Ayoub Ghadfa, el medallista olímpico que cambió el kickboxing por el boxeo ante el temor de romperse las tibias
El marbellí soñaba con vivir en Países Bajos y ser luchador profesional, pero tras valorarlo bien decidió aparcar su sueño. Ocho años después de centrarse en el boxeo ha ganado una medalla olímpica.
"No, mejor te vas a apuntar a boxeo", esa fue la frase que José Valenciano le dijo a Ayoub Ghadfa cuando el marbellí se presentó, con 17 años, en su gimnasio para empezar a entrenar kickboxing. La modalidad no era nueva para el joven, ya que llevaba practicándola desde los 10 años y había llegado incluso a disputar tres combates. Llegó a Madrid para estudiar Ciencias de la Actividad Física en la Universidad Autónoma y el gimnasio del veterano entrenador era el que le coincidía mejor.
Ayoub se sentía cómodo golpeando sólo con los puños y aceptó. Su fin no era otro que mantenerse en forma. Quiso aprender a pelear, tras la insistencia de su padre, para defenderse del bullying que recibía en el colegio. Se metían con él por su origen (nació en Marbella, pero sus padres son marroquíes) y por su físico. Con la adolescencia su morfología cambió y gracias a los entrenamientos de kickboxing y de calistenia pasó a tener unos músculos muy marcados. Con 1,98 metros de estatura y ese físico tenía cualidades para dedicarse al deporte que quisiese.
La práctica del kickboxing se remonta muchos años atrás, pero no se lo tomó en serio hasta que tenía 14 años. Antes, como cualquier niño, iba a temporadas. Le entró el gusanillo de pelear y lo intentó un año después. Fue a un campeonato regional, pero su rival enfermó cuando se vieron. Tuvo que esperar casi otro año para poder competir. Hizo únicamente tres combates porque con su tamaño era muy difícil encontrarle rivales.
Debido a las dificultades que tenía, su idea era la de mudarse a Países Bajos. En Europa es uno de los principales puntos del kickboxing y tenía claro que podría vivir de ello. El plan era cumplir los 18 (los hace en diciembre) y marcharse para allí, pero en ese último año todo cambió. El temor por una posible lesión en la tibia al patear le hizo replantearse todo. Podría jugársela, pero si salía mal no tendría plan b. Por ello, tras consensuarlo con sus padres decidió estudiar una carrera. Él quería estar ligado al deporte y por ello eligió Ciencias de la Actividad Física. Quería hacerla en Granada, pero no le dio la nota por tres décimas y acabó en Madrid.
Una vez en la capital, y con el consejo de José Valenciano, entrenó boxeo y quiso competir por la adrenalina que ello supone. Disputó únicamente dos combates antes de que Rafa Lozano, seleccionador nacional, le echase el ojo. Eso fue a principios de 2017 y ahí Ayoub vio un futuro. En sus primeros meses en la universidad conoció a una deportista de alto rendimiento que iba con él a clase en la Autónoma. La institución tiene un acuerdo con el Consejo Superior de Deportes. Comparten instalaciones (Centro de Alto Rendimiento de Madrid) y dan facilidades a los deportistas con sus estudios. Ayoub lo vio con buenos ojos y más después de estar todo el verano de 2016 pegado a la tele para ver los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro.
La invitación de Lozano la recibió de buen grado, aunque le costó dar el paso porque no sabía cómo encajaría. La prueba fue bien y Ayoub empezó a ir de manera regular. No hacía dobles sesiones, ya que lo principal para él eran sus estudios, pero vio que mejoraba. El seleccionador nacional vio talento y como el peso pesado amateur históricamente no había tenido grandes referentes apostó por él. Ghadfa fue creciendo tanto que en 2018 pasó a ser parte del equipo nacional. Viviría en el CAR.
Esa transición no fue nada sencilla. La falta de rivales y sparrings en España seguía siendo un lastre muy importante para él. Aún así, aprendió y mejoró a base de golpes y derrotas. En noviembre de 2018 tuvo su primer gran hito. Fue bronce en el Campeonato de la Unión Europea tras vencer en el camino, entre otros, al doble medallista olímpico (2008 y 2012) Clemente Russo. El órdago propio y el del equipo español estaba saliendo bien. Tokio 2020 fue muy pronto para su proceso de maduración y no clasificó, pero desde esa cita su eclosión ha sido clara.
En 2022 logró ser medalla de plata en el Europeo y en 2023 fue bronce mundial. Le faltaba un oro que logró en el Campeonato de Europa de 2024. Un mes después logró el billete a París y este viernes acaba de certificar una medalla olímpica. En ocho años ha pasado de ser un debutante en el boxeo a podio en unos Juegos. Las mil casualidades de su vida tenían una explicación. La gloria olímpica le esperaba.