El emerger de Alisa Ozhogina hasta la gloria olímpica: "Mi entrenadora dio la voz de alarma: 'esta chica no está bien"
La medallista de bronce en París cuenta su camino al podio olímpico tras tener que dejar el CAR y volver a la natación artística "desde abajo".
Alisa Ozhogina llega sonriente a la redacción de Relevo. La cantidad ingente de medallas internacionales que rebosa y cuelgan de su mochila simbolizan su lucha hasta llegar a la élite y su aporte para que la natación artística española haya vuelto a los puestos de honor. Sevillana de crianza y acento, aunque nacida en Moscú (Rusia), lleva toda una vida en el agua desde que su abuela diera con el deporte perfecto que unía los deseos del resto de la familia. El bronce olímpico de París es el final de un camino de superación, de idas y vueltas, de lograr encontrar cómo disfrutar de un deporte que criba como pocos a quien quiere y puede llegar a disfrutar de él. En la charla, te adentras en una deliciosa lección de trabajo que debería ser como una especie de biblia para deportistas de cualquier disciplina.
Tenías muchas medallas pero ahora posas con una olímpica, la que te faltaba.
Aún no me lo creo. A mí aún me sigue preguntando la gente y... ¡es que es muy fuerte! Es que recuerdo perfectamente, en una excursión de 1º o 2º de la ESO, cuando un chico que iba de pareja conmigo me preguntó "Oye, Ali. ¿Tú tienes posibilidad de ir a los Juegos?". Y yo le dije que a lo mejor, por edad, llegaba a las de Tokio, pero luego ya no sé. Y ahora de repente me veo aquí con una medalla olímpica. Es que es mi sueño de niña, es fuerte.
¿Cuánto ha costado esa medalla?
Mucho. El año ha sido muy duro. Ya en Tokio viví que los años olímpicos son así. De hecho, a principios de temporada, dije: 'Oye, sí o sí necesito una psicóloga este año que solamente se dedique por y para mí'. Porque yo sé cómo soy y podía tener 'bajonas'. Llevo bastantes años metida en este deporte y sé que los años olímpicos son muy duros, acabábamos de ser campeonas del mundo y estamos entre uno de los mejores equipos. Por esto, teníamos mucha responsabilidad y había que afrontar un preolímpico en mitad de la temporada, en febrero, en una fecha en la que nunca hemos competido. Este año ha sido de los más duros de mi vida. He visto sufrir mucho a mi equipo, he visto sufrir a mis entrenadoras y yo fui a los Juegos diciendo que necesitábamos llevarnos una mínima recompensa. Haber tenido un final tan feliz, para mí ha sido la confirmación de que todo merece la pena, que los sueños se cumplen y que soñar gratis. ¡Hay que soñar a lo grande!
Qué poco se sabe de esos momentos duros detrás de la gloria.
Es que hasta una Simone Biles, con cinco medallas olímpicas, puede tener un mal día, sufrir una depresión y puede irse. No es ningún secreto y tiene que dejar de ser un tema tabú. Todo el mundo puede tener depresiones y días malos, es normal ir al psicólogo y es normal llorar o estar mal. Como mi entrenadora me dijo una vez en un mal día: "Ali, la vida te va a seguir puteando y tienes dos opciones: o dejar que esto pase y hundirte o ponerte un casco y seguir adelante y luchando por tus sueños. Ya depende de ti lo que elijas y está claro lo que nosotras elegimos".
Y querías estar preparada por si iba a más, porque me ha llamado la atención esa 'exigencia' de pedir una psicóloga «por y para ti».
Cada año voy madurando y voy aprendiendo cosas nuevas. Básicamente, me busqué el psicólogo porque, después de Tokio, empecé a mirar a qué edad se retiraban los deportistas para saber si yo estaba en la edad adecuada y me podía retirar. No me sentía motivada. Yo intentaba ser feliz, yo intentaba disfrutar y no podía, estaba cansada de todo y necesitaba un cambio de vida. Lo solucioné independizándome y yéndome de la residencia del Centro de Alto Rendimiento. Porque yo, durante seis años, había estado viviendo en la piscina. Me levantaba los domingos y vivía en la piscina. Cuando cambié de casa, ya me lo tomé más como un trabajo y me ayudó muchísimo porque te vienen muchas 'bajonas'.
¿Qué buscabas 'cambiar' con esta decisión?
En mi experiencia de Tokio, lo recuerdo también como un año muy duro, muy exigente. Y ahora, hacia París, sabía que teníamos aún más presión porque estábamos entre uno de los mejores equipos del mundo. Para mí, fue como mi reacción, necesitaba protegerme de alguna manera y mantenerme estable emocionalmente. Al final es como más se disfrutan las cosas y el camino. Vas aprendiendo de ti, vas conociéndote cada año haciendo deporte.
¿En qué te ayudó el trabajo psicológico?
Sobre todo, a abrirme. Eso fue lo primero, porque yo era una persona que me invitaban a una cena y a mí me daba miedo salir, porque al día siguiente entrenaba y me daba miedo cansarme. Me invitaban a todo tipo de planes y yo muchas veces decía que no, porque mi rutina era entrenar, comer, dormir, estudiar, entrenar, comer y dormir. Estaba en un agujero metida y no me sentía feliz con mi vida. Acabábamos de empezar la temporada, no me sentía motivada y tenía por delante unos Juegos. Mi psicóloga fue la que me ayudó a abrirme, a empezar a decir que sí a los planes y a arriesgar. Aunque llegara los lunes un poco más cansada porque los domingos me había quedado cenando con mis amigas hasta tarde, también estaba aprendiendo a desconectar. Ahora soy una persona que se implica mucho en su trabajo, que es muy exigente consigo misma y he aprendido que es súper importante desconectar. Es que los deportistas también somos personas que necesitamos salir con los amigos y necesitamos a veces tomarnos una Coca-Cola o comer patatas fritas, necesitamos salir al cine hasta tarde, tener un novio y muchos amigos. Y no pasa nada, incluso te va a ayudar para entrenar mejor porque no estás siempre pensando en números, sincro, bañadores, gelatina y música.
No es poca cosa, vaya lección para tantos deportistas.
Y no solo eso. También a analizarme, a gestionar las situaciones o a no llevarme un mal día o un mal entreno a casa. También a aprender a separarme de mi entrenadora, porque a veces creas un vínculo irrompible con los entrenadores. Cualquier persona, una vez que se hace mayor de edad, deja de hacer caso a sus padres y ellos ya no pueden decir nada. Y es un 'soy mayor de edad, voy a mi bola'. Pero en el deporte, a un entrenador nunca le dejas de hacer caso. Es que tú ves a un entrenador y es lo que él diga, porque es que mantienes tal vínculo con él que es como tu padre. Es tu guía, te dice por qué camino ir en el deporte para conseguir lo que tú quieres y hace todo para que tú llegues a tu competición en el mejor las mejores condiciones en el mejor momento.
Tener un deporte que te exige tanto estar al 100% y desde que eres apenas una niña, ¿te hace madurar más rápido?
Hay deportistas que, por ejemplo, desde pequeños tienen a su familia al lado, lo tienen todo pagado y solamente se dedican a entrenar y a estudiar. Y cuando salen a la vida real y al mundo laboral se chocan con la realidad porque lo han tenido todo siempre en una bandejita. Yo me tuve que ir de casa súper pequeña, me desvinculé de mi familia y los eché mucho de menos. Pasé por un momento tan malo que me tuve que ir de la selección y buscarme la vida...
¿Qué pasó? Si esa medalla ya había tenido mérito con lo de los últimos meses, pasar por eso hace unos años y terminar con una medalla olímpica tiene aún más mérito.
Yo recuerdo que cuando me fui de Sevilla tenía un 'noviete', era la estrellita de la clase porque era la deportista, era la estrellita del club porque era la solista, era la niñita de mis padres porque era hija única y era la estrella absolutamente en todas partes. Yo me sentía en la gloria y, de repente, me dicen: ¡Venga, te vas a Barcelona! Sola, con idioma nuevo, con gente nueva, cuando yo siempre he estado súper vinculada a mi familia, y me enfrenté a absolutamente todo nuevo con 14 años. En plena edad del pavo a la otra punta de España. Empecé a echar muchísimo de menos a mi familia, en el CAR cada uno tenía su vida formada porque todo el mundo es de Tarragona, Girona o del pueblo de al lado y se va a casa. Aquello, los fines de semana se queda desierto.
Vaya choque con 14 años.
Tengo cero quejas hacia el CAR, porque todo el mundo me acogió. Los de la limpieza, los cocineros y los trabajadores que había allí... Pero no puedo negar que yo lo pasé muy mal, porque tenía que ser una persona adulta con 14 años y no estaba preparada. Todo eso, más unos entrenos exigentes, a mí me desestabilizó muchísimo emocionalmente. Entonces cuando se fue la entrenadora anterior que teníamos, Esther Jaumà, y se incorporó Mayu, fue ella la que dio la alarma: 'Oye, esta chica no está bien'.
"Le mentía bastante o no me esforzaba suficiente"
¿Por qué? ¿Qué vio Mayu?
Tuve muchos conflictos con ella porque, por ejemplo, le mentía bastante o no me esforzaba suficiente en los entrenos. Ella me pedía y yo no entendía lo que me pedía. Terminé 2018 y dije: hasta aquí, no puedo más y no tengo ganas. 'No me aprendo las coreografías porque no quiero y porque no me da la gana, estoy harta de este deporte, no quiero entrenar más, no puedo, necesito recuperarme emocionalmente, necesito estar con mi familia, necesito relajarme y entonces, Mayu me dijo: 'hombre, por fin me has dicho la verdad'. Lo respetó y me dijo que, si en algún momento necesitaba volver, tenían las puertas abiertas. También me lo dijo el presidente de la federación.
¿En qué le habías mentido?
Había normas estrictas sobre no salir del CAR, y por ejemplo, era el cumple de una chica, yo me iba y volvía a las 12 de la noche. Con 16 años, siendo menor, eso no se puede. Para salir, tenías que pedir una autorización y avisar a tus padres, y yo no pedía autorización y me iba. Y ella me decía '¿Te has ido?' y yo le decía '¿Yo? No, no me he ido'. Como un adolescente. Pero bueno, todo cambia, de todo se aprende, se mejora y maduras.
¿Y qué hiciste al salir del equipo? Desde niña tu mundo había sido la 'sincro'.
Me fui a casa, pasé un año allí y me dieron la oportunidad de entrenar en Rusia, porque mi familia es rusa. Quizás era el momento para estar en mi casa, pero decidí irme a vivir allí con mis tíos porque necesitaba también un cambio radical en mi vida. Necesitaba como ser una persona nueva. Y bueno, estaba con parte de mi familia al fin y al cabo. Allí, entrenando en un club en el que me dedicaban tiempo y entrenando con niñas pequeñas que tenían esa ilusión infantil que yo había perdido, recuperé mi amor hacia la 'sincro'. Empecé a recuperarme y a establecerme emocionalmente.
¿Y vuelves?
En septiembre de 2019, eché la beca otra vez y me cogieron. Fui a probar desde la absoluta nada.
Mayu te dijo que tenías las 'puertas abiertas', pero entiendo que tenías que ganarte el puesto desde cero.
Yo entré como una persona nueva. Tuve una charla con Mayu y yo le dije que era "una persona completamente diferente". Y ella me dijo que necesitaba que se lo demostrara: "Si vienes otra vez mintiendo y no aprendiendo las cosas porque no te da la gana, hasta luego y ya está, no vas a tener otra oportunidad". Yo tenía una ilusión enorme, que había recuperado, y fui trabajando.
Ahora entiendo que ahora te costara hasta salir a cenar para no pasarte de la hora. La gestión de esa relación entrenador-deportista no debe ser fácil.
Mayu y yo hemos tenido de todo. Hemos discutido, he dicho cosas malas de ella y ella se ha decepcionado conmigo. Y a la vez, hemos tenido momentos súper buenos. Yo le debo todo, es una de las personas más importantes en mi vida. Yo he conectado con dos entrenadoras en mi carrera, con mi entrenadora de Sevilla y con Mayo. A las dos las he 'odiado', pero ahora les debo absolutamente todo.
Hemos hablado de tanto fuera de la piscina y nada de dentro. ¿Cómo fue la preparación de los Juegos? En horas, cambios de ejercicios...
A ver, teniendo en cuenta que yo hago dúo y equipo, con Mayu el dúo tenía que ser como algo extra porque el entrenamiento oficial era del equipo, normalmente. Intentamos sacar el máximo horas posibles para que nosotras pudiéramos combinar las dos cosas. Pero claro, tampoco podíamos mezclar en un día cinco coreografías diferentes porque es como hablar cinco idiomas en un solo día. O sea, imagínate que a ti dicen habla en chino, y de repente inglés, y después árabe... y ahora, español. Tienes un cacao en la cabeza que no te puedes imaginar. Entonces, los días que hacíamos el dúo, entrenamos de 9 a 14h. y media y de 16:30 a 20h. Era más tarde de lo habitual porque en los Juegos competíamos a las 19:30h. Y luego, también una parte importante de la recuperación, la revisión de vídeos, apuntar correcciones, repasar los cambios y las coreografías del día siguiente, las coreografías que no has tocado, entonces hay como hora y media, dos horas de trabajo extra que la gente no ve.
¿Cómo te preparas para estar 8-10 horas en el agua?
No te preparas. Haces una, ahora otra y luego la tercera como si fuera la última, y la cuarta... Vas haciendo hora a hora. Empiezas el entreno, hay días que se te pasa eterno y hay días que se te pasa volando. Intentas ponerte tus propios objetivos intenta mejorar lo máximo posible aprovechar el tiempo para competir lo mejor posible porque al final es que es eso, la competición depende de cómo has aprovechado tu tiempo en los entrenamientos. Por delante tienes unos Juegos y unos Juegos motivan mucho, y donde no llega el cuerpo, llega la mente.
Todo lo que cuentas terminó llevándote a un podio para recoger una medalla olímpica.
(Sonríe) Tuve una anécdota cuando recibí la medalla. Yo hice sincro gracias a que mi abuela materna se lo dijo a mis padres. Yo quería hacer ballet, mi padre prefería natación y mi madre, gimnasia rítmica. No nos decidíamos, estamos discutiendo, y ella dijo: 'vamos a ver, que hay un tres en uno: ¡la natación sincronizada! Y me acuerdo que, en verano cuando estaba con ella, ella me contaba que en la Unión Soviética les hacían aprenderse en himno de China. No sé por qué, pero se lo sabía, y a mí me hacía reir un montón porque era un idioma bastante gracioso. Siempre me lo cantaba. Y cuando gané la medalla, subí al podio en París y escuché el himno de China, que era el que cantaba mi abuela, a mí se me saltaron las lágrimas. La vi allí y dije: "Abuela, aquí estoy". Fue muy bonito.
"Me ha entrado mucha motivación con la llegada de Andrea Fuentes"
Y ahora, a lo que viene: Van a cambiar muchas cosas, se ha ido Mayu y ha llegado Andrea Fuentes.
Para mí fue un golpe duro saber que se iba Mayu. Porque yo tenía muy claro, y yo se lo dije a ella, que me iría cuando se fuera ella. Pero luego, es que pienso que soy joven, tengo 23 años y me encanta este deporte. No me siento preparada para retirarme, no quiero aún colgar el bañador y no quiero dejar de vivir estas experiencias. Siento que puedo ser uno de los grandes iconos de este deporte como lo han sido Gemma [Mengual], Ona [Carbonell] o Andrea [Fuentes].
Y además, ahora toca ser dirigida por uno de esos iconos.
Con la llegada de Andrea, a mí me ha entrado mucha motivación. Van a haber cambios y creo que va a ser para bien. Los feedbacks que estoy recibiendo son súper buenos y además, el trabajo que ha hecho Andrea con Estados Unidos ha sido increíble. Es que han quedado subcampeonas olímpicas, brutal. A lo mejor hay cambios, pero yo quiero seguir.
Por lo visto en Estados Unidos, va a traer nuevas ideas.
Tengo muchas ganas de trabajar con Andrea, a la que no conozco como compañera ni como entrenadora, pero quiero seguir mejorando. Hablamos mucho de Gemma y Ona, pero Andrea tiene cuatro medallas olímpicas y esto es muy fuerte. Es uno de los grandes iconos. Y además, tiene una forma de ver la sincro súper diferente. Las coreografías de Estados Unidos siempre me han parecido increíbles y creo que nos pueden aportar un soplo de aire fresco. Puede hacer algo muy guay con nosotras. La verdad que yo confío ahora mismo 100%.
Para terminar, me ha llamado la atención eso de «no me siento preparada para retirarme». Es un deporte en el que vivís más en una burbuja que en otros, ¿tienes miedo al más allá de los muros del CAR?
No, porque yo he visto a la gente que ha salido y que le salen mil proyectos. Yo lo veo como una nueva etapa. Claro que dar el paso duele y cuesta, pero yo una vez ya lo he dado una vez y no lo pasé tan mal, así que no me importa darlo otra vez. Estoy estudiando, soy nativa de español y ruso para poder ser profesora perfectamente. Tengo un B2 de inglés para irme a Estados Unidos si alguien me lo pide.