La psicología que viene y va de Paula Badosa: sabe cuál es el problema, pero se le olvida la solución
La jugadora sabe cuáles son sus problemas para llegar a su altísimo potencial tenístico, pero en las grandes citas todavía reincide en los errores del pasado.
En esos últimos golpes, Paula Badosa parece cerca de romper a llorar. Está confundida, desorientada, casi deseando que se termine el suplicio. Incluso en el último punto del encuentro parece que deja de correr, como quien saca la bandera blanca. El hundimiento es total, un cortocircuito que sorprende en una deportista profesional y es la antesala de los típicos comentarios: ¿qué le pasa? ¿por qué siempre sí pero no? ¿es capaz Badosa de convivir consigo misma?
En esa tormenta no hay consuelo posible, pero también esto pasará. No solo es que haya estado peor otras veces, es que casi nunca ha estado mejor. Paula Badosa fue número 2 del mundo en 2022, pero ni siquiera en ese tiempo se vio una jugadora como la que se ha visto en esta gira de cemento americana. Muy sólida, contundente, si no está más arriba en el ránking mundial es porque venía de una depresión deportiva muy acuciada y suficientemente contada, unos meses de lesiones e inseguridades que la empujaron al fondo de la clasificación mundial.
La recuperación empezó en Wimbledon, pero se notó más unas semanas después. En esos dos Grand Slams, es verdad, ha perdido oportunidades de dar un golpe sobre la mesa todavía más fuerte. En Londres perdió contra Vekic en un partido de mil parones que no supo gestionar. Contra Emma Navarro, en Nueva York, perder era una opción, pero quizá no de esa manera. Ni la croata ni la estadounidense, en todo caso, tienen el juego que puede llegar a tener Badosa, más potente y brillante. Aunque eso sea evidente, los resultados no llegan, y ahí es donde aparece la angustia.
Como los comentarios son recurrentes, ella ha tenido que responder en diversas ocasiones sobre ese tema. "He sufrido mucho con las expectativas y las presiones. He sido muy dura conmigo misma. Necesitaba aprender a disfrutar, porque antes sólo veía la cima, la cima y la cima, lograr ese objetivo, y para llegar ahí es necesario hacer bien el camino. Esa ha sido mi gran mejora, además del trabajo duro que estoy haciendo a diario", explicaba hace unas semanas en una entrevista con la revista Elle.
Badosa, como cualquier deportista de élite que se precie en la actualidad, acude al psicólogo a tratar de enfocar lo mejor posible su carrera y su juego. Su caso es complejo por los mismos meandros del potencial que dejan insatisfechos a sus aficionados cuando no todo sale perfecto. Ella misma no ha sabido siempre gestionar su vida profesional. Tiene ayuda en la parte mental del juego, pero los resultados en ese campo no terminan de ser tan solos como se espera.
"He aprendido a tener mucha paciencia y a aceptar las cosas que no puedo tener bajo control, como una lesión de este calibre. El aprendizaje más importante ha sido ser fuerte, superarme todos los días y aceptar estar bien con lo que no puedo controlar, que es mucho en este deporte. Algo que me sirve también para la vida. Lo que me hace luchar a diario es la pasión por lo que hago", explicaba Badosa.
Ir al psicólogo, pero ir bien
El trabajo psicológico tiene mucho de mantra, de repetirse conceptos para terminar encontrando una mejor versión de uno mismo. A veces, sin embargo, se vuelve una y otra vez al mismo punto sin mayor evolución. Badosa habla mucho de paciencia porque uno siempre se obsesiona con lo que no tiene. "Te ves tan cerca pero a la vez tan lejos (...). Creo que mi cabeza estaba en todos lados excepto en el presente. Es algo en lo que he estado trabajando y mejorando mucho, pero es algo que a veces me hace mucho daño. Querer algo tanto y pensar por adelantado tanto que no puedes ni siquiera concentrarte en el momento", señalaba tras su derrota con Emma Navarro. Derrota en la que, como ella misma reconoce, hay una evidente falta de paciencia.
La contradicción es, por más que nos duela, un rasgo muy corriente en los seres humanos. En las entrevistas relajadas, fuera de competición, Paula Badosa dibuja a una jugadora más madura, más tranquila, más capaz. En la rueda de prensa posterior a la derrota, ante la evidencia, abre el baúl de los demonios personales: hay ansiedad, hay nervios, hay una gestión insuficiente de todos esos sentimientos.
"Cuando estás tan mal, con pensamientos tan negativos, te quieres ir porque al final te haces una hormiga", explicaba en la derrota en el US Open.
Los análisis en las derrotas dolorosas siempre terminan igual, con una vuelta al diván del psicólogo, retomando los mantras que, quizá algún día, lleven al desbloqueo y a satisfacer su enorme potencial tenístico: "Tengo que aprender a estar contenta, a estar más en el presente (...). Siempre cuando llegan momentos tensos, sobre todo en mi caso un grand slam. Un WTA 1000 o un 500 lo gestiono mucho mejor porque ya he pasado más por ahí. Pero un Grand Slam, las ganas y el quererlo tanto se me hace un poco grande en estas rondas. Y ya me pasó hace tres años también".
No es fácil ser Paula Badosa. Desde que aterrizó en el tenis, cuando era una niña, se empezó a esperar de ella algo que no ha sabido dar más que a fogonazos. Tiene potencial de gran tenista y de estrella mundial, conceptos que se parecen pero no son lo mismo. Es evidente que en esa jugadora hay mejores resultados posibles, cuando se pregunta en privado a entrenadores del circuito arquean las cejas y asumen que sus golpes son propios de otro rango de jugadora, en el top-8, rondando los grandes premios. Dudan de su capacidad para poner todos los medios que se exigen para conseguirlo. Dudan también de que sea capaz de escuchar a quienes la quieren ayudar. Porque el psicólogo, el entrenador o el preparador físico solo sirven de verdad si son de primer nivel y se les hace caso.
Hay una frase en baloncesto que dice que la altura no se entrena, recordando que existen algunas cuestiones para los deportistas que se tienen o no se tienen. Badosa tiene lo que no se puede entrenar, el potencial, pero la ruta nunca termina en el primer paso. En los últimos meses se ha demostrado a sí misma que es capaz, ha podido ganar torneos y tumbar rivales de prestigio. Ha saboreado lo que puede llegar a ser. Solo queda ordenar todas esas ideas y demostrarlo.