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Los secretos tras las 'siestas' de Yaroslava Mahuchij, la campeona olímpica que vuela en París: "Me ayuda a pensar"

La ucraniana conquista el oro en la capital francesa, ciudad en la que hace solo un mes ya batió un récord del mundo vigente desde 1987.

Yaroslava Mahuchij durante la final de salto de altura de París 2024./REUTERS
Yaroslava Mahuchij durante la final de salto de altura de París 2024. REUTERS
Daniel Arribas

Daniel Arribas

Se suele decir que París es la ciudad del amor, también de la luz, pero se obvia al mismo tiempo que se trata, también, del oasis de Yaroslava Mahuchij. A sus 22 años, la ucraniana vive un cuento de hadas en la capital francesa, lugar en el que hace justo un mes logró batir uno de esos récords mundiales que parecían imbatibles —los 2,09 metros en salto de altura de la búlgara Stefka Kostadinova, marca vigente desde agosto de 1987—, y lugar en el que, huyendo de la invasión rusa que azota a su país, acaba de colgarse su primer oro olímpico.

"Estoy muy, muy contenta por haber conseguido esta medalla", asegura a Relevo en las entrañas de la casa ucraniana en la capital francesa, donde camina con piernas infinitas y sonríe como una muñeca de porcelana. "Se la quiero dedicar a todo mi país y, sobre todo, a quienes lo defienden. Gracias a ellos puedo estar aquí hablando contigo y representando a Ucrania".

Tal es el sentimiento patriótico en estos Juegos que el propio presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, mantuvo un encuentro por videollamada con los atletas antes de la cita parisina. "Nos subrayó lo importante que era representar al país en tiempos tan difíciles", asegura Mahuchij, que en el tramo decisivo de su final superó el listón de los dos metros (2,00m) a la primera, algo que la australiana Nicola Olyslagers no pudo hacer hasta el tercero de sus intentos. Oro para la ucraniana, cuyos párpados lucen los colores nacionales, plata para Olyslagers y bronce compartido para Iryna Gerashchenko y Eleanor Patterson (1,95m).

Yaroslava Mahuchij explica el porqué de sus siestas a Relevo en París.D.A. / RELEVO

La imagen más compartida de la final, sin embargo, se produce lejos del listón. En la zona destinada a que las atletas esperen a su próximo turno, Mahuchij espera tumbada sobre el tartán, cerrando los ojos a placer. "Lo hice por primera vez en los Campeonatos de Europa júnior de 2018, un poco por casualidad", explica la flamante campeona olímpica a este medio. "Pero la primera vez que lo hice de forma premeditada, con el saco y todo, fue hace cuatro años".

"Es algo que me ayuda a mantener la temperatura corporal cuando el clima es frío", añade. "Me he acostumbrado y me resulta muy agradable. Me gusta. Me relajo y tengo un espacio para mí".

Eso sí, a diferencia de lo que muchos piensan, durante la espera, que puede variar desde los tres minutos, cuando quedan pocas competidoras, hasta los diez habituales al inicio, en realidad Mahuchij no duerme. "Si compito al aire libre, miro las nubes, me relajo...", cuenta. "Pero principalmente lo que hago es pensar en mi próximo salto, en cómo debería hacerlo".

Con esa visualización, la ucraniana ha dejado imágenes para el recuerdo. No todos los días se ve a la plusmarquista mundial metida en un saco de dormir en plena final olímpica. Aunque no es la única. La australiana Nicola Olyslagers, plata en París 2024, también ha despertado el interés de muchos aficionados por su particular diario.

"Cada una tiene su propio método para concentrarse", explica Ruth Beitia, campeona olímpica en Río 2016 y triple reina continental de la disciplina. "Lo de las siestas es una chorrada, porque no, Mahuchij no duerme entre saltos, simplemente visualiza el siguiente intento y trata de subsanar mentalmente los errores del anterior. Yo también lo hacía cuando competía".

No obstante, sí hay un momento en el que la nueva campeona olímpica deja la mente en blanco. "Cuando empiezo la carrera hacia el listón, mi mente se vacía, dejo de pensar", confiesa con una sonrisa. "Todo lo que tenía que pensar, ya lo he pensado antes y queda atrás. En ese momento es correr, saltar y nada más. A esas alturas, mi mente es un poco como una máquina, ya sabe lo que tiene que hacer".