El Girona reescribe la columna de L'Équipe con su presentación en Europa: "Siempre nos quedará París"
Los de Míchel cayeron con orgullo en el Parque de los Príncipes. Llegaron a la capital francesa como 'desconocidos' y se marcharon habiéndose ganado el respeto.
"El hotel es como el de Miranda de Ebro", bromeaba un trabajador del Girona a primera hora del miércoles. Lo hacía, claro, después de haberse asomado a la ventana al despertarse y tener en primer plano la Torre Eiffel. Durante la mañana, Oriol Romeu se mezcló entre los turistas para verla de cerca y Quique Cárcel salió a correr para despejar la cabeza. Todos fingían normalidad aunque sabían que, de normal, no había nada. El Míchel trajeado que se presentó al Parque de los Príncipes así lo evidenciaba.
"Una nueva historia", titulaba L'Equipe en portada. El periódico francés no le dedicó unas líneas al Girona hasta la página 13. Al club catalán le reservaron una pequeña columna, en que repasaba los cambios de nombres en el mercado y describía brevemente la ideología de los de Míchel: "La idea sigue siendo la misma: jugar sin complejos en la escena europea [...] Son capaces de todo". La mayoría de los franceses les veían como los invitados a una fiesta donde nadie les esperaba.
Al final del partido, Luis Enrique, que en la previa se describió como un "fan" del Girona y de Míchel, se sinceró: "Lo que ha costado... Se lo he dicho a Míchel al acabar: 'Esto ha sido peor que un parto'. He sufrido muchísimo. En general hemos sido superiores al Girona pero ha mostrado momentos en los que nos ha hecho un rondito y nos ha mareado". Lo decía, entre otras cosas, por una jugada pasado el minuto 30 en que los catalanes .
Y lo hizo con Stuani como titular, tal y como prometió Míchel meses atrás. "¡Ni Suárez ni Cavani, Christian Stuani!", clamaban los 900 desplazados a París, que también le han dedicado a su capitán una versión de la Potra Salvaje. Con el uruguayo en punta, el Girona tuvo tramos en que pudo hacer florecer su juego. Saliendo desde atrás, desde Gazzaniga, proyectándose con un siempre móvil Miguel, agarrado a la mejor versión de Oriol Romeu y con el versátil Iván Martín. Por delante, un Tsygankov y Bryan Gil que apuntalaron el ataque.
Nada que reprochar en un vestuario con sensación de amargura
No tuvo el Girona ocasiones claras, pero el dominio durante el segundo tramo del primer tiempo pareció acercarle al gol. En la segunda parte, a los de Míchel solo les quedó resistir. Quedaron atrapados en la presión de Luis Enrique y se abrazaron a un Gazzaniga que se quebró en el último aliento del partido, dejando un sabor amargo en el vestuario. Antes había salvado un par de goles claros. "El equipo ha hecho todo lo que ha podido para sacar un resultado positivo. No hay absolutamente nada que reprochar. La sensación en el vestuario era de amargura", explicó Stuani.
También desde el otro lado, en palabras de Achraf, reconocieron la buena puesta en escena gironina. "El Girona nos ha intentado quitar el balón. Han mostrado bastante personalidad con balón y sin balón, viniendo a presionar y al sacarlo. No tenían presión alguna", valoró el lateral. Míchel hizo posible que el Girona mirara a la cara a todo un PSG. Los primeros, con un estadio que han tenido que acondicionar a la competición de las estrellas. Los segundos, a un infinito en cuanto a presupuesto se refiere, con una habitación de hotel dentro del mismo estadio.
"He recordado viniendo a este estadio el día de Tenerife, todo el año en Segunda. Después de tres temporadas estamos en un partido de Champions", reflexionaba Míchel horas antes del pitido inicial. También Roger, de 13 años, uno de los 900 aficionados que viajaron a París. "Venimos de Roses. Ayer acabé el entreno, fui hasta Montilivi y luego cerca de 12 horas de viaje, durmiendo fatal. Pero todo vale la pena porque esto es algo único. Yo voy desde pequeño a Montilivi con mi padre, cuando jugábamos en Segunda y perdíamos playoffs. Y ahora, jugar en París, es muy emocionante", explicaba el chico.
Ahora la nueva realidad gironina es jugar cada tres días. La nueva realidad es marcharse a casa con un mal sabor de boca después de perder contra Barça y PSG en menos de una semana. Aunque ya avisó Míchel de que no se comería la cabeza con los partidos de Champions. "A partir de las 12 no hay que pensar en París… aunque siempre quedará París", cerró con una sonrisa llena de orgullo.