Khelif se toma la revancha mientras la distopía gana fuerza y complica al COI
La argelina ganó su combate por unanimidad y para prepararlo bien su equipo le quitó el teléfono móvil.
París.- Es probable que Imane Khelif se vaya de París con un oro olímpico colgando del cuello, aunque también cargando algo infinitamente más pesado: ser el personaje central de una distopía que se nutre del deporte para objetivos que son los de siempre, poder y dinero. Y en ese viaje vital que iniciará tras los Juegos Olímpicos, a Khelif podrían entrarle golpes bastante más dañinos que los pocos que recibió hasta ahora en el ring.
Khelif, de 25 años, se impuso con absoluta holgura a la húngara Anna Luca Hamori, de 23, en la categoría de hasta 66 kilos. Los tres jueces que evaluaron el combate, un indio, un mongol y un canadiense, anotaron diez en sus tarjetas en cada uno de los tres rounds.
"Me siento de oro", dijo la argelina en una breve conversación con la BBC tras asegurarse al menos el bronce, ya que en el boxeo no hay definición por el tercer puesto, sino bronces para todos los semifinalistas.
"Es la primera medalla para el boxeo femenino en Argelia, estoy muy feliz. Quiero además agradecer a todo el mundo y al mundo árabe".
Antes, durante y después del combate sucedieron y se escucharon cosas inimaginables para una instancia deportiva como son los cuartos de final del boxeo femenino. Desde que el jueves pasó de ser desconocida para la inmensa mayoría del planeta a multiplicar su rostro en medios de comunicación y redes sociales junto a la afirmación de que es una mujer que, en realidad, es un hombre, la vida le cambió para siempre a la argelina.
Khelif no es un hombre. Es una mujer, pero en una época en la que los hechos no necesariamente importan para formarse un juicio, la gente más cercana a la boxeadora tomó el viernes una medida drástica.
"Le hemos confiscado su móvil desde hace un día. Le decimos que todos la están apoyando y está muy feliz, muy concentrada en la pelea", aseguró a Relevo Yassine Arab, director deportivo del Comité Olímpico de Argelia.
Al no tener móvil ni Internet, Khelif se evitó leer lo que dijo Donald Trump sobre ella en un video que subió a las redes sociales: "Mantendré a los hombres fuera del deporte femenino". Trump, de paso, acusó a su rival por la presidencia, Kamala Harris, de promover que los hombres compitan en el deporte con las mujeres.
"¿Trump? ¿Qué tiene que decir Trump en esto? Tiene cosas mucho más importantes de qué ocuparse...", se quejó Arab.
No tanto. En la distopía política mundial, los Juegos Olímpicos pasaron a ser muy útiles, los cuartos de final del boxeo olímpico femenino entre Argelia y Hungría adquirieron categoría de insumo poderoso en la carrera hacia la Casa Blanca. Hay que repetirlo: los cuartos de final del boxeo olímpico femenino entre Argelia y Hungría
Horas antes del momento más esperado del día en París 2024, decenas y decenas de argelinos se paseaban por el Parque de Exposiciones, en el deprimido norte de París, exhibiendo con orgullo su bandera y sus colores. Rojo, verde y blanco, los mismos de la bandera húngara. Colores y banderas que compartieron las gradas sin un solo problema, pese a la tensión que rodeaba la presentación de Khelif.
Lo mismo sucedió en el combate: la argelina y la húngara se abrazaron tras la pelea. Horas antes, eso no parecía tan posible.
Hamori subió el viernes a sus redes sociales una imagen en la que se la representaba como una frágil y decidida mujer que se medía en el ring a un monstruo de varias veces su tamaño, figura que venía a representar a la argelina.
"Eso que subió a sus redes es algo muy malo", dijo Arab a Relevo. "Hablamos con el Comité Olímpìco Internacional, que se puso en contacto con la boxeadora y bajó ese posteo".
Otra cosa que Khelif se evitó ver al tener su móvil confiscado.
Codo con codo con Relevo, un integrante de la delegación húngara siguió la pelea. Al final se lamentó: "Anna es una muy buena boxeadora, pero no tuvo posibilidades".
La situación húngara
¿Por qué no tuvo posibilidades?
La mera pregunta fue recibida como un insulto. El húngaro miró, no contestó y a los pocos segundos se fue.
En la tierra de Viktor Orban, aliado de Trump, los cuartos de final del boxeo femenino son también un insumo político.
En los Juegos, Hungría no es un país más, sino uno de los 14 fundadores del olimpismo moderno. Balázs Füriás, húngaro y miembro del COI, hizo una declaración a los más de 300 periodistas que se congregaron en un pasillo del estadio para hablar con Khelif, con una expectación comparable a la que genera esperar a la estrella del partido tras la final de la Copa del Mundo de fútbol.
"Los húngaros estamos siempre listos para luchar brava y heroicamente, y eso es lo que Anna hizo hoy. Luchamos incluso en las más difíciles de las circunstancias como orgullosa nación fundadora del movimiento olímpico. Nunca fue una opción no competir hoy", dijo Füriás mientras Hamori escuchaba a su lado.
"Claro: las competiciones de boxeo en París tendrán consecuencias, como todas las competiciones, deberán ser cuidadosamente evaluadas tras los Juegos", añadió.
Ese mensaje apunta a las pruebas de testosterona y de género que el COI se niega a hacer. Y si el "caso Khelif" impactó en la carrera a la Casa Blanca, también lo hará en la política olímpica: tras 12 años en la presidencia, el alemán Thomas Bach aspìra a que sus colegas le pidan, prácticamente por aclamación, seguir otros cuatro años más a partir de 2025. Para lograr eso hay que modificar algunas reglas, y Bach podría encontrarse con una oposición hasta ahora inexistente a partir de lo que políticos como Trump y afines a Trump entienden: que el COI es hoy una institución "woke".
Todo un problema para el COI, que se encuentra en medio de un huracán político cuya fuerza crecerá. Su rival ya no es solo la IBA (Asociación Internacional de Boxeo) presidida por el ruso Umar Kremlev, muy cercano a Vladimir Putin, y que pide la renuncia del alemán. Así como el FIFA-Gate saltó a la luz en 2015 porque el Departamento de Justicia de Estados Unidos impulsó una investigación a fondo, dependiendo del devenir político mundial, ciertos criterios sobre los que se sostiene hoy el COI podrían entrar en cuestión y complicarle la vida a Bach.
El "caso Khelif" tiene un potencial mayor del imaginable: ofende y abroquela al mundo musulmán, envalentona a la alt-right mundial e indigna en general al progresismo, además de obligar a elegir entre blanco o negro a los moderados.
Parte de ese futuro turbulento para el olimpismo se adivina cuando se escucha a Arab, el integrante del Comité Olímpico de Argelia. Por un lado, dice que Angela Carini, la italiana que comenzó el incendio, admitió su error. Por el otro, atiza él mismo otro incendio.
"Estuve con ella esta mañana y me dijo que quiere disculparse con Imane. Es una muy buena chica, me dijo que estaba decepcionada por la pelea y que dijo algo que no quería decir. Imane aceptó las disculpas, dijo que es su amiga y que todo está bien, que no hay problema".
Si Khelif gana su combate de semifinales, Carini estará apoyándola, todo un giro en la historia que ella misma comenzó con sus decisiones y sus palabras el jueves.
"Es injusto", le dijo Carini al oído a su entrenador, Emanuela Renzini, mientras abandonaba el ring tras apenas 46 segundos de combate en la categoría de hasta 66 kilos. "Nunca sentí un golpe como este", diría después. "Tenía que cuidar mi vida".
Eso ya es pasado, dice Arab.
"Imane y Angela no se encontraron aún, pero Angela prometió que si Imane llega a la final ella estará apoyándola. Y que quiere dejar este episodio atrás y volver a tener la relación que tenían".
Si Khelif llega a Argelia con el oro sobre su pecho, el mundo árabe lo aprovechará para apuntar a un enemigo, dejó en claro Arab.
"Lo que sucedió fue un intento de desestabilizar a Imane, porque sabían que podía ganar. Es todo lobby de la IBA, que afortunadamente ya no es reconocida por el COI, porque la IBA es el lobby sionista que no quiere que una árabe, que una joven muslmana, llegue lejos y alto en la escena del boxeo. Por suerte, el COI apoyó a Imane".
Bach, acusado por algunos sectores de tener un doble rasero por haber dejado a Rusia fuera de los Juegos pero no hacer lo mismo con Israel, es elogiado ahora por el mundo árabe por apoyar a una joven de las suyas contra el "lobby sionista". Probablemente Bach sienta que no necesita ese tipo de elogios, que enredan sin remedio al deporte en un mundo en ebullición.