JJOO | NATACIÓN ARTÍSTICA

La sincro acaba con una sequía de 12 años que se inició tras un corte de pelo y se enderezó con un Ramen en Budapest

El equipo español se sube al podio de nuevo tras dos ediciones en las que se quedó lejos. El nuevo equipo con Mayu toca el cielo.

La natación artística, en el podio de la rutina de equipo después de finalizar la tercer rutina. /GETTY
La natación artística, en el podio de la rutina de equipo después de finalizar la tercer rutina. GETTY
Alberto Martínez

Alberto Martínez

París.- Bronce. Tres coreografías muy regulares, sin apenas errores, han devuelto al equipo de natación artística a un podio olímpico 12 años después. No queda ninguna de aquellas integrantes. La última en retirarse, hace ya más de un año, fue Ona Carbonell, icono y representante de una época dorada en la que los podios caían como moscas en cada competición. Pero, tras aquellos Juegos de Londres 2012 y el despido de Anna Tarrés, comenzó una sequía (maquillada con los Mundiales de 2013 y los de 2023) que desplazó a la sincro de ese podio aunque siempre se mantuvo a las puertas.

Todo empezó con un corte de pelo, preludio del último éxito y del inicio del declive. Ocurrió la noche antes de que se colgaran el bronce en Londres en la rutina de equipo. Anna Tarrés, la reina de la improvisación (llegó a acudir hasta una hora tarde a una cena con por aquel entonces la Reina Sofía), decidió llamar a un peluquero de confianza de Barcelona (Pons) para que cogiera un vuelo exprés a la capital inglesa y cortarle el pelo a las deportistas. La idea, que causó revuelo especialmente en las que tenían una larga melena, surgió porque quería que, para impresionar a los jueces, las nadadoras debían complementar su bañador con un gorro ceñido para simular que eran peces y poder interpretar así una coreografía basada en el mar. Y consiguieron el bronce. Y se acabó.

Explotó el caso Tarrés. Se levantaron las alfombras, se dijo de todo y el asunto acabó en un juicio en Terrassa. La prensa esperaba a las puertas del CAR de Sant Cugat a las deportistas. Una guerra que se llevó por delante a una España que brilló en los Mundiales de Barcelona de 2013 pero después no logró cicatrizar sus heridas. Regresó Gemma Mengual al agua, Ucrania desplazó a España de los podios, luego Italia y, para colmo, el equipo no se clasificó para los Juegos de Río. Era imposible que aquello funcionara con una Esther Jaumà que lo intentó de mil maneras, pero era demasiado pronto para que floreciera el bosque quemado.

Y todo empezó a cambiar con el tiempo, con un Ramen en julio de 2017 en Budapest, cuando se anunció que Mayuko Fujiki, la seleccionadora japonesa que había aprendido en Estados Unidos, Canadá, España y China, sería el recambio. Se renovó el equipo y los ánimos, se empezaron a cerrar cicatrices además con el paso a un lado de una Ona que logró el récord de medallas en 2019 y regresó para competir en Tokio como madre. Pero algo se estaba cociendo en ese equipo joven y alegre. "Nunca había visto un grupo así", repite siempre Carbonell.

A su estilo, a la japonesa pero con la esencia artística española, fue encontrando las piezas del puzle. Nadadoras como Meritxell Mas y Paula Ramírez de capitanas. Ascensos rápidos como el de Iris Tió o Alisa Ozoghina, y otros que ahora se estrenan en unos Juegos como Txell Ferré o Lilou Lluis. Un equipo apasionado, disciplinado, con ese punto de "locura", que les hizo entrenarse en la época del COVID con botellas de agua, estudiar en la biblioteca juntas para fomentar esa amistad o decidir conjuntamente las coreografías. Y todo eso lejos de los focos. Ya no está Mengual ni Ona. Ya no está Tarrés. Eso pasó hace 12 años. Ahora vuelven al podio después de pasar un duelo y levantarse. Lo más difícil en un deporte.