Así es la pomada con la que se dopó Armstrong y que tiene en jaque al atletismo en Kenia
La triamcinolona es una sustancia prohibida en la alta competición que funciona como antiinflamatorio y que se suele aplicar en la piel, incluso como pasta dental.
En julio de 1999, poco antes de que Lance Armstrong ganara el primero de sus siete Tours de Francia en París, con la carrera todavía en los Pirineos, el diario Le Monde publicó que se habían encontrado restos de triamcinolona en los análisis de orina del ciclista norteamericano tras la conclusión de la primera etapa.
"No tengo nada que ocultar", dijo Armstrong, que se llevó la carrera con siete minutos y medio de ventaja sobre Alex Zülle, segundo clasificado, y más de una decena sobre el español Fernando Escartín, tercero. "Le Monde es libre de montarse las historias que quiera, pero esto no es un caso de dopaje. Nosotros estamos aquí para correr, los periodistas que trabajan así son malos para mí, para el Tour y para el ciclismo".
Catorce años después, en 2013, ya con Armstrong retirado y desposeído de sus siete Tours, el mismo periódico francés aseguró que la UCI y su entonces presidente, Hein Verbruggen, habían aceptado una prescripción médica con fecha falsificada para cubrir el positivo del norteamericano y brindarle una autorización de uso terapéutico (TUE) para utilizar la triamcinolona. Destapada su mentira, el estadounidense lo admitió todo.
Ahora, más de dos décadas después de aquel escándalo, el mundo del deporte mira a Kenia con recelo. Allí, en la meca de la larga distancia, tierra de biodiversidad, lagos y amaneceres infinitos, siete atletas han caído en controles antidoping en apenas dos semanas, varios de ellos por la misma pomada utilizada por Armstrong en 1999.
Hajo Seppelt, el periodista alemán que destapó el escándalo del dopaje en Rusia, no le ve el sentido a la trampa keniana. "Doparse con triamcinolona es como ir conduciendo y beber alcohol delante de una comisaría. Es una sustancia fácilmente detectable en competición", dice a Relevo por teléfono desde Berlín.
El ungüento en cuestión, empleado también por Bradley Wiggins en el Tour de 2012 —alegó asma y la UCI le facilitó otro TUE, igual que a Armstrong—, es un glucocorticoide. Es decir, un antiinflamatorio que se emplea para tratar afecciones cutáneas como el eczema, el asma o simplemente para aliviar el dolor por sus grandes dotes analgésicas. Además, tal y como señala Brett Clothier, director de la Unidad de Integridad del Atletismo (AIU), la mayor agencia independiente en la lucha contra el dopaje en el atletismo, "tiene un gran efecto euforizante, de forma que incrementa la voluntad física igual que las pseudoanfetaminas".
Andy Brown, director de la Sports Integrity Initiative, explica que su uso también ayuda a los atletas a perder peso sin la correspondiente pérdida de potencia, así como a desarrollar músculos y aumentar la resistencia. Además, cuenta Brown, la triamcinolona no se limita a una pomada: "También puede tomarse por vía oral, rectal o inyectada". Incluso como pasta dental para aliviar llagas y otras rozaduras.
En competición, eso sí, su uso no está permitido. La Agencia Mundial Antidopaje (AMA) lo explica por correo electrónico ateniéndose al cambio de normativa de 2022: "Todos los glucocorticoides están prohibidos cuando se administran por vía inyectable, oral (incluida la mucosa bucal, gingival y sublingual) o rectal, ya que pueden propiciar un nivel significativo de glucocorticoides en sangre y mejorar el rendimiento del deportista o dañar su salud".
Además, la AMA establece que la triamcinolona tarda un periodo de diez días en desaparecer del organismo después de su consumo. Si un atleta la usa fuera de competición —algo permitido—, "deberá probarlo con una receta médica y proporcionar una autorización de uso terapéutico (TUE) válida".
Un problema que viene de lejos
Desde la capital germana, Seppelt recuerda el rechazo generalizado cuando comenzó a tirar del hilo en el país africano, allá por 2012: "Nadie sospechaba, nadie creía que algo así estuviera pasando allí. Es más, la gente se enfadaba con nosotros por investigar. La cultura del running es sagrada y hay una cantidad inmensa de atletas compitiendo".
En 2015, años después de comenzar las pesquisas y con la Federación Internacional de Atletismo (IAAF) reacia a hablar sobre el tema, Seppelt estrenó un documental junto a otros periodistas en la cadena alemana ARD: "Había muchos deportistas kenianos implicados en la investigación, la probabilidad de dopaje masivo era muy alta".
Hace tan solo una semana, la leyenda del atletismo Carl Lewis, ganador de nueve oros olímpicos, deslizó las mismas sospechas en declaraciones exclusivas a Relevo: "Kenia viene arrastrando este problema desde hace años, no es nada nuevo. La cuestión es saber cuál es la motivación que hay detrás, quién lo está orquestando. Si miramos a Rusia, sabemos que todo gira en torno a Vladimir Putin. Lo sabemos. ¿Pero qué pasa en Kenia? Si tienes tantos tramposos en un solo país, es que hay alguien detrás orquestándolo".
Lo novedoso ahora es la forma. Prácticamente ningún deportista en el mundo está utilizando la triamcinolona como sustancia dopante en la actualidad. No al menos que se sepa. La inmensa mayoría de los casos, tres en el último mes, se localizan en el mismo lugar.
"Kenia es uno de los peores países del mundo en cuestión de dopaje", dice Seppelt al otro lado del teléfono. Pero no porque haya más tramposos que en otros lugares, sino por una mezcla de varios factores: "Hay una evidente falta de conocimiento sobre las sustancias dopantes y sus consecuencias. Muchos atletas creen que pueden lograr una vida mejor para ellos y para sus familias si obtienen grandes resultados deportivos. Es un dilema social".
Sin ir más lejos, Diana Kipyokei, ganadora del maratón de Boston en 2021 y positivo por el uso de triamcinolona hace unos días, recibió 150.000 dólares por su victoria al otro lado del Atlántico, mientras que en su país el salario medio anual no llega a los 5.000. Por ello, Clothier señala que "el riesgo de dopaje en Kenia es muy alto". Y añade: "Hay muchos casos y queda mucho trabajo por hacer, pero se necesita más financiación nacional para luchar contra esta lacra".
Desde Inglaterra, Brown cree que el uso dopante de la triamcinolona puede haber arraigado en el Valle del Rift. "En las poblaciones remotas, entre las montañas, es más difícil que los rastreadores hagan un seguimiento de los deportistas. Es posible que allí los médicos kenianos estén recomendando el uso de esta sustancia amparándose en una mayor dificultad para ser sancionado respecto a otros métodos más tradicionales". Seppelt, además, teme lo peor: "Por lo que me va llegando, diría que los casos solo acaban de empezar".