El secreto de los 8 oros con los que Michael Phelps se convirtió en la mayor leyenda de los Juegos: "Nunca nos dijo nada"
Cullen Jones, compañero del 'Tiburón de Baltimore' en el 4x100 libres en Pekín, recuerda en Relevo cómo fue aquella cita histórica.
La piscina del centro acuático de París cierra hoy sus puertas para la natación, aunque las mantendrá abiertas para las pruebas de la artística. A partir de las 19:10 los encargados de bajar el telón serán los componentes de los equipos femenino y masculino del relevo 4x100 estilos. La misma prueba que hace 16 años, el 17 de agosto de 2008, terminó por encumbrar a Michael Phelps a lo más alto del olimpismo con su octavo oro en una sola edición de los Juegos.
El estadounidense cerró una participación para la historia colgándose su octava presea dorada al imponerse en la final a Australia en los 400x100 libres, donde compartía equipo con Cullen Jones. El nadador neoyorquino, hoy embajador de Speedo, atiende a Relevo en París, donde cuenta cómo fue la preparación de una cita en la que Phelps terminó superando los míticos siete oros que se colgó Mark Spitz en Múnich'72.
"Fue increíble. Lo mejor de todo es que nunca nos dijo nada sobre ir a buscar todas esas medallas. No hablaba de ello", recuerda el estadounidense sobre la preparación de la cita china. La imagen de un Phelps impertérrito, calculador y muchas veces inexpresivo en la pileta choca con su personalidad fuera de ella. Incluso cuando tenía los ocho oros en mente.
"No se ponía nervioso. No iba pensando 'oh, no voy a conseguir las medallas", recuerda Jones, que se convirtió en el primer nadador afroamericano en tener un récord del mundo tras colgarse el oro con un Phelps que huía de una imagen de exigencia con sus compañeros. "Siempre hablaba del equipo. Era un líder, pero para nada era un tirano. Nunca ha sido así".
No fue la única medalla que Phelps se colgó en su carrera. Las deportivas son las que aparecen en el palmarés. Pero hay una más importante, que es la que consiguió cuando confesó al mundo que había sufrido una depresión. Fue, en palabras de Jones, la mejor brazada de un nadador para la historia.
"Necesitábamos a alguien de su altura que hablase sobre todo esto. Creo que a todos nos había pasado, pero nos callábamos", apunta Jones. "Tenemos que estar muy agradecidos de que él tuviera la fuerza no sólo de ganar en la piscina sino de hablar de algo tan importante. Son atletas como él los que nos han hecho ser capaces de hablar sobre lo que nos sentimos".
El tabú de la salud mental es uno de los que tuvo que enfrentar Jones durante su carrera. No fue el único. También tuvo que combatir el racismo en la piscina. "Claro que tuve que sufrirlo. Cuando yo empecé ya había nadadores negros. En mi primer equipo ya había muchos nadadores negros, pero cuando empecé a mejorar y a subir en el ranking, me quedé solo yo y ahí sí sentí racismo. Más por los padres que por los niños con los que competía. Lo hacían porque yo ganaba a sus hijos. Hoy sigue habiendo racismo. 100%".
"Mi padre murió cuando yo tenía 16 años y sus últimas palabras fueron "hazlo". Me decía que nunca dejase que nada me detuviera. Así que, cuando uno de esos momentos ocurrieron, cuando sentí el racismo, solo escuché sus palabras en mi cabeza: "¡No dejes que nadie te detenga!". Me enfoqué en lo que quería hacer y dejé que sucediera".
Ahora Jones trabaja mano a mano con Speedo para que esos obstáculos que él se encontró dejen paso a las nuevas generaciones: "Quería ser una voz y eso es precisamente lo que estoy haciendo con Speedo. Trabajo con gente de 5 y 10 años para enseñarles cómo se puede llegar. Quiero devolverle a la piscina lo que me ha dado y trabajar con la próxima generación para que no cometan los mismos errores que yo".