RALLY DAKAR 2023

Los ángeles de la guarda de Nasser Al Attiyah

El piloto catarí, que también fue medalla olímpica en tiro deportivo en Londres, se ha anotado su quinto Rally Dakar. Pero no está solo.

Nasser Al Attiyah y Mathieu Baumel celebran su victoria en el Rally Dakar 2023. /Toyota Gazoo Racing
Nasser Al Attiyah y Mathieu Baumel celebran su victoria en el Rally Dakar 2023. Toyota Gazoo Racing
Sergio Lillo

Sergio Lillo

Dammam.- Nasser Al Attiyah no es un piloto común. El catarí, nacido en una familia pudiente en Doha hace 52 años, es un apasionado del fútbol y de Leo Messi. No se perdió ningún partido del pasado Mundial. Se compró una finca en un pueblo interior de la provincia de Barcelona hace tres años y es medallista olímpico de tiro al plato (skeet). Recibe a sus invitados en el vivac del Rally Dakar, su patio de recreo, con dátiles recubiertos de chocolate, unas alfombras árabes y unos cojines para reclinarse. Acostumbrado a los lujos, aprendió a conducir con 12 años con el coche de su padre y ha hecho lo propio con su hijo de 8 recientemente. Completó su repóquer de victorias dakarianas el sábado, pero a su lado dos ángeles de la guarda velan por sus intereses dentro y fuera de los desiertos.

Cuando se le pregunta por su infancia, deja sonar su potente risa antes de decir: "Estaba loco. Muchísima actividad, hacía muchísimas cosas y me gustaba conducir. Empecé a conducir con 12 años, igual que mi hijo ahora, que desde los ocho años ya sabe conducir y ahora es un gran piloto. Mi padre no estaba interesado realmente en el motorsport, pero me dejaba conducir siempre su coche".

"Cuando era pequeño tuve mucha suerte de tener la familia que tuve, cómo me trataban, cómo me enseñaban de una buena manera y eso es lo que tengo ahora. Siempre estoy con gente, con amigos y esto es increíble. Sí, somos una familia rica, pero eso no significa nada porque el dinero no significa nada".

"Sí, somos una familia rica, pero eso no significa nada porque el dinero no significa nada"

Nasser Al-Atiyah

Aunque comenzó a competir en rallies a finales de los 80, de 1995 a 2003 se centró en su segundo deporte favorito: el tiro al plato. Se preparó a conciencia, tirando más de 120 disparos al día, y disputó los de Atlanta, Sidney y Atenas. Ha disputado seis ediciones y en cuatro llegó a la final. Pero el momento que nunca olvidará le llegó en Londres 2012, cuando logró la medalla de bronce en la final. "Fue una sensación increíble. Cuando lo logré estuve súper feliz por haberlo conseguido. Y ahora estoy trabajando ya muy duro para los próximos de París. Espero poder ganar, ese es mi sueño ahora. No es fácil compaginar todo, pero diseño mis planes y entreno el máximo que puedo en Catar".

Nasser Al-Attiyah y Mathieu Baumel celebrando su victoria en el Dakar

Pero cuando se trata de surcar los desiertos más complicados del mundo, el catarí solo confía en Mathieu Baumel, un francés de 46 años, de la Provenza, que iba para esquiador, de hecho tiene el título de instructor, pero al que un grave accidente le hizo cambiar de sueños. Un amigo le animó a subirse con él de copiloto en una rally regional francés y ya no hubo vuelta atrás. De mirada clara y hablar ágil, no le quedan campeonatos o carreras por ganar. Se ha anotado cuatro Dakar con Al Attiyah y decenas de rallies desde que comenzaron a correr juntos en 2014, pero el catarí le ayudó en sus comienzos en los rally raid y tantos años después son como hermanos, según reconocen ambos.

Mathieu Baumel y Al-Attiyah con los trofeos de ganadores del Dakar. AFP
Mathieu Baumel y Al-Attiyah con los trofeos de ganadores del Dakar. AFP

Es el copiloto referencia del Rally Dakar, después de sus dos victorias consecutivas en 2022 y 2023. Su acierto en la primera etapa de la edición de hace un año sorprendió hasta a sus rivales y no hay carrera en la que participe en la que no demuestre su agilidad para interpretar viñetas, jeroglíficos y lo que le echen. Vive en Andorra, lo que le hace estar cerca de las montañas que tanto adora y es una mezcla entre ángel de la guarda y compañero de aventuras de Al Attiyah.

"Nasser es exactamente igual a como le veis desde fuera: sonriente, amable con la gente. Y así es dentro del coche. La vida con él es fácil porque siempre está tranquilo, no se estresa y me deja hacer mi trabajo. Confía en mí 100% y yo en él. Es una vida sencilla. Cuando algo pasa, porque todos los días hay cosas, lo solucionamos rápidamente y no hay mal ambiente. Hablamos cómo solucionarlo y rápidamente actuamos. Disfrutamos mucho juntos", asegura a Relevo.

El mejor recuerdo, en contra de lo habitual, fue su primera vez. En 2015 ganó su primer Tuareg con el catarí, el segundo para Al Attiyah, y fue la primera vez que lloró dentro del asiento derecho de un coche.

"El mejor recuerdo diría que fue el primer Dakar que ganamos, el de 2015, porque hicimos tanto juntos para conseguir ese sueño, que cuando llegó fue cómo, ¡mierda! Fue la primera vez en mi vida que lloré dentro del coche"; reconoce.

"Recuerdo que cada día me decía a mí mismo, no pienses en la victoria, empieza cada día como si fuera el primero, no pienses, no pienses, porque si piensas, puedes perderte con el roadbook y entonces la cagas. Cuando de repente llegó, fue como… este sueño por fin ha llegado y además fue el día de mi cumpleaños. Cuando cruzamos la meta, Nasser me dijo 'Feliz cumpleaños'. Fue fantástico".

Aunque llevan mil y una batallas combatidas y otras tantas ganadas, asegura que todavía les queda gasolina para rato. En el horizonte están las 8 victorias de Stéphane Peterhansel en coche, de las que están a solo tres. Pero en el camino llegarán otras. Ni Baumel ni Al Attiyah entienden la vida sin volar bajo juntos en las arenas del desierto.

Jordi Vidal, asistente de Nasser Al Attiyah y amigo del piloto.  S. Lillo
Jordi Vidal, asistente de Nasser Al Attiyah y amigo del piloto. S. Lillo

El español de confianza de Nasser Al Attiyah

Su segundo ángel de la guarda tiene nombre y apellidos españoles y es de familia humilde. Jordi Vidal (Igualada, Barcelona, 1983) vive en un sueño continuo. De familia trabajadora, su padre es comercial y su madre empleada de una empresa local de calcetines, desde los tres años respiró ambiente de motor tras ir a ver un Rally San Remo del WRC. Pero no pudo perseguir su ilusión de correr en karts y tuvo que buscarse la vida.

 La primera vez que coincidió con Al Attiyah fue después de una etapa del Rally de Italia del Mundial de Rallies, en Cerdeña, en 2014, cuando trabajaba como fotógrafo en diferentes competiciones de motor. Su vida dio un vuelco de la noche a la mañana y pasó de trabajar en su pueblo en una empresa de vinilos, lo que compaginaba con sus viajes de fotógrafo, a pasar tres temporadas encargándose de vinilar el podio, la sala de prensa y otros espacios en MotoGP.

Pero fue en 2017 cuando empezó a trabajar con Al Attiyah en la Baja Aragón y este le ofreció entrar en el equipo Toyota Overdrive para el Dakar 2018 para llevar el camión de asistencia. Durante este tiempo ha descubierto a la persona detrás del piloto agresivo y competitivo.

"El primer día que empecé 100% con él me dijo 'No quiero que me llames nunca jefe, nos conocimos con amigos y vamos a serlo siempre'. Esto ya te sorprende", cuenta el catalán a Relevo. "Siempre dice que todos en el mundo somos iguales, somos personas, da igual si eres mejor o peor en una cosa o si tienes más o menos dinero. Por eso él trata a todo el mundo por igual".

En 2019, Al Attiyah le pidió que le buscara una finca a máximo una hora del aeropuerto de Barcelona El Prat, que no fuera en la costa ni en la montaña, "lo más grande posible", para utilizarla como trampolín a sus viajes al otro lado del Atlántico. Vidal rastreó el mercado y encontró una a 10 kilómetros de su casa, en Castellfollit del Boix conocida como Can Pons. Él es el encargado de tenerla siempre a punto para las visitas de Al Attiyah (alrededor de 30 días al año) y algunos de los eventos que organizan para la prensa o para los test que algunos pilotos y marcas realizan en los varios kilómetros de caminos de tierra que tienen.

"Es igual que lo que veis vosotros, siempre súper amable, humilde, trabajador, se hace la comida, lo que haga falta", asegura Vidal, que durante las carreras se encarga de la caravana del catarí y de que no le falte de nada.