Dos remontadas y unos abrazos para reanimar al herido Carreño: "No tenía claro que pudiera volver a jugar"
El gijonés remonta ante Thompson en la Davis en un partido lleno de emoción tras dos años de calvario. Hace tres meses estaba perdiendo en la qualy de un Challenger.
El 9 de junio, Pablo Carreño estaba jugando (y perdiendo) en la previa del Challenger de Perugia ante el número 278 del ranking mundial. Lucía una funda en el brazo derecho, tomando antiinflamatorios a diario y pendiente de un codo que le ha traído por la calle de la amargura desde finales de 2022.
Tres meses después, este mismo domingo, Pablo Carreño está jugando (y remontando) en la Copa Davis en Valencia ante el número 29 del ranking mundial. Sigue con la malla protectora en el brazo, pero ya no toma inflamatorios ni piensa en el codo. Porque no le duele. Después de dos años, su codo no le duele nada de nada. Y él está feliz, con una sonrisa de oreja a oreja, aliviado e ilusionado por todo lo que le viene.
A sus 33 años, Carreño tiene todavía mucho que decir. Todavía tiene cuerda, todavía tiene mucho tenis dentro. En las últimas semanas venía dando ya algún aviso (derrotó a Sebastian Korda en Cincinnati y alcanzó las semis de Winston-Salem), pero lo de Valencia puede suponer un trampolín mucho mayor. Por ser la Davis, por ser en España y por la forma en la que ha logrado el triunfo. Porque Carreño, como si fuera una metáfora de sus últimos años, ha tenido que remontar varias veces.
El español ha perdido 6-2 el primer set ante el australiano Jordan Thompson y, tras llevarse él el segundo por 6-2, ha levantado un 5-2 en contra en el tercero para imponerse 2-6, 6-2 y 7-6 (7-3).
"Esta competición es diferente. Llevo mucho tiempo lejos de las pistas. En la gira de Estados Unidos pude coger ritmo ganando algunos partidos y hoy poco a poco he ido cogiendo el ritmo aquí. Se nota que estamos en Valencia, que eso siempre ayuda", ha señalado el gijonés nada más derrotar a Jordan Thompson en el primer punto de la serie ante Australia, a la que España llegó ya con la clasificación en el bolsillo.
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Instantes antes de atender a los micrófonos, se abrazó uno a uno a todos los integrantes del equipo español y a su entrenador, Samuel López. En esos gestos de cariño de Alcaraz, Bautista y compañía hacia Carreño se notaba que había fondo. Que no era un abrazo más.
"Vengo de un momento muy duro con la lesión, que me ha tenido fuera de la pista mucho tiempo. Hubo un momento que no tenía claro que pudiera volver. Verme jugando, en una pista llena, contra un jugador que está top 30, es una victoria muy importante y me va a dar mucha confianza de cara a los que queda ahora y la temporada que viene".
Un calvario que empezó en 2022
Para comprender este viaje de Carreño hay que rebobinar dos años, pero no hace falta cambiar de competición. El medallista de bronce de los Juegos de Tokio, uno de los mejores tenistas españoles de la última década, empezó a notar algo en el codo en las Finales de la Davis de noviembre de 2022 y a los dos meses sufrió una lesión de húmero en el Open de Australia 2023.
"Todo se complicó después, cuando la lesión del húmero remitió y apareció de nuevo la del tendón. La tendinitis se puso rebelde", recordaba hace tiempo en Relevo su médico, Ángel Ruiz-Cotorro. Porque Carreño volvió de aquel Open de Australia, disputó un partido en Rotterdam y, aprovechando que estaba por Europa, viajó a Suiza para visitar a una eminencia en problemas de codo, Frank Denzler.
Carreño aparcó la raqueta dos semanas y después viajó a Indian Wells con el objetivo de competir, pero el día antes de saltar a la pista, llegó un mazazo: se rompió el tendón del codo derecho. Regresó a España hundido. El diagnóstico era complicado. La rotura era de cinco centímetros. Carreño intentó por todos medios jugar Barcelona y el Mutua Madrid Open, pero su codo decía otra cosa. Cada vez que forzaba, el tendón se le inflamaba. Hasta que llegó un momento en el que decidió parar por completo.
Fue el momento más complicado. Parar sin saber hasta cuándo. Estuvo 11 semanas sin sostener una raqueta. Desde finales de abril hasta principios de julio, el gijonés no pisó una pista de tenis y se sometió a un tratamiento regenerativo de células madre.
En el otoño parecía ver la luz. Regresó en el Challenger de Alicante y jugó la semana siguiente el de Málaga. Pero nada, el dichoso codo no daba tregua. Otra vez acelerar para luego frenar en seco. El 4 de noviembre volvió a pasar por quirófano.
Estuvo sin pisar una pista hasta finales de febrero de este año y su regreso al circuito se produjo en Roland Garros. Desde entonces, no ha parado de crecer. Ha pasado de estar fuera del top 1000 a rozar el top 200, de quedar eliminado en la qualy de un Challenger a brillar y soñar en la Davis.