La rebeldía de la primera medallista española que tiró al suelo su presea: "Quisieron hacerme un consejo de guerra"
La nadadora Carme Riu ganó dos platas en los Juegos de 1968 cuando tenía 17 años.
En 1968, en un Tel Aviv extremadamente militarizado, con la guerra de los Seis Días entre israelitas y árabes todavía muy presente y con constantes simulacros de bombardeos en sus calles, se celebraron los terceros Juegos Paralímpicos de la historia -entonces denominados Juegos de Stoke Mandeville- bajo el auspicio del médico judío que se enfrentó a los nazis Ludwig Guttmann, el padre del deporte para personas con discapacidad. Y, por primera vez, el Estado español mandó una delegación a los Juegos; con éxito, pues obtuvo cuatro preseas.
La primera medallista española de la historia fue la catalana Carmen Riu Pascual (Barcelona, 1951), plata en 50 metros libre y también en la modalidad de braza. Su historia, la de una pionera que se rebeló contra la discriminación hacia las personas con discapacidad, está marcada por una enfermedad provocada por un virus, la poliomielitis -convertida en epidemia a mediados de siglo en España-, que le paralizó las dos piernas y le obligó a ir en silla de ruedas desde los siete años.
"El médico nos recomendó que fuera a la playa porque estar dentro del agua me ayudaría a recuperarme. Y ahí empecé a nadar, en Castelldefels, en el verano de 1959", cuenta a Relevo Carme Riu, que nueve años después acudió a unos Juegos Paralímpicos. Entre medias, luchó contra viento y marea para continuar ejercitándose en el medio acuático: "Cuando volví a Barcelona tras las vacaciones, fui a una piscina, pero no me dejaban entrenar con los niños de mi edad porque decían que yo era especial. Y, para poder hacerlo, mis padres tuvieron que pagar a un entrenador personal".
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Una infancia marcada por la discriminación
A Carme la expulsaron de la escuela y no la aceptaron en ningún colegio. "En aquella época, los que éramos discapacitados parecía que estuviésemos infectados. Estábamos marginados", recuerda Riu, que estudió por su cuenta hasta que tuvo edad para ir al instituto. Allí no le permitieron hacer educación física. "Por mucho que insistí, no me dejaban hacer los ejercicios como el resto. Me ponían ausente en la nota. Sí que me dejaron competir en unos campeonatos de natación; y ahí fui tercera. Para mí esa medalla del instituto fue mucho mejor que todas las que gané después en los Juegos", desvela la barcelonesa.
Riu siguió nadando, primero con su entrenador personal y, tras ocho años, en el club deportivo que fundó la Asociación Nacional de Inválidos Civiles (ANIC) con el apoyo del Instituto Guttman. "Los sábados por la tarde, con la ANIC, íbamos a hacer deporte. Una de las disciplinas que practicábamos era la natación, pero lo hacíamos en una piscina pequeña, de niños, y con la luz apagada para que nadie nos viera", rememora.
"Y en uno de esos entrenamientos, unos señores que habían venido de Madrid, me dijeron '¿quiere venir a unos Juegos Paralímpicos a Israel?' Me sorprendió mucho. Lo consulté con mis padres, que en principio no se lo creían, y al final acepté. No sabía ni mi marca ni nada de nada. Mi único objetivo era no quedar la última", desvela Riu, que se fue a Tel Aviv junto a otra nadadora, Rita Granada, y nueve hombres.
«Me daba vergüenza enseñar las medallas»
"El jefe de equipo era un señor madrileño que no conocíamos de nada, un tal Antonio. Cuando teníamos que competir Rita y yo, fuimos solas, no nos acompañó nadie de la delegación. No sabíamos inglés y nos enteramos de que era nuestro turno porque dijeron nuestro nombre en megafonía; supe cuál era la modalidad de la prueba por señas. Y le dije a Rita, 'fíjate a ver en qué posición quedo'. Fui segunda en las dos primeras rondas y también en la final", confirma Riu, que ganó la plata en 50 metros libre y también en braza, una hazaña del todo inesperada que convirtió a la nadadora catalana, que cumplió los 17 años en esos días en Israel, en la primera medallista paralímpica española de la historia. El también nadador Miguel Carol, se colgó otros dos metales.
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Y para hablar de ellos y de nuestros deportistas clasificados, quién mejor que el presidente del Comité Paralímpico Español, Miguel Carballeda. ⬇️https://t.co/rxDTC8HFiC
El éxito de Carme Riu fue una sorpresa para ella, pero, todavía más, para Antonio, que no daba un duro por la nadadora de Barcelona: "Cuando volvimos de la competición, yo llevaba las medallas en el bolsillo porque me daba vergüenza irlas enseñando. Y Rita le dijo a Antonio, 'Mari Carmen ha ganado dos medallas'. Y él, incrédulo, respondió 'sí hombre'. Se las enseñé y le cambió la cara. '¡No te las quites! ¡Vamos a hacerte fotos con ella!', me dijo", descubre con una sonrisa la deportista, que tras los Juegos de Tel Aviv 1968 siguió cosechando éxitos nacionales e internacionales hasta su retirada, tras la cita paralímpica de 1972, en Heidelberg. Entonces, apenas tenía 21 años.
Un gesto para la historia
En Alemania, Carme Riu volvió a colgarse una plata, en los 50 metros espalda. Cuando le entregaron la presea, en el podio, la nadadora catalana dejó una imagen para la historia: "Siempre he sido bastante contestaría y, cuando me dieron la medalla, la tiré al suelo; no la quería. Estábamos en época franquista… y me quisieron hacer un consejo de guerra por eso, pero al final no lo hicieron".
Pero, ¿por qué declinó esa medalla? "Yo quería que los Juegos Olímpicos y Paralímpicos se hicieran al mismo tiempo, conjuntamente. Es una segregación que no sea así. De hecho, lo sigo defiendo; creo que los Paralímpicos deberían ser, simplemente, una categoría distinta dentro de unos Juegos. Además, también quería protestar porque no me parecía justo que hicieran propaganda conmigo, y no con el resto de deportistas, por haber ganado medallas. Y, sobre todo, lo que quería es que nosotros fuéramos valorados por nuestras capacidades y no por nuestras incapacidades", comenta Riu.
"Me retiré voluntariamente de la natación competitiva, además de por todos esos motivos, porque yo no quería dedicar mi vida a nadar por obligación", expresa la barcelonesa, que, a sus 72 años sigue veraneando cerca del mar, aunque mucho más al norte de Cataluña, en la Costa Brava. Y sigue nadando porque hacerlo la "libera".
Tras su efímera y laureada carrera deportiva, fue profesora de instituto durante 30 años -"no me dejaban ir a la escuela y, tras mucho pelearlo, me convertí en maestra", comenta- y trabajó durante un tiempo para el Consejo de Europa de las Naciones Unidas. Actualmente, está jubilada, pero no ha dejado de lado su vocación de servicio pues, tras formar parte de distintas instituciones relacionadas con las personas con discapacidad, preside desde 2003 la Asociación Dones No Estàndards, fundada por ella y otras 24 mujeres en 1995, y que trabaja para la inserción laboral y la erradicación de la violencia de género contras las mujeres con discapacidad.
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La Presidenta @pascual_riu , parlant per @btvnoticies sobre la discriminaciò
Hace unos meses, el gobierno de Cataluña le otorgó a Carme Riu la insignia 'President Macià' que distingue sus méritos laborales a lo largo de toda una vida dedicada al activismo en pos de alcanzar "una sociedad más justa que trate las mujeres con respeto, dignidad, igualdad y sin ningún tipo de discriminación", un nuevo reconocimiento a la primera medallista paralímpica española, la pionera que en 1972 declinó su última presea como protesta por la segregación que sufren las personas discapacitadas.