MASTERS 1000 SHANGHAI

Papá Jarry, el tenista que resucitó tras una sanción "un poco injusta" por dopaje

El chileno fue sancionado en 2020 con 11 meses de suspensión por una contaminación cruzada. Ahora ha alcanzado su mejor versión siendo padre de dos niños.

Nicolás Jarry celebra junto a su hijo Juan su clasificación a los cuartos de final del Masters 1000 de Shanghai. /EFE/EPA/ALEX PLAVEVSKI
Nicolás Jarry celebra junto a su hijo Juan su clasificación a los cuartos de final del Masters 1000 de Shanghai. EFE/EPA/ALEX PLAVEVSKI
Nacho Encabo

Nacho Encabo

Nicolás Jarry no lo sabía cuando nació el 11 de octubre de 1995 en Santiago de Chile, pero nadie a su alrededor tenía dudas de que sería tenista. Estaba escrito que tenía que seguir con la saga de los Fillol, el apellido de su familia materna. Su abuelo Jaime había sido tenista. Su tío-abuelo Álvaro había sido tenista. Su tío Jaime había sido tenista.

La única excepción había sido su madre, Cecilia Fillol, que eligió el voleibol. Pero Nicolás Jarry volvió a retomar la tradición familiar y escogió la raqueta. Obviamente, acabó siendo tenista. Y no uno del montón: actualmente disfruta del mejor ranking de su carrera (22º de la ATP), ha levantado tres títulos y está, por primera vez en su carrera, en los cuartos de final de un Masters 1000. Tras deshacerse de Diego Schwartzman en octavos, este viernes desafiará a Grigor Dimitrov, verdugo de Carlos Alcaraz, en busca del billete a las semifinales.

Todo es maravilloso ahora mismo en la vida de Jarry. El miércoles sopló las velas de por su 28º cumpleaños llamando a las puertas del top 20. Además, encontró una nueva motivación en Juan y Santiago, sus dos hijos. El mayor, Juan, le está acompañando esta semana en Shanghai y el miércoles saltó a la pista después del triunfo de su padre. Sin embargo, no todo ha sido sencillo para Jarry: en 2020, con 24 años, sufrió un golpe durísimo que le hizo resetear como tenista y como persona.

El positivo por ligandrol y estanozol

Jarry cerró la temporada 2019 representado a Chile en las Finales de la Copa Davis en Madrid, la primera edición bajo el novedoso formato que trajeron Kosmos y Piqué. Era el final de una temporada en la que había levantado en Bastad su primer título profesional pero en la que había dado un paso atrás a nivel de ranking. Tras uno de los dos partidos que jugó en aquella Davis, Jarry fue sometido a un control antidopaje de orina y todo se empezó a torcer.

El análisis de la muestra arrojó que Jarry había consumido ligandrol y estanozol, dos sustancias prohibidas que aumentan la masa muscular y que están englobadas en el grupo de esteroides de la Agencia Mundial Antidopaje. La Federación Internacional le sancionó con 11 meses de suspensión, aunque el chileno logró convencer a los juristas de que esas dos sustancias llegaron a su organismo por accidente: estaban en dos suplementos vitamínicos fabricados en Brasil.

Jarry agachó la cabeza, aceptó la sanción y decidió no estirar el proceso judicial con apelaciones. "Han sido meses de profundo dolor y, aunque honestamente a veces se siente un poco injusto todo lo que ha pasado, estoy intentando aprender lo más que puedo de esta situación, y sé que a fin de cuentas será una lección de esas que te deja la vida, de la que sin duda pretendo salir fortalecido", escribió en sus redes sociales en abril de 2020. Empezaba un nuevo capítulo en su vida.

La resurrección de Jarry

Jarry, que creció viendo los éxitos de Fernando González y Nicolás Massu, los dos tenistas chilenos más grandes de todos los tiempos, se empeñó en resurgir. No iba a arrojar la toalla. Pero el reto era mayúsculo. Debido a la sanción se quedó sin ranking y tuvo que empezar de cero, con las dificultades que eso conlleva en el tenis y más con el cartel del dopaje.

"Tuve que abrirme, tuve que aprender de mí, pasar caminos duros. Eso es lo que me ha hecho lo fuerte que soy hoy. Aprendí a abrirme, a conocerme. A tener más perspectiva de las cosas. A veces la vida te tira cosas difíciles y hay que aceptarlas, son parte de. A cada uno le puede tocar cualquier cosa difícil, y esta fue la mía", dijo hace unos meses en una entrevista con la revista Clay.

Jarry reapareció en noviembre de 2020, un año después de su positivo, con una derrota en un Challenger de Lima. También regresó al circuito ITF en busca de puntos y sensaciones perdidas. Pero el camino de regreso fue muy lento. En todo 2021 apenas jugó cuatro partidos de circuito ATP y en 2022 tampoco logró derribar la barrera del "top 100".

La temporada 2023 la arrancó más allá de puesto 150 del ranking, pero algo hizo clic. En febrero ganó delante de su público el ATP 250 de Chile, regresó al top 100 y comenzó un ascenso meteórico: en mayo ganó en Ginebra, en Roland Garros pisó por primera vez la segunda semana de un Grand Slam y ahora debuta en unos cuartos de un Masters 1000. Además, en agosto nació su segundo hijo.

"Me hace ilusión estar en mis primeros cuartos de final Masters 1000. Estoy logrando muchos objetivos este año, trato de disfrutar cada día", asegura Jarry, que cumplió los 28 años acompañado de su familia y asegurándose que desde el lunes será el mejor latinoamericano del ranking. Pero su resurrección no ha terminado.

"Con la compañía de mi familia, trato de ser un mejor jugador y dar mi mejor nivel para ganar los partidos. Es muy especial para mí. Estamos muy lejos del resto de la familia y el tenis normalmente un deporte solitario y algo triste", indica el chileno. "Pero ahora tengo a mi familia aquí y estoy muy agradecido por ello, mi mujer ha logrado estar aquí tras muchos vuelos. Es una forma bonita de ganar".