¿Por qué los ciclistas españoles viven en Andorra? No es solo un tema de impuestos
Una parte significativa del pelotón profesional reside en el Principado pirenaico por motivos que van mucho más allá de las notables ventajas fiscales.

Andorra La Vella. - En la íntima conferencia de prensa de Arkéa-Samsic previa a La Vuelta, el ejidense Cristian Rodríguez sorprende a los presentes al revelar que ahora vive en Andorra. "Tuve un punto de inflexión en lo personal a principios de año" -aduce- y me mudé. Me he llevado una sorpresa muy positiva. Tenía un poco de miedo porque, al ser del sur, estoy acostumbrado a un clima cálido e imaginaba que aquí haría mucho más frío, que lloviera más a menudo… Pero no ha sido así. Me he adaptado bien y me encanta estar aquí. De hecho, me he pasado todo el verano a Andorra; sólo he bajado a Almería una semana, en junio, para pasar las vacaciones en la playa".
Cristian Rodríguez no es el único ciclista español que reside en Andorra. También están ahí Enric Mas, Iván García Cortina, Juan Ayuso, Juan Pedro López, Carlos Verona o Juan José Lobato; ciclistas de clase alta, y también de clase media. Y, si abrimos el foco al panorama internacional, nos encontramos los ejemplos de Jai Hindley, Eduardo Sepúlveda, Robert Gesink, Santiago Buitrago o George Bennett.
Durante el confinamiento, el gobierno andorrano estimaba en 48 el número de profesionales residentes en el Principado. La cifra de quienes se desplazan allí unas semanas al año para entrenar es directamente incalculable. En pocos sitios se encuentra una concentración así de ciclistas: si acaso, en otros lugares fiscalmente ventajosos como Mónaco o San Marino; o en paraísos para pedalear como Alicante, Girona o Niza. No obstante, el catálogo de razones para vivir en Andorra va mucho más allá de los impuestos bajos. Os las explicamos…
Las razones económicas: 10% vs 47%
Es el principal incentivo para mudarse; pocas personas lo niegan. En Andorra, el tipo máximo del Impuesto sobre la Renta es del 10%; en España, del 47%. Así, un ciclista que perciba un salario anual de 400.000€, que sería la cotización aproximada de alguien situado entre el puesto 100 y el 200 del ránking UCI, pagaría 188.000€ de IRPF en España… y 40.000€ de IRNR en Andorra. También el tipo general de IVA es diferente, y menor: 4,5% en Andorra por un 21% en España.
Para poder ser residente fiscal pasivo (esto es, sin trabajo) en Andorra, una persona debe percibir un salario superior al 300% del salario mínimo del Principado, fijado en 1.158€; disponer de una cuenta bancaria en un banco local; realizar un depósito de 47.500€ ante la Autoridad Financiera de Andorra; y poseer una vivienda, ya sea comprada o alquilada. Para poder conservar esta residencia fiscal pasiva, la persona debe pasar 90 días al año en Andorra: una cifra sencilla de conseguir para un ciclista, por cuanto pueden realizar en el país sus concentraciones en altura y además suman para el cómputo los días de trabajo en desplazamiento (como sería, por ejemplo, una carrera). Otra cuestión es no pasar más de 180 días al año en otro país: en caso de hacerlo, las autoridades fiscales tendrían base para suponer un fraude.

El trámite de alquilar una vivienda no es nada sencillo, toda vez que el mercado inmobiliario está muy saturado. Ahora mismo, el alquiler de un piso sin amueblar de 70 metros cuadrados, con dos habitaciones, dos baños y una plaza de aparcamiento, oscila entre 1.150 y 1.500€ en función de la zona. Ese 'nivel de vida' superior al que se puede encontrar al otro lado de los Pirineos se expresa también a la hora de consumir, con precios similares a los de cualquier capital como Madrid o Barcelona. Sólo en los artículos de lujo se percibe una diferencia positiva.
Los bajos impuestos tienen su contrapartida en la carencia de servicios públicos. Un residente fiscal pasivo está obligado a contratar un seguro médico privado y un plan de pensiones, toda vez que no cotiza en Andorra y por tanto no dispone de acceso a los sistemas de sanidad ni pensiones. Sólo tendría derecho a escolarizar a los menores a su cargo.
Las razones deportivas: altitud y puertos
"Lo bueno de Andorra es que sales de casa y vayas donde vayas hay un puerto". La frase es de Gonzalo Serrano, corredor de Movistar Team residente en Madrid y conocedor del Principado. Los primeros ciclistas que lo frecuentaron para entrenar lo hicieron atraídos por la altitud: si bien Andorra La Vella está a unos 1.000 metros sobre el nivel del mar, núcleos como Soldeu se encuentran a 1.800 metros, en unas condiciones de hipoxia favorables para estimular la producción de glóbulos rojos e incrementar el rendimiento físico.
Thats a wrap from Andorra, the final week at training camp with a visit from management. Now to see if it was all worth it, next up Tour de Suisse!https://t.co/t1E51hdpvS#tdf2023 #altitudecamp #training #okes #Belekker pic.twitter.com/nMXcGkDQHU
— Daryl Impey (@darylimpey) June 6, 2023
La calidad de las carreteras es notable; "limpias y amplias", según el ucraniano Mark Padun, de EF Education-EasyPost. La mayoría de ellas están muy cuidadas por llevar a estaciones de esquí. Luego está la variedad de puertos: desde empinados, como la Gallina, a otros más tendidos, como el propio Ordino que se subió en la tercera etapa de La Vuelta 23. Para buscar un terreno más rodador, los ciclistas deben dirigirse a La Seu d'Urgell y entrar en territorio español.
La concentración de ciclistas provoca también un segundo fenómeno: el surgimiento de 'grupetas' de entrenamiento. El equipo Ineos Grenadiers, por ejemplo, optó en su día por crear una pequeña base en Andorra para asistir a la decena de ciclistas de su efectivo que residen allí, con un entrenador y un auxiliar siempre dispuestos a acompañarles en su día a día. "Sólo de UAE somos una docena en Andorra", cuenta Juan Ayuso. "Convivir con la gente con la que luego estás en las carreras provoca que el ambiente en competición sea mucho más familiar. Además, hace más fácil compartir tareas del día a día como entrenar, viajar…"
Las cotidianas: convivencia y visados
He ahí otro de los factores importantes a la hora de entender por qué los ciclistas se sienten a gusto en Andorra: la comunidad que se ha generado en el país, con miembros incluso pertenecientes a otros deportes como el piloto de motos Aleix Espargaró. "Cuando me mudé aquí lo pasé mal al principio porque me sentía agobiado y un poco solo", explica el colombiano Santiago Buitrago, de Bahrain Victorious. "Al principio, lo último que me apetecía era venir a mi apartamento. Le pedía al equipo que me llevara a correr a cualquier sitio porque aquí me deprimía y lo pasaba fatal. Luego empecé a conocer gente simplemente entrenando. Gente que se pegaba a mi rueda, o con quien coincidía tomando café. Una persona me conectaba con otra y ahora tengo aquí una novia y un grupo de amigos".
"Yo vivía en Girona y me vine a Andorra por el terreno para entrenar y por la cantidad de colegas que tenía aquí", explica Jai Hindley, australiano de Bora-Hansgrohe. "Otra cosa que ofrece este país es la residencia, que es algo muy importante para alguien que viene de otro continente". Con el depósito de 47.500€ que mencionábamos antes se consigue una residencia que permite moverse por el espacio Schengen sin problemas de visado. Añadir otra persona más a la unidad familiar exige depositar otros 9.500€, pero es la mejor solución posible para los no europeos. "Gracias a eso, mi novia puede vivir aquí conmigo", continúa Hindley, "y eso ha sido importantísimo para mí, especialmente en mis peores momentos".
Aun así, la tierra tira. Los hay que, después de un tiempo, acaban regresando a sus países; es el caso de varios españoles, como Luis León Sánchez o Héctor Carretero. Las circunstancias se complican, especialmente, cuando llega el momento de formar una familia y se echa de menos la compañía de amigos, padres y abuelos que ayudan a cuidar de los hijos. Las raíces etéreas del ser humano son infinitamente más poderosas que el trabajo, y el godo.