JJOO | ATLETISMO

El día que Duplantis padre salió a punta de pistola de un tren por culpa de sus pértigas

El progenitor de Mondo, que este lunes logró un oro con récord del mundo en París, vivió un increíble episodio en Alemania en sus tiempos de atleta.

Greg Duplantis (62) y Mondo (24), con el oro del Mundial 2022. /JIM WATSON
Greg Duplantis (62) y Mondo (24), con el oro del Mundial 2022. JIM WATSON
Andrés G. Armero

Andrés G. Armero

El abrazo infinito de Armand 'Mondo' Duplantis con su padre y entrenador Greg tras el oro, con récord del mundo incluido, de este lunes en los Juegos de París lo dice todo. El ansiado salto de 6,25 m, un cm más que su anterior plusmarca, justificaba la euforia. La relación entre ambos es un tobogán emocional desde que Mondo era un niño. "Son los dos mejores amigos y a la vez las dos personas que más se pueden sacar de quicio en la tierra", comentan a Relevo desde el entorno del plusmarquista mundial del salto con pértiga, una de las grandes estrellas de los Juegos de París, el hombre que puso en pie con una exhibición de época al Stade de France.

Esa fusión entre padre e hijo era el premio a muchos años de trabajo. No en vano, Armand y su padre Greg comparten su pasión por la pértiga desde que el talentoso estadounidense, que compite por Suecia, el país de su madre, comenzó a saltar en el jardín de su casa en Luisiana, en una instalación doméstica creada por su padre. Greg fue uno de los saltadores que se tuvo que buscar la vida en una época en la que ser pertiguista era sinónimo de ser aventurero.

Entre las anécdotas que Duplantis padre comparte con su hijo siempre sale a la luz un tema recurrente: la odisea de viajar con las pértigas en aquellos años 80. Greg, que ya estaba en una relación con su actual mujer Helena [también entrenadora de Mondo] viajaba con frecuencia a Europa para competir, en un vía crucis de aviones y trenes para portar el elemento fundamental en su especialidad.

Greg Duplantis diseñó un sistema infalible para que no le pusiesen problemas en los trenes. La clave estaba en que las ventanillas estuviesen en una posición de apertura tal que le permitiesen esconder las pértigas aprovechando esos puntos ciegos. El padre de Mondo se subía primero al vagón, sin pertenencias, con el objetivo de colocar las ventanillas a su antojo, para luego bajar de nuevo al andén y volver con sus pértigas.

"El problema era en Alemania, donde los trenes eran tan puntuales que tenía solo un par de minutos para completar todo el proceso", comentaba Duplantis padre en una entrevista en el podcast estadounidense One More Jump. En uno de aquellos viajes al país germano, un trabajador ferroviario detectó la triquiñuela justo cuando el atleta estaba subiendo al convoy por segunda vez. Y Greg, en un forcejeo en la puerta, consiguió zafarse de la persona en el último instante.

En ese momento, "anunciaron que el tren no arrancaría por un problema técnico" y él ya sabía que nada bueno le esperaba. Un par de minutos más tarde dos miembros de seguridad le hicieron bajar del vagón sacando sus pistolas. Greg lo pasó mal porque los hombres se mostraron inflexibles. Pero finalmente no pasó nada. "Lo peor, que no me dejaron recuperar las pértigas, el tren se fue con ellas" ubicadas en su particular escondrijo y viajaron solas hasta destino.

Lo curioso es que a Greg Duplantis no le esperó castigo mayor que el disgusto momentáneo, dado que su agente logró la misión imposible de recuperar las pértigas viajeras. "Lo único que sucedió es que me perdí un meeting", reconocía en aquella charla. Es una sola de sus muchas historias pintorescas en un periodo en el que el salto con pértiga era un deporte de riesgo.

Cuarenta años después, los atletas siguen sufriendo en sus viajes con las pértigas. "El tema ha evolucionado muy poco, está bastante mal, sobre todo en los aviones", comparte Montxu Miranda, recordman español de la disciplina. "Igual contratas a una compañía que te dicen que sí te va a llevar las pértigas, apareces en el aeropuerto y al final te dicen que no, que el hangar no está compartimentado", apunta. "Siempre hay aventuras con el tema de las pértigas. Llevar ahí unos cacharros de cinco metros es complicado". Y si no que se lo digan a Greg Duplantis.