Jugó desde los 23 sin cruzado y tenía al vestuario celoso porque no entrenaba: "'Estás todo el día en la camilla', me decían; Si tú supieses..."
César Laínez se quedó sin cruzado por culpa de una bacteria de quirófano. Se retiró a los 28 años, entre lágrimas y con dos Copas del Rey bajo el brazo.
El Real Zaragoza es un club histórico en nuestro país y, como cada club con solera, tiene en su hemeroteca una larga lista de leyendas que vistieron la camiseta blanquilla. Diego Milito, Pablo Aimar, David Villa, Cafú, Piqué, Ander Herrera, Valdano, Morientes, Rijkaard... La lista sigue y sigue. Quizás un escalón por debajo se encuentran esos nombres que no han tenido una carrera de tanto postín en el fútbol europeo, pero que son mucho más queridos por la afición del Zaragoza.
Uno de esos jugadores es César Laínez (Zaragoza, 47 años), portero de aquel Zaragoza que levantó dos Copas del Rey en el inicio de los años 2000. Su grave relación con las lesiones de rodilla certificó una retirada temprana a los 28 años. "Los doctores me han dicho que mi vida cotidiana puede peligrar, tengo que pensar en el futuro y lo que quiero es poder correr detrás de mi hijo el año que viene", dijo el día de su adiós. Laínez se fue con lágrimas en los ojos, dos Copas bajo el brazo y con el mayor orgullo que puede tener un maño: haber sido pregonero de la Fiestas del Pilar.
Su historial de lesiones está recogido en un reportaje sobre las vivencias que ofrece una rotura de cruzado publicado hace unos días, pero su historia merece un árticulo en si mismo. El caso de César es muy particular, la primera vez que se rompió uno de los ligamentos de su rodilla estaba en el colegio. Como futbolista del Zaragoza volvió a lesionarse, esta vez con la mala suerte que sufrió una infección por culpa de una bacteria de quirófano. Por culpa de esa bacteria se quedó sin cruzado y, sin saberlo, consiguió ganar una Copa del Rey al Real Madrid sin tener ligamento en una de sus rodillas.
Una vez supo que la bacteria se había comido todo su cruzado, mantuvo el secreto varias temporadas hasta que se vio obligado a retirarse. "'¿Este por qué hace menos?, ¿por qué juega él y nosotros no, si entrenamos más?' Yo entiendo que muchos compañeros pensasen algo", opina, echando la vista atrás. Ahora, después de casi tres temporadas como entrenador del filial del Zaragoza, y salvar del descenso al primer equipo en 2017, se ha convertido en el comentarista de referencia para pulsar la actualidad del equipo.
Tu relación con las lesiones viene de largo por lo que tengo entendido.
La primera lesión de rodilla fue a los 16 años, el día antes de ir con la Selección Sub-16 al campeonato europeo de Turquía. En el colegio hice una entrada a canasta y me hice una tríada en la rodilla derecha (menisco, lateral y cruzado). Hablamos de los años 90, en ese momento se abría entera la rodilla y en aquella época salir de esa operación era casi un éxito. Estuve seis meses apartado hasta que puedo volver a jugar al fútbol.
Esa lesión derivó en otros problemas en la rodilla izquierda
Sí. Cuando una rodilla se desestabiliza se tiende más a apoyar en la otra y se hacen gestos raros. Según voy avanzando categorías en el Zaragoza surgen molestias y a los 20 años me vuelvo a romper el cruzado, en este caso el de la rodilla izquierda. Me lo explicaron así. El ser humano apoya más, hace más gestos con la rodilla 'sana'.
¿Cómo fue la operación en mitad de tu ascenso por las categorías inferiores de la Selección?
En el segundo cruzado la recuperación es menor. Consigo reaparecer en el Mundial Sub-20 que jugamos en Malasia en 1997. Sigo bien, pero en el año 2000, con la Sub-21 en Eslovaquia, conseguimos la clasificación a los Juegos Olímpicos [Sídney 2000]. En esa concentración choco con Dani Aranzubia y noto una molestia en la rodilla. El entrenador [Iñaki Sáez] quería que estuviese en esos Juegos pese a la molestia. Me caso nada más volver de la concentración. En las fotos de la boda salgo en muletas y todo. A los 15 días me operé en Madrid y se ve que me he astillado el menisco. Durante la operación pillo un virus de quirófano. Empiezo a tener unas fiebres tremendas y la rodilla inflamada, pero lo localizamos rápido. Yo creía que lo solucioné.
¿Qué pasó con esa bacteria?
Por la operación no puedo ir a esos Juegos Olímpicos, pero consigo asentarme en la élite. Juego la Copa del Rey en Sevilla contra el Celta de Vigo [0(5) - 0(4), victoria del Zaragoza por penaltis]. Con el tiempo noto inestabilidad en la rodilla. Ya con 23 años tuve la confirmación que en una de las rodillas no tengo cruzado. El propio virus se había comido el ligamento.
¿Cómo fue jugar sin cruzado hasta que terminas retirándote del fútbol?
Yo sigo jugando. Mientras tanto visito al Doctor Guillem y al Doctor Cugat. Cugat me dijo: 'Tienes las dos rodillas operadas, si te opero no te aseguro que te vaya a ir mejor. '¿Eres capaz de jugar así?', me preguntó. Cuando sabes que estás lesionado, eso te afecta a la cabeza. Sabía que forzarme a jugar iba a generar una artrosis prematura y por eso le di muchas vueltas a la cabeza. Sabía que tarde o temprano se iba a acabar. Juego los últimos dos años sin ligamento cruzado. La rodilla no tiene estabilidad. Jugué Copa del Rey, liga y Europa League, por eso en dos años me cepillo la rodilla entera.
¿En qué momento tomas la decisión de retirarte?
En Inglaterra, en una pretemporada, se me empiezan a soltar trozos de cartílago. Intentamos limpiar la rodilla. Tenía que estar de lunes a viernes sin hacer nada para poder jugar el domingo. El último año nos sentamos y decido que tengo de dejarlo porque no puedo estar en la élite. La rodilla no da para más. El club intentó estirar los plazos, pero yo no me veía para eso. Era el momento de echarse a un lado.
¿Cómo fue las conversaciones con los médicos?
Con 27 años me hacen una revisión y los médicos de la seguridad social me preguntan que cómo he podido jugar así. Con 17 años comencé a convivir con el dolor, pero el fútbol todo lo compensaba. Cuando se acerca el retiro, no me veía para competir y por eso me empieza a doler incluso más. Ya tenía en las dos rodillas degeneración de cruzado y en la izquierda ni tenía. Tengo una incapacidad total, no tuve ni que pasar la valoración. Con las resonancias y radiografías dictaminaron que era incapaz de jugar al fútbol y de hacer ningún deporte.
Volviendo a la tríada de rodilla en el colegio, leí que tu desarrollo físico permitió que te recuperases. ¿Es así?
Tuve la suerte de crecer muy pronto. Las fotos de inferiores en Zaragoza lo ilustran. En infantil los compañeros me llegaban al pecho y en cadetes al hombro. Llegué al 1,81 metros con 12 años. Con la primera lesión el diagnóstico era hacer una radiografía para saber si habían terminado de cerrar los huesos. Por suerte habían cerrado ya y se pudo operar.
¿Cómo fue seguir esas temporadas en la élite pese a no tener cruzado?
Siempre puse la profesión por delante de físico. Ya dicen que los porteros están un poco locos, pero el miedo desaparece. Esa etapa la viví gracias a la discreción y los fisios, hicieron que el proceso fuese más amable. Gracias a ganar la Copa del Rey en Sevilla en 2001, el año siguiente jugamos Copa, Europa League y liga. Pase estar en la rotación del equipo a jugarlo todo. El domingo jugaba con líquido en la rodilla y tenía que drenármelo para volver a competir en el miércoles. Si tenías otro golpe el viernes, vuelta a drenarte otra vez. La gente que me rodeo me dieron las mejores condiciones siempre.
Guardaste el secreto hasta tu retiro.
No se supo nada hasta el día de mi retirada. En una resonancia rutinaria vemos que el cruzado había desaparecido por la bacteria. Eso no lo puedo decir. Ni los compañeros lo sabían. Hasta que me retiré no fue nada público. Lo sabía el médico, los fisios y los readaptadores. Se llevó en secreto. La final de Montjuic [final de Copa contra el Real Madrid (3-2)], la juego sin ligamento cruzado, si lo llego a saber... ¡Que jugué alguien con cruzado!
¿Cómo es el momento en el que te enteras que no tienes cruzado?
Al principio notaba algo, pero como no me había hecho una resonancia, pues se quedaba en una molestia. Cuando me entero es un shock, en ese momento tenemos un montón de reuniones. El Doctor Cugat me sentó y me dijo: 'Has jugado 42 partidos sin ligamento, ¿cómo ha sido tu nivel?'. 'Creo que bien', le respondí. Entonces me soltó: 'Pues adelante, para qué te voy a operar'.
¿Cuándo le comunicas la decisión a la plantilla?
Se sorprendieron cuando yo tomo la decisión. El último año lo tengo todo lleno de médicos, intentando recuperarme. Iba a entrenar y me decía Cani [Rubén Gracia]: 'No juegas, vienes a entrenar, y estás contento'. Yo estaba contento porque sabía que esto se me iba a acabar. Era alargar la fecha de caducidad interna que tenía. Entraba a las 8:00 y me iba a las 14.30. En esa época la gente se iba mucho antes, yo era un raro. 'Estás todo el día en la camilla, estás muy mayor', me decían. 'Si tú supieses', pensaba.
¿La plantilla no se 'olía' nada de tu lesión?
Hubo momentos de tiranteces con compañeros de portería, porque había ejercicios que yo no realizaba. El entrenador sabía de mi lesión, pero los otros porteros no. '¿Este por qué hace menos?, ¿por qué juega él y nosotros no, si entrenamos más?'. Yo entiendo que muchos de los compañeros pensasen algo. Todo se supo al final. Yo comprendía que estuviesen 'mosca', pero no podía decir lo que sucedía. No era cuestión de ser jeta ni de entrenar menos, si no de convivir con la lesión.