MUNDIAL DE RUGBY

El silencio sepulcral de la primera haka en España: "Parecían una pandilla y agotaron la cerveza del hotel"

La famosa danza de la selección neozelandesa se vio por primera vez en España en noviembre de 1982. Varios españoles que jugaron recuerdan cómo lo vivieron.

Fotografía del partido que jugó España ante Nueva Zelanda en noviembre de 1982 en el Central de la Complutense. /Álvaro García Pelayo/Archivo
Fotografía del partido que jugó España ante Nueva Zelanda en noviembre de 1982 en el Central de la Complutense. Álvaro García Pelayo/Archivo
Nacho Encabo

Nacho Encabo

La escena seguro que te suena. Quince hombres chocan las manos contra los muslos y los codos. Ka mate, ka mate! ka ora! ka ora!, gritan mirando al cielo, con los ojos saliéndose de sus órbitas, la lengua fuera, pegando gritos y soltando miradas asesinas a los rivales. Los All Blacks y su famosa haka, esa danza que hipnotiza hasta a los que no les gusta el rugby.

Pero no siempre fue así: hubo un tiempo en el que el ritual era más mundano, cuando no había cámaras y micrófonos capturando cada detalle, cuando los jugadores de rugby no eran los armarios de ahora. Como en noviembre de 1982, fecha en la que los neozelandeses visitaron por primera vez España y bailaron su haka en el estadio Central de la Complutense ante más de 7.000 espectadores y con el alcalde de la capital de entonces, Enrique Tierno Galván, como invitado de honor.

La fiesta acabó de madrugada en un hotel, con una guitarra, las barrigas llenas y los barriles de cerveza vacíos. Pero, ¿cómo empezó todo? A continuación, la reconstrucción de aquel partido que pasó a la historia de rugby español con testimonios de tres rugbiers que estuvieron sobre el césped viendo a pocos metros la haka: Manolo Moriche, apertura y capitán; Carlos Oteo, primer centro; y Carlos Encabo, medio melé.

Los maoríes de Nueva Zelanda

Antes de entrar en materia, conviene explicar que el equipo que vino a jugar a España no eran estrictamente los All Blacks, sino una selección que se llamaba los maoríes de Nueva Zelanda. Es decir, era un conjunto formado únicamente por jugadores de esa etnia polinésica. En aquel viaje iban diez jugadores de la selección neozelandesa absoluta.

Un estadio en silencio y los mofletes hinchados

La visita de los maoríes no habría sido posible sin la figura de Roger Mahan, un neozelandés que se había instalado en Madrid unos años antes y que se dedicó a promocionar el rugby. Aprovechando la gira de los maoríes por Europa, Mahan se reunió con representantes de la Unión de Rugby de Nueva Zelanda y acordó dos partidos en España. El primero, del que no hay imágenes, se jugó el miércoles 17 de noviembre en el campo de la Foixarda de Barcelona, sin apenas aficionados, y ganaron los neozelandeses por 62-13. Fue sólo un aperitivo.

El medio melé de Nueva Zelanda pasa la pelota con Carlos Encabo gritando al fondo. Álvaro García Pelayo/Archivo
El medio melé de Nueva Zelanda pasa la pelota con Carlos Encabo gritando al fondo. Álvaro García Pelayo/Archivo

Porque el plato principal llegaría el sábado en Madrid. Con los mejores jugadores del rugby español de la época y en un Central a rebosar que se quedó estupefacto con la haka maorí. En España nunca se había retransmitido por televisión. Era algo inaudito.

"Nunca había visto el campo de la ciudad universitaria con tantísimo público. Y ahí estábamos, en círculo, con Manolo Moriche dándonos la última charla antes del himno. Después, recuerdo el silencio que se generó, un silencio sepulcral. Oíamos perfectamente la letra de la haka. Me sobrecogió el silencio del Central", señala Carlos Encabo, que lució el 9 en la espalda en aquella mañana soleada.

El centro español Fernando García de la Torre, durante el partido ante Nueva Zelanda.  Álvaro García Pelayo/Archivo
El centro español Fernando García de la Torre, durante el partido ante Nueva Zelanda. Álvaro García Pelayo/Archivo

Carlos Oteo añade: "Nosotros estábamos enfrente, en una especie de corro, cuando se pusieron a bailar. Yo noté los mofletes hinchados, como respirando fuerte, y me acuerdo que estaba muy concentrado, moviendo las piernas y con la tensión normal de estar ante un partido en el que había que darlo todo. Ahora todos tenemos la haka grabada, pero en ese momento no supimos darle el valor que se le da hoy".

La haka moderna es puro show, pero aquella era más "rudimentaria", indica Moriche, que está comentado en Movistar+ el actual Mundial de Francia. "Era una haka mucho más light de lo que es la de ahora, que es mucho más agresiva en la que los jugadores parecen más actores de teatro. La haka de entonces, de la época amateur, no tenía nada que ver con la de ahora".

Un producto de marketing

Los exrugbiers están de acuerdo en que la haka y el deporte han evolucionado una barbaridad desde entonces. "Comparándolo con lo que vemos ahora, a mí me parecieron una pandilla. Yo si veo a los jugadores de ahora enfrente haciéndola como la hacen, con las caras que ponen y demás, me iría inmediatamente del campo", se ríe Carlos Oteo.

"La haka ahora está sobrevalorada, es más un instrumento comercial que un rito o una tradición. Ha perdido su esencia para ser un producto de mercado", añade Carlos Encabo. "El elevado número de partidos que juegan ahora las selecciones cada año deriva en una saturación y en una sobreexposición".

Un jugador maorí controla la pelota ante la presión de los españoles Álvaro García Pelayo/Archivo
Un jugador maorí controla la pelota ante la presión de los españoles Álvaro García Pelayo/Archivo

Que la haka entonces era algo secundario se demuestra con el hecho de que no hay ninguna fotografía del momento. Sí que hay, en cambio, alguna mención en los periódicos de aquellos días. Así se leía en papel en el ABC del domingo 21 de noviembre, el día después del encuentro: "Antes de cada partido, los maorís realizan una de sus famosas haka, una danza guerrera, como bien se pudo apreciar ayer en Madrid. Esta se inicia con unos potentes gritos, que encierran las siguientes palabras: 'Ake, Ake, Kia, Kahai, Kia Toa", que quiere decir: 'Hay que ser por siempre valientes y fuertes''. Este espectáculo visual y sonoro antes del encuentro sirve como concentración y sofronización para desarrollar un buen rugby".

Un tercer tiempo muy largo

Sobre el césped, la superioridad de los maoríes fue insultante. España se adelantó con un golpe de castigo de Moriche en los primeros minutos y aguantó 12 minutos con el casillero a cero, pero acabó perdiendo 66-3. "La sensación era de que eran personas como nosotros. Si ves a los jugadores de ahora parecen trenes y hay una diferencia abismal. Pero en aquel momento nosotros les veíamos y eran como nosotros, pero luego nos pegaron una paliza...", rememora Moriche. "Uno siempre empieza pensando que no va a perder, pero llegó un momento en el que cuando te levantabas te habían metido otro ensayo", agrega Oteo.

Imagen de un lance del partido entre España y Nueva Zelanda.  Álvaro García Pelayo/Archivo
Imagen de un lance del partido entre España y Nueva Zelanda. Álvaro García Pelayo/Archivo

Tampoco pueden olvidar el famoso tercer tiempo del rugby, cuando los equipos rivales se unen para compartir una comida. Después del partido y de la ducha, neozelandeses y españoles pusieron rumbo al Hotel Convención -el actual Novotel de la calle O'Donell'-, donde la Federación Española había preparado una comida por todo lo alto.

"Nos sorprendieron en el césped, pero también en el tercer tiempo", comenta Carlos Encabo. "La comida fue muy protocolaria, pero cuando terminó fuimos al bar del hotel donde, guitarra en mano, estuvieron cantando los jugadores y algunos seguidores neozelandeses. Incluso algunos de nosotros nos unimos y lo celebramos hasta que agotaron las cervezas a altas horas de la noche...".