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La noche que Derrick Rose se puso a la altura de Michael Jordan: "Jugué con todo el corazón"

El base terminó llorando de emoción tras una actuación inolvidable al lograr rebasar su marca personal de anotación ante los Utah Jazz en 2018.

Derrick Rose anotó 50 puntos ante Utah Jazz en 2018. /NBA
Derrick Rose anotó 50 puntos ante Utah Jazz en 2018. NBA
Mateo López de Prado

Mateo López de Prado

La dinastía de los Golden State Warriors dominaban las canchas estadounidenses. El imparable semidiós griego Giannis Antetokounmpo y el step-back de James Harden disputaban cada noche de la liga regular la punta de la tabla para colgarse el distintivo del jugador más valorado de la NBA. Jóvenes promesas como Luka Doncic y Jayson Tatum comenzaban a asomar la cabeza y Derrick Rose, en la noche del 31 de octubre al 1 de noviembre de 2018, se encargaba de trasladar a los más melancólicos a su versión de MVP del 2011 anotando 50 puntos contra los Utah Jazz. Tras anunciar su retirada esta semana es obligatorio poner la lupa en ese partido imborrable y transmitir la mística que lo ambientó.

Añorar o la morriña, para los más norteños, es común. Rose fue galardonado con el premio individual más codiciado por el jugador de la NBA, Most Valuable Player, en 2011 con apenas 22 años, el más joven de la historia. Rompió con todos los esquemas. Los augurios eran optimistas con su futuro hasta que llamó a la puerta la hecatombe de las lesiones. Una detrás de otra. La historia interminable se inició con principios de molestias en las rodillas y culminó con una rotura de ligamento cruzado en 2012.

Pero su versión plena de salud estaba fuera del imaginativo. Era un base atlético, pasador, rápido, ágil, con una agresividad y una visión que pocos tenían o tienen. Sus números por partido en su año de MVP fueron 25 puntos, 7,7 asistencias, 4,1 rebotes y un robo. Se convirtió en el segundo bull de toda la existencia de la franquicia en ser el más dominante de la competición. Michael Jordan fue el primero, por si había algún despistado.

La noche de los 50 puntos

La máquina del tiempo no existe. No puedes viajar de un año a otro, ya sea al pasado o al futuro, pero el base drafteado por los Chicago Bulls, esa fría noche en Minnesota logró, con un amplía lista de sus mejores movimientos, conquistar a un pabellón repleto hasta la bandera. Terminaron el partido al grito de "¡MVP, MVP!". Un miércoles cualquiera en el Target Center será imborrable para la mente del basquetbolista.

Derrick Rose tenía 30 años recién cumplidos y había firmado con los Timberwolves un segundo antes de que tocara la campana. Se visitó con la camiseta de los Wolves tras seis años con apariciones intermitentes en las canchas. Llegaba para cumplir con un rol de sexto hombre, venía aportar orden, control, distribución y anotación desde el banquillo. Pensaban que su carrera había terminado. Lo daban por "muerto". Pero, esa noche resurgió de sus cenizas y cautivó al mundo NBA.

Rose terminó el partido con 50 puntos, seis asistencias, cuatro rebotes, dos robos y un tapón. Acertó 19 de 31 tiros de campo, 4/7 tiros de campo y 8/11 tiros libres. La redención había hecho acto de presencia. Las estadísticas del enfrentamiento ante Utah Jazz eran descomunales, al igual que la sensación generalizada en el estadio. Rompió su marca personal de anotación, nadie se lo creía después del calvario que había sufrido con tantas lesiones. Era inimaginable. Los allí presentes se pellizcaban el brazo mientras veían cómo subían los puntos con cada canasta de Rose. Eran de todos los colores.

Recordó lo peligroso que era cuando ganaba un metro de espacio libre y se impulsaba hacia el aro para después superar a su defensor. Lo ágil y hábil que era con la pelota en las manos cuando lo desafiaba un pívot que debería bloquear su tiro, pero nunca lo hacía. Además, la función no finalizó con el último acto así como así. En el cuarto cuarto, a falta de menos de diez segundos para el final, Utah tenía la posesión para empatar el partido, pero Rose lo impidió. Un jugador rival, tras hacerse el espacio suficiente para tirar liberado desde la esquina, fue bloqueado sin verlo venir por el base. ¡Clutch!

Sonó la bocina, Minnesota había ganado 128-125. La explosión de aficionados y jugadores retumbaba por las calles de la ciudad, todos miraban y felicitaban a Derrick. Karl-Anthony Towns recogió el balón y se lo entregó para guardarlo como oro en paño. Tras el partido, el base casi no podía articular palabras, las lágrimas descendían por su rostro. "Todo", claudicó Rose envuelto en emoción sobre lo que significó ese momento para él. "Trabajé muy duro. Hice esto por la franquicia, por la organización, por los fanáticos. Jugué con todo el corazón", concluyó. Este momento fue premiado como el más emotivo de la temporada.