si no, me la pagáis vosotros a mí". Y lo hacía. Sacábamos los puntos y nos invitaba a cenar. Y daba igual donde le dijéramos, si era más caro o menos, no le importaba: íbamos todos a cenar y Paco las ponía.
Con Milosevic llegó a jugar cuando él regresó el año del descenso. Y luego, a la vuelta a Primera coincidió también con David Villa. ¿Qué sentía con esos fenómenos alrededor?
Los dos fueron felices aquí y su fútbol creció mucho. Nada más llegar, el primer día Paco Flores nos agarró a los demás atacantes y nos dijo: "Para que lo sepáis: David Villa es el primer delantero. Vosotros estáis por detrás y vais a tener que pelear por vuestros minutos". Y tuvimos que afrontarlo como profesionales. En el partido de Copa contra el Betis, el preparador físico (Ramón Catalá) me contó antes del partido que David no iba a jugar, querían darle descanso y tal. Y Flores me puso a mí. Antes de salir me dijo: "A ver, serbio, porque él me llamaba así: no te voy a decir nada, pero quiero que me calles la boca y me demuestres por qué te fichó el Zaragoza". Se dio la vuelta y se marchó. Salí, jugué y me salió buen partido. También contra el Barcelona, cuando me hizo el penalti aquel Gerard. Pero no tuve la fortuna de meterla dentro.
¿Ese año se sentía físicamente bien?
Muy bien. Pero el año siguiente, otra vez vuelta a lo mismo. Al poco de empezar, el gemelo. En fin, lo mismo: vamos a hablar de algo positivo.
La temporada 2004 fue la única en Zaragoza que pudo disfrutar algo.
Ese año no tuve ningún problema en toda la temporada. Pasaba mucho tiempo en el gimnasio con Michel Román, reforzaba isquios y cuádriceps. Pero luego vino Manuel Lapuente (preparador físico con Víctor Muñoz) y trabajé con él de una forma en la que nunca lo había hecho: con poco peso, pero muy rápido. Eso me vino muy bien. Después, cuando me fui a Bélgica y Grecia, allí seguí con ese tipo de trabajo y en esos tres años no tuve ningún problema. Lo que debería haber disfrutado en el fútbol español, lo disfruté fuera.
Fichó primero por el Lokeren y después por el OFI Creta. ¿Le sirvieron esos años un poco como redención?
En Bélgica tuve problemas con la humedad del clima, porque me sufrían mucho a las rodillas, tenía un dolor constante. Pero no me lesioné ni una sola vez. Estaba jugando muy bien, tenía buen contrato, un año más tres: pero le dije al presidente que no podía seguir, se me hinchaban, era imposible. Y después, en Grecia fue espectacular. Y eso que allí tenía un entrenador alemán (Reiner Maurer, llegado del Múnich 1860) y entrenábamos el doble de fuerte que aquí. Pero no tuve ningún problema, ningún problema.
"En La Muela me rompí la rodilla en el baño, haciendo 'skipping'. Salí y le dije al entrenador: "Me he roto". No se lo creían, me decían: "¿Pero es posible?". Y sí, con mis rodillas, sí"
Ex delantero del Real ZaragozaEn Creta aún ganó más continuidad: 41 partidos, 13 goles. ¿Ahí se sintió de nuevo Goran Drulic, la promesa de Negotin?
En Grecia me lo pasé muy bien los dos años y medio que estuve. Y eso que allí me fui a probar. El entrenador alemán me dijo: "Te respeto mucho, pero necesito ver si tus rodillas pueden aguantar mis entrenamientos: ven para acá, entrenas un par de días, después jugaremos un partidillo y ahí decidimos tú y yo". No es por nada, pero los griegos entrenando son muy vagos: técnicamente están bien, pero son vagos. Y yo me llevaba todo por delante, ellos no tenían un delantero así. Ese partido lo jugamos contra un equipo de quinta o sexta división, yo que sé: gente que venía al campo de trabajar. En la primera parte ganábamos 17-0. Así que a los diez minutos el entrenador me quitó: "Ya he visto todo lo que necesitaba", me dijo. Pero el presidente estaba reticente, quería verme más porque decía que esa prueba no era real. Yo tenía el billete para volver, me acompañaron al aeropuerto y bueno, el entrenador me dijo: "El presidente es así, ya veremos". Al final fiché y me quedé ahí dos años. Después me fui al Kabala con el mismo técnico. Y aún me hizo una oferta para marcharme también con él a Chipre, pero ya me volví a España. Mis hijos eran pequeños, mi mujer no se adaptó bien ahí. Fue duro. Y además ya tenía 32 años.
En 2009 probó con el Huesca, a su vuelta. ¿Por qué no salió?
Hice la pretemporada y, sinceramente, estaba muy bien preparado. No tenía problemas. Pero entiendo que al final el Huesca decidió otra cosa. Así que dejé el fútbol profesional y me fui a La Muela, con Iván Martínez.
Hasta allí lo persiguió la maldición, ¿no?
Volví a España para jugar ya no como profesional, sino para disfrutar lo que me aguantase el cuerpo. Y me lo pasé genial. En cuatro años subí de Tercera División a Segunda B con cuatro equipos diferentes: La Muela, Andorra, Tarazona y Sariñena. Pero sí, ahí tuve la última rotura de la rodilla. En el último entrenamiento antes de empezar el playoff... me fui a Tenerife a jugar ese partido con la rodilla rota. En el vestuario se reían todos porque me pasó en el baño. Dos minutos antes de salir a calentar: estaba en el baño haciendo un skipping y se me fue la rodilla. Salgo y le digo a Emilio (Larraz, el hoy entrenador del Real Zaragoza B): "Emilio, que me he roto". Y él: "¿Cómo?". "En el baño, ahora, se me ha ido la rodilla". Me la miraron y la rodilla bailando. Con los tacos, se me fue. Bueno, quien ha sentido esto sabe de lo que hablo. Todos mis compañeros preparándose para salir al campo y me decían: "¿Esto es posible?". Pues, sí, con mis rodillas, sí.
Tras retirarse, el deseo de ser entrenador se cruzó con el momento más dramático de su vida: el accidente de circulación. ¿Qué pasó?
Estaba en Serbia sacándome la licencia A y trabajaba como informador para la federación. Y pasó lo que pasó. Ahora me sonrío porque... sobreviví. El 11 del 11 hicieron justo diez años. Fue sobre todo duro para mi mujer y para mis hijos. Ella intentó ocultárselo a los chicos, pero se enteraron en el colegio. Fue rápido y duro. Parecía una broma, pero tenía dos litros de sangre en la tripa. Me tuvieron que operar súper rápido y limpiarme todo. Y ahí estuve, pendiente de si iba a vivir o no.
¿Tuvo plena conciencia de la gravedad del accidente?
Sí, estuve muy cerca. A cien por hora se me cruzó un camión cargado de troncos. Le pegué por detrás y, por suerte, no me metí debajo. Porque si me meto, los troncos me cortan la cabeza. Dentro de lo malo, una cosa buena: eso salió bien. Entré en el hospital andando y con las dos maletas en la mano. Tenía la tripa llena de sangre. Dejé las maletas y, justo cuando me sentaron para hacerme una ecografía... se fue el mundo. Me mareé, sentí frío y la sangre se me fue por todo el cuerpo. En dos minutos el doctor dijo: nada, preparadlo ya, ya. Era como una película: van corriendo contigo en la camilla y te meten de urgencia. Aún hablo con el anestesista que me tocó aquel día: él estaba en la cena de su boda y lo llamaron para que viniera corriendo. Y ahí dejó a su mujer y todo. Porque era su trabajo. Estuve dos semanas en el hospital, pendiente de que si a la semana no estaba todo bien, tenían que volver a operarme. Pero salió todo bien. Y bueno... le puede pasar a cualquiera. Y yo podría estar ya en el otro mundo: pero he sobrevivido y estoy aquí. Feliz.
"Se me cruzó un camión con troncos y le pegué por detrás: si me meto debajo me cortan la cabeza. Tenía dos litros de sangre en la tripa y ahí estuve... pensando si iba a sobrevivir o no".
Ex delantero del Real ZaragozaFeliz y siempre cerca de la pelota. Ha trabajado con diferentes clubes, como técnico y como director deportivo, además de la formación de niños.
Hace dos años me fui a Serbia para sacar la licencia Pro y estuve trabajando en el Estrella Roja, llevando cadetes, juveniles y división de honor. Una vez que terminé ese proyecto, por llamarlo así, volví a España. Mi familia se había quedado aquí. Podía haber seguido en Serbia, pero no tenía ganas, prefería probar suerte aquí, poco a poco, y esperar a que un día llegue la oportunidad.
¿Cómo es el Drulic entrenador y formador?
Si te quedas por aquí un rato me vas a ver: se me oye, se me oye. De vez en cuando en casa me dicen que baje la voz. Soy agresivo, duro pero en plan bien. Me gusta darlo todo, a veces puede que sea demasiado: es mi carácter. Y todo para ayudar a los niños, que es lo único que quiero. Y que ellos lo vean. En la formación llevo ya años metido, trabajando para el Racing Zaragoza, aquí también. He dirigido equipos de la antigua Regional Preferente... Pero cuando veo cosas que no se hacen como hemos hablado, me aparto. A ver si un día tengo la oportunidad de entrenar un equipo, digamos, serio.
Todas aquellas experiencias tan frustrantes, ¿han dejado alguna enseñanza que sea posible transmitir a los chicos?
Si veo a un niño con una bota que no es adecuada para un campo de césped artificial, le pregunto, directamente. A él y a su padre. Yo de niño entrenaba en tierra y ahí no tienes ningún problema. Los tacos salen, giran contigo si el cuerpo gira... Pero los tacos en hierba artificial se agarran, no rotan bien y eso es peligroso. Me peleo mucho por esto con los papás, por no hablar en los equipos que he entrenado yo. No se trata de comprarle a un chico una bota que vale pasta. Con todo el respeto, ni que sea la bota de Messi, ni la de Cristiano ni nada. Porque dentro de diez años ese niño va a estar peor que yo. Tenemos que ayudar a los niños a no tener problemas. Tenemos que cuidarlos.