El misterio de las mujeres ausentes en la lucha por el poder del COI
En 130 años solo una mujer fue candidata a presidir el organismo olímpico.
¿Qué pasa con las mujeres en el Comité Olímpico Internacional? Si en 130 años de historia apenas una vez una mujer fue candidata a la presidencia, ¿por qué esta vez hay solo una entre siete, cuando se esperaban hasta tres? Spoiler: esta es una muy buena noticia para Juan Antonio Samaranch (hijo). De cara a la elección de marzo de 2025 en Grecia, el mundo olímpico ofrece hoy muchas más preguntas que respuestas.
En la tarde del sábado 10 de agosto, minutos después de que Thomas Bach anunciara que no forzaría un tercer período como presidente, la arubense Nicole Hoevertsz salió del Palacio de Congresos de París y, sonriendo, sintetizó ante Relevo su visión de lo que estaba sucediendo: "¡Interesante!".
Muy ligada a Bach, e impulsada en el mundo olímpico desde los tiempos del todopoderoso magnate mexicano Mario Vázquez Raña, Hoevertsz es hoy vicepresidenta del COI y está vista como una dirigente eficiente y capaz.
No abrió en cambio la boca la otra vicepresidenta del COI, la marroquí Nawal El Moutawakel, a la que un sitio especializado en el mundo olímpico, The Inquisitor, daba como muy probable ganadora si se presentaba como candidata: "De todos los posibles candidatos, Nawal es la única que cumple todos los requisitos formales e informales, sin duda alguna".
Sorpresa: al igual que Hoevertsz, El Moutawakel no entró en la carrera. Será para siempre la primera mujer africana y árabe en ser campeona olímpica, pero no la primera mujer en presidir el COI. No se conocen las razones por las que Hoevertsz y El Moutawakel no dieron el paso que el mundo olímpico esperaba, pero la historia enseña mucho: en 1997, la estadounidense Anita DeFrantz revolucionó el COI al convertirse en su primera vicepresidenta en 103 años de historia. Hasta entonces, solo hombres habían accedido a los primeros escalones del mando.
Cuatro años más tarde, DeFrantz quiso dar un paso más y se postuló, en la sesión del COI de Moscú en 2001, como la primera mujer candidata a presidenta. Oro en remo en Montreal 76, DeFrantz no tuvo posibilidad alguna ante el belga Jacques Rogge en aquella sesión que implicó la despedida de Juan Antonio Samaranch tras 21 años en la presidencia del COI y la llegada de su hijo como miembro.
Veinticuatro años más tarde, la segunda mujer en la historia en aspirar a la presidencia llega desde Zimbabwe y se llama Kirsty Coventry: siete medallas olímpicas en natación, ministra de Deportes y vicepresidenta de la Asociación Internacional de Surf (ISA). A diferencia de El Moutawakel y Hoevertsz, Coventry es más introvertida y fría, no desborda carisma, pero lleva desde hace años una marcha firme y confiable en el escenario mayor del poder del deporte.
En el contexto de unos Juegos como los de París 2024, que el COI presentó como los primeros con igualdad de género en las competiciones, el siguiente paso es evidente: poner fin al dominio de los hombres blancos y europeos -sólo un estadounidense entre nueve desde 1894- y que una mujer presida el olimpismo. Eso era probablemente más sencillo con tres candidatas -dos de África y una del Caribe-, y no tanto ahora, con solo una mujer midiéndose a seis hombres. Samaranch (hijo), que ambiciona la presidencia, puede verlo como una buena noticia: las presiones por una mujer presidenta serán menores que con tres aspirando al puesto.
El "Zeitgeist" olímpico no reclama aún una mujer al mando. Por eso, más allá de Coventry, el cambio de rumbo evidente podría pasar por un jordano, el príncipe Feisal Al Hussein, o un japonés, Morinari Watanabe.
El resto encaja en el molde de siempre: el británico Sebastian Coe, el francés David Lappartient, el sueco Johan Eliasch y el propio Samaranch, que seguramente respira aliviado porque en esta carrera difícilmente le critiquen algo que es pura evidencia y difícilmente desee cambiar: es hombre, no es mujer.