Teresa Portela, dos carreras universitarias, una hija y siete Juegos después: "Sólo me veo remando"
La palista gallega entra en su octavo ciclo olímpico para explorar una senda sólo transitada por un atleta español.
Algo tendrán los mejillones de la ría en la zona de Cangas do Morrazo en Pontevedra. Los goles de Iago Aspas en el Celta, las paradas de Rodrigo Corrales en balonmano y, cómo no, los reyes del agua: David Cal, Carlos Pérez Rial 'Perucho', Rodrigo Germade, Rodrigo Conde... Sin embargo, el abdomen más portentoso, como reconocen en petit comité los anteriores, es el de una mujer: Teresa Portela (Cangas, 1982).
Dos carreras universitarias, 17 Campeonatos del Mundo, 7 Juegos y una colección infinita de medallas después, Portela visita Relevo. Su niña de 10 años es el motor que le lleva, sin buscarlo, hacia un terreno sólo explorado por un hombre en toda la historia del deporte español: la octava cita olímpica. Teresa no lo dice, pero de sus palabras, amén de su envidiable estado físico y mental, se desprende un aroma a gesta.
A Chuso García Bragado, el hombre que tocó el octavo cielo olímpico en Tokio, le llamaban "el hombre de mármol" en Italia, sorprendidos los transalpinos de encontrárselo década a década en cada gran campeonato. Si alguien está a la altura en valores de la leyenda de la marcha española, esa es Teresa Portela, la espartana de la piragua. El mármol lo lleva de serie en un cuerpo esculpido durante un cuarto de siglo en Mundiales y Juegos.
¿Tú nunca te cansas?
Al final es mi estilo de vida. Desde que tengo nueve años es mi dinámica y han pasado muchos, muchos años. Cada mañana cojo la mochila, voy a entrenar y ya está. Al principio era un hobby, ahora es mi trabajo. Siento que tengo ese deber y ese compromiso de ir cada día a entrenar.
Pues a por los octavos Juegos entonces.
A por los por los octavos no lo sé. Tras cada temporada, reseteo y pongo el contador a cero. Siempre me marco los objetivos así, temporada a temporada. Cuando acabó Tokio, el ciclo olímpico de cara a París era más cortito y aun así no sabía si estaría en París. Ahora me pasa igual de cara a Los Ángeles. Estoy agradecida de que mi carrera deportiva sea tan larga, esto es una experiencia increíble, así que feliz.
¿La retirada no pasó por tu cabeza tras la medalla olímpica en Tokio?
Desde hace mucho tiempo, desde Pekín 2008, la gente me decía: 'Bueno, te retirarás'. O sea, llevo siendo veterana desde que tenía 26 años. Ahora con 42, no sé, seré veteranísima. Cuando tenía 30 años, pues me preguntaban: '¿Y la maternidad cuándo llega?'. En el momento que llegó la maternidad, 'bueno ¿ahora te retirarás?'. Después, cuando iba a competir en una distancia como los 200 metros, que era la prueba más veloz de nuestra disciplina, de repente: '¡Uy, tú ya tienes tus años... ¡Cómo para ser velocista! Te retirarás'. Entonces siempre ha sido así. Si no era la maternidad por lo que me tenía que retirar, era por la velocidad; si no, porque ya logré la medalla olímpica: 'Ya que la conseguiste, te irás". Entiendo que llame la atención y choque.
Es que aquella medalla olímpica era el culmen a tu trayectoria.
Después de Tokio, de conseguir la medalla, que era mi sueño... Entiendo la pregunta. Pero estar entre las mejores del mundo es muy difícil. Me siento afortunada y privilegiada de poder estar en una final olímpica o de un Campeonato del mundo y quiero seguir aprovechándolo. Al final, el deporte me retirará; será el deporte, cualquier otra chica que venga detrás que me gane, que sea mejor, me quite el puesto y ya está. Mientras tanto, todo lo aprendido, todo lo trabajado hasta ahora quiero seguir explotándolo, beneficiándome de todo lo que me da el deporte y quiero que siga así todo el tiempo que pueda. Es una etapa de la vida, que sé que en principio es una etapa corta y en mi caso se está alargando mucho, pero es que quiero disfrutarla al máximo.
Hay muchos deportistas que tienen miedo a la retirada. ¿Es tu caso?
Pensar en la retirada, sí. No sé si es miedo, pero mucho respeto, me da vértigo. Sí que es verdad que me he formado bastante. He sacado dos carreras universitarias (Magisterio y el grado de Fisioterapia) con esa inquietud de que después del deporte, en otra parte de mi vida, voy a tener que dedicarme a otra cosa. Tener un plan B para mí también era una seguridad y una tranquilidad a la hora de entrenar, no sólo depender de un resultado cada año. Porque cada año tenemos que tener nuestro resultado y en base a eso sigues entrenando y compitiendo. Pero sí, la retirada sí me da un poquito de vértigo, porque al final es romper tu identidad como deportista de élite y ver dónde te ubicas, visualizarte en otra cosa. Llevo tantos años, más de 30, practicando el piragüismo... Y no sé cómo lo llevaré. Espero saber encajarlo bien, pero me da bastante vértigo.
¿Nunca miras la fecha de nacimiento en el DNI y dices...?
Nunca me fijo en la fecha de nacimiento. Cada año me pongo un reto. Mi objetivo el año que viene es poder estar en el Campeonato del mundo. Cuando llegue el momento en el que no consiga ir a un Mundial o cuando vaya y no consiga estar en una final y yo vea mis limitaciones y que ya no estoy donde me gustaría estar, tendré que planteármelo. Hasta ahora, en los 24 años que llevo en la élite, he tenido algún año que no ha salido bien y no he estado en la final y me he dado una oportunidad una temporada más. Pero, en general, he ido a 7 Juegos Olímpicos, 17 Campeonatos del Mundo, con 17 medallas en los Mundiales, y casi todos los años, excepto un par de ellos, siempre he estado en las finales del Mundial y los Juegos. Creo que he sido muy competitiva y ahora exactamente lo mismo.
¿De dónde salen esas ganas de seguir?
Al final, me siento muy comprometida con mi trabajo. En el momento que acaba la temporada, sé que tenemos tres semanas, un mes de vacaciones. Vale, lo disfruto como la que más y no quiero saber nada ni de la pala ni de la piragua. Pero, en el momento que ese mes se acaba, siento que tengo que estar comprometida, ser responsable y empezar con mi trabajo. Entonces igual va por ahí el hecho de que siga entrenando y remando, porque me siento comprometida.
¿Qué te sigue motivando de la piragua?
Uno, que me gusta lo que hago. Dos, que quiero saber hasta dónde más puedo llegar. He ido a siete Juegos Olímpicos, pues sí, es verdad que es muy difícil mantenerse ahí y conseguir eso. Pero siempre me gusta dar un pasito más. No me gusta ni ponerme barreras, ni frenos, ni guiarme por mi fecha de nacimiento y que eso sea una limitación. Quiero seguir avanzando, ponerme metas, visualizarme. Y esa es mi motivación: seguir adelante, marcarme el objetivo e ir a por él sin ningún tipo de barrera. A lo mejor fuera ven barreras que yo no veo. Lo mío es avanzar y que no esté el no, que siempre sea un sí. Sí puedo.
Después de Tokio, tuviste que reinventarte otra vez en el K4.
En Tokio era el último año en que la distancia del K1 200 era olímpica y, de repente, toca reinventarse. La Federación lanza este nuevo proyecto, hablan conmigo para poder hacer un K4 y la opción es que en Pontevedra esté el equipo nacional. Cuando yo voy a entrenar necesito tener una ilusión. Para poder ir a entrenar a las 7 de la mañana, llueva, truene o granice, tiene que haber algo muy fuerte que te motive a hacerlo. Eso era poder estar en París y luchar por ese nuevo objetivo del K4. Cuando un ciclo olímpico termina, siempre hay incertidumbre, y ahora pasa lo mismo. En la Federación están con elecciones y está todo en el aire, no se sabe el proyecto que va a haber. Yo también estoy un poquito descolocada, pero igual que estamos todas. Cada una está en su casa volviendo otra vez a la rutina y entrenando.
¿Qué pasó en los Juegos de París?
Te puedo asegurar que esos tres años hemos entrenado mucho mucho, a conciencia, con la tensión necesaria para afrontar ese día. Competimos la eliminatoria muy bien, tuvimos el tercer mejor tiempo, y veníamos del año anterior de ser medallistas de bronce en el Campeonato del Mundo. Sabíamos que esa posibilidad estaba ahí, que teníamos opciones de medalla. La final no nos salió como nos hubiese gustado, pero yo lo acepto, es algo que puede pasar. De cara a la final, queríamos mejorar la salida, y lo hicimos muy muy bien, pero después, en el resto de la competición, no conseguimos ir completamente acopladas. Nos faltó ahí un poquito de tacto, de sentirnos; y eso al final yo creo que pasó un poquito de factura. Te quedas con ese mal sabor en ese momento y hacen falta días para valorarlo y aceptarlo.
Eres un ejemplo como mujer, madre, deportista, estudiante...
Se puede ser deportista élite y estudiar, pero es difícil. Al final, creo que es cuestión de organizarse y de planificarse. Y si le añades la maternidad, pues complicado. Ser deportista de élite son 24 horas y ser madre también. Ser deportista de élite no sólo es entrenar, también es descansar. Con un bebé es imposible. También es difícil a nivel emocional, porque al final lo único que quería era estar con mi hija. Y por otro lado tenía ese sentimiento encontrado de que tampoco quería renunciar a mi carrera profesional. El equilibrio es complicado, es un jaleo absoluto. Lo bonito y la grandeza de lo que he conseguido es no renunciar a ser madre ni a ser deportista de élite. He conseguido mis sueños y los mejores resultados han llegado después de mi maternidad. Por eso le doy tanto valor, por el trabajo que hay detrás y no se ve.
Un caso extraordinario en su momento.
Ahora se ven más y a lo mejor, con un caso como el mío, pues algunas deportistas que se estén planteando ser madres lo ven posible. Es muy difícil, muy complicado y va a llevar muchos lloros, mucho cansancio. Va a ser duro, pero de verdad que a mí me ha valido la pena. Yo soy inmensamente feliz de haber continuado, de que ahora mi hija con 10 años pueda, desde el minuto uno, decir que siempre viajó conmigo a todas las competiciones, a todas las concentraciones... Poder mostrarle mi trabajo in situ y ver lo que supone ser deportista. Enseñarle esos valores con el ejemplo no sólo de palabra, para mí es muy importante.
¿En tu cabeza te costó dar el paso?
En esas dudas de si yo iba a conseguir conciliar o no, mientras tanto yo seguía entrenando. Al final, no es lo mismo pasar un embarazo entrenando que pasar nueve meses en el sofá sin hacer nada y después retomar. Entonces en esos momentos de dudas de si iba a continuar o no durante el embarazo, pues estuve entrenando, supervisada evidentemente por un médico. Entrené hasta un mes antes de dar a luz. Un mes después de tener a mi hija, retomé los entrenamientos y, exactamente lo mismo, con muchísimas dudas. Al final, mi cuerpo no era el de siempre. Yo lo que pretendía era perder lo mínimo, lo menos posible de fuerza y de masa muscular, por eso entrenaba.
Era una lucha contra lo establecido.
Era un reto. Si nadie continúa, si todo el mundo es madre y lo deja, pues yo quiero ver si soy capaz. No dar por hecho lo que la sociedad o el resto del mundo hagan. Yo quería verlo y, al mes de dar a luz, me puse a entrenar con el objetivo del Mundial del año siguiente. Era el Campeonato del mundo donde se conseguían las plazas olímpicas para Río, así que fue la mejor de mis decisiones. Yo 16 meses después de tener a mi hija fui al Campeonato del mundo, logré la medalla de bronce y conseguí la plaza olímpica para estar en los Juegos de Río.
Y con tu hija presente.
Para mí la clave de que yo esté todavía entrenando es que pudiera conciliar y el que mi hija estuviera conmigo. Lo importante es tener mi trabajo, pero poder conciliar con mi familia. Entonces, lo que hice fue intentar también romper moldes, porque casi nadie lo hacía. Yo recuerdo a una italiana, Josefa Idem, que iba con sus dos hijos y con su marido, que era el entrenador. Y yo me decía: 'Yo quiero eso, yo no quiero renunciar, yo no me quiero ir un mes de concentración sin estar con mi hija y con mi marido'. Eso me hace fuerte mentalmente. Eso es lo que necesito para rendir y así lo quiero hacer.
¿La Federación lo entendió?
La verdad es que me siento muy agradecida. Al final a la Federación yo le planteo mis necesidades, que no eran las mismas cuando yo tenía 20 años que ahora con 42. Mis necesidades no son las mismas que las de chicas de 23 años. Evidentemente, yo tenía que pagar el viaje de mi hija, la estancia y todo, pero yo estaba dispuesta a eso. Para mí eso era una apuesta, necesito conciliar. Si no lo hubiese conseguido, evidentemente Teresa Portela hoy no estaría aquí, haría años que ya no estaría aquí.
Al final, has callado muchas bocas en muchos aspectos.
No, no es por callar bocas. Entiendo que me puedan llegar a decir que no es común ver a una mujer, a una madre... 'Si ya fuiste a los sextos Juegos, si ya tienes la medalla...'. Pero no es por callar bocas, me guio por mi deseo de continuar, de ser mejor, de dar un pasito más y de querer aprovechar esta etapa. Ser deportista de élite es sacrificado, pero es precioso también. Esta etapa la quiero disfrutar al máximo.
¿Y después de qué te ves?
¡Buah! Pues es una pregunta que no sé... No sé qué me veo haciendo, la verdad. Mi marido y yo tenemos un centro de fisioterapia en O Grove (Pontevedra). Probablemente estaré allí o no, es que no lo sé. Ahora mismo solo me veo remando.