Súper Vinicius da un repaso al Barcelona y mete en problemas a un Xavi que no tiene defensa
El Real Madrid pasa por encima del Barça y conquista la Supercopa. Hat-trick del brasileño. Gol de Rodrygo. Araújo acabó expulsado. La defensa del Barça, una ruina.
Hay momentos en que por mucho que se quiera despegar el Clásico de la inercia es inútil. La escaleta de estas citas siempre la encabezan los tópicos, que es un partido distinto, que no hay pronóstico, que son un mundo aparte. Nada sirvió porque la dinámica era evidente. Más esta noche, cuando bastó que el Real Madrid se concentrara y corriera, exuberante. En esta suerte no hay quien pare a este equipo, ni a este Vinicius que fue centauro en el desierto y dinamitó la Supercopa de España con un hat-trick. Rodrygo redondeó un superbaño madridista.
El momento más esperado por toda la afición del @realmadrid... 🤍🏆
— RFEF (@rfef) January 14, 2024
¡@nachofi1990 𝗟𝗘𝗩𝗔𝗡𝗧𝗔𝗟𝗔𝗦𝗨𝗣𝗘𝗥𝗖𝗢𝗣𝗔𝗗𝗘𝟮𝟬𝟮𝟰!
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Los tantos de los brasileños, los pulmones de Valverde, los movimientos de Nuréyev y las miradas de Bellingham (lo hace todo bien), el tempo de Kroos y un Carvajal de nuevo tremendo sazonaron el encuentro a su gusto y llevaron el primer título de la temporada a la barriga de Ancelotti. Eso y una defensa del Barça lamentable, indigna. De Koundé a Balde. Xavi buscaba en Arabia un clic para cambiar el rumbo y se encontró con que fueron los blancos quienes lo hicieron sonar, al apagar el interruptor y dejar a los azulgrana en negro y con el entorno desconfiando de todo y en uñas. En los últimos años la Supercopa ha marcado tendencia; el entrenador azulgrana se queda tocado y con un serio problema.
Ordenemos las emociones y el desarrollo de los acontecimientos. El partido aterrizó mediatizado por dos misterios por resolver. Uno puntual que se ha convertido casi en un culebrón, el de la portería del Madrid. Otro estructural, qué dibujo era el ideal para que el Barça se lanzara a la búsqueda del ADN perdido.
El primero es un embrollo. Ancelotti se ha enredado en un puesto en el que no conviene la ambigüedad y sí una continuidad que es la madre de la confianza. Si en la semifinal contra el Atlético apostó por Kepa, para la final eligió a Lunin. Un cambio de guardia que fue un duro revés para el vasco, fallón en el derbi y degradado, y una recompensa a la resiliencia y méritos del ucraniano. Buen partido el suyo. Da la sensación de que cuando el técnico deje atrás Arabia, Carletto arrojará luz sobre este sudoku. La rutina deja las cosas claras. De entrada, ya ha revelado que Lunin jugará el jueves contra el Atleti...
En el otro bando, finalmente Xavi armó el centro del campo con un cuarteto por un punto de precaución y por Pedri. El canario regresó ante Osasuna y mejoró al equipo. Fue un espejismo y en el Clásico una sombra de sí mismo. Tampoco se descarta que dispusiera esta fórmula por evocación. Esta vez no le funcionó porque no hubo ni rastro de la final del año pasado.
En diez minutos el Clásico por los aires
Así comenzó la final y casi sin tiempo para colocar cada ficha en su recuadro, todo saltó por los aires. A los diez minutos, el Barça ya miraba a los blancos desde la lona, ladeando la cabeza y con pajaritos revoloteando alrededor de ella. Ni rastro de tensión ni de presión. El Madrid salió con entusiasmo y con el balón bajo el brazo. Que la primera ocasión fuese azulgrana no le alteró los pulsos. En el 7', Bellingham se encontró con la pelota en sus pies, alzó la vista y a la espalda de la defensa rival, inane y demasiado alta, apreció la extensión de los campos de Castilla en pleno desierto de Arabia. Le metió un pase profundo a Vinicius, Koundé no supo ver el desmarque del brasileño, que recortó a Iñaki Peña y abrió el marcador. Una centella.
Los de Xavi no reaccionaron porque no tuvieron ni tiempo. A un zambombazo de Rodrygo, repelido por el portero azulgrana, le siguió el segundo gancho al mentón de Vinicius. Carvajal lanzó un beso en largo al propio Rodry, lo recogió, abrió gas, dejó atrás a su opositor, que no ejerció como tal, y asistió a Vini. Este se deslizó sobre el césped para empujar la pelota. Estaba en un parque de bolas. Saber la teoría no es suficiente para frenarle. Xavi engañó en la previa haciendo creer que el lateral iba a ser Koundé para poner después a Araújo, el cacique, pero Vinicius, que había jugado con sordina los últimos encuentros, tomó el antídoto, ejecutó... y acabó ejecutándole. Llegaremos más adelante a eso.
El castigo al Barça era merecido e inesperado el decorado. La defensa era una calamidad y la sensación, en ese instante, era que el Madrid bailaba sobre su tumba. El único que tenía la dosis necesaria de vergüenza era Gündogan, que parecía que aún le duraba el mosqueo que aireó tras caer en el Clásico de Liga. El alemán demostraba personalidad y sobre él comenzó a venirse arriba su equipo. Pedri, por contra, desplegaba un juego ojeroso, triste. De Frenkie de Jong no había noticias.
El Barça comenzó a abrir canales de comunicación pero con poca profundidad. En estas, el Madrid le reanimó. Le entregó la pelota para entregarse a su manera de vivir preferida, la zancada, y se encontró con una mala noticia. Lunin ya había aparecido para hacerle una buena parada a Ferran, pero nada pudo hacer ante una volea, inapelable, de Lewandowski desde la frontal del área. La edad hace que uno pierda finura, pero no el instinto, que es cosa genética. Ocurre con el polaco, rematador de lavadoras. Un gol que fue brindis al sol.
Porque los de Ancelotti lo empezaron a pasar mal... pero sólo cuatro minutos. Los que tardó Martínez Munuera en pitar un penalti de Araújo a Vinicius. En un centro de Tchouameni al segundo palo, el uruguayo puso la mano sobre el brasileño dentro del área cuando le había ganado la posición y Martínez Munuera, la pierna encima del Barça. Señaló un penalti de interpretación, tan protestado por los azulgrana como revitalizante fue para el Madrid: hat-trick de Vinicius. El brasileño fue Cristiano en la casa de Cristiano. Era el escenario perfecto para los blancos, que pusieron la final donde querían a base de tirar millas: los antílopes siempre acaban en el monte. Si das espacios a Vinicius y Rodrygo para correr y a Bellingham para pensar, suena la sintonía del Hombre y la Tierra. El Madrid era un documental, superior físicamente y a la carrera, y el Barça, un valle de toques, lágrimas y protestas.
La puntilla
Del descanso regresaron los dos equipos con idéntica propuesta a la que abandonaron el césped. El Barça tomó la posesión, en ese relato histórico que dice que la pelota es la mejor arma defensiva; el Madrid, entretanto, atento atrás, contemplaba el horizonte ilusionándose con un error que ofreciera el último puñal. Uno no exigía y el otro daba la sensación de vivir en un alto el fuego. El resultado: la nada.
Para cambiar es necesario cambiar. Y eso es lo que hizo Xavi en el 60'. Metió tres novedades de una tacada, Joao Félix, Fermín y Lamine por Ferran, Sergi Roberto y Pedri. Tres minutos después, el Madrid volvió a destrozarle la pizarra. O mejor dicho, su propia defensa, calamitosa. Un disparo de Vinicius intentó rechazar Koundé. En cambio le salió una caricia, un pase templado a Rodrygo, que fusiló a Iñaki Peña. El Madrid no sólo era un animal físico, sino un grupo letal: cinco remates, cuatro goles.
La final ya era una fiesta blanca, que también tuvo su componente rojo. En el 71', Araújo fue a despejar un balón, le pegó una patada por detrás a Vinicius y se ganó la segunda amarilla. Esta expulsión despertó la otra cara del brasileño, ejemplar durante todo el encuentro. Se encaró con el banquillo azulgrana y Ancelotti tuvo que reconducirle.
En todo este festejo también tuvo su habitual cameo Brahim, que llama furiosamente a las puertas de la Selección. Ancelotti le metió en el 76' y, como roe cada minuto, en un suspiro dibujó otro jugadón que si no acabó en gol de Valverde fue porque al uruguayo le faltaron ojo y centímetros. El Madrid no estaba siendo complaciente y, ya sin el MVP Vinicius, a punto estuvo de rasgarle más las vestiduras al Barça, por el que ya doblaban las campanas, sin un asomo de rebeldía ni orgullo.
Las finales se encaran con más ganas de ganar que de gustar y ahí el Madrid, sin más criterio estético e histórico que la victoria, suele aventajar al rival. Xavi dijo en la previa que solo ganaban sin merecerlo un partido de 200. Efectivamente, perdió y se lo mereció. Ni un pelo del cruyffismo que reclama porque, seamos sinceros, la limonada solo se puede hacer con limones y el técnico no dispone de materia prima. Derrota tan justa y dolorosa para el Barça como incontestable es el título del Real Madrid, un equipo que es Supercampeón y que le ha metido nueve goles, sin un delantero de pedigrí, a sus dos rivales más directos. El viento es de cola.
Ficha técnica
Real Madrid: Lunin; Carvajal, Nacho, Rüdiger, Mendy; Tchuaméni, Kroos (Modric, min.81), Valverde (Ceballos, min.86), Bellingham (Joselu, min.86); Vinicius (Camavinga, min.81) y Rodrygo (Brahim, min.77).
Barcelona: Iñaki Peña; Araujo, Kounde, Christensen, Balde; Frenkie de Jong, Sergi Roberto (Fermín, min.61), Gündogan, Pedri (Joao Félix, min.61); Ferran Torres (Lamine Yamal, min.61) y Lewandowski.
Goles: 1-0: Vinicius, min.7. 2-0: Vinicius, min.10. 2-1: Lewandowski, min.33. 3-1: Vinicius (p,), min.39. 4-1: Rodrygo, min.63.
Árbitro: Martínez Munuera (Comité Valenciano). Mostró tarjeta amarilla a Sergi Roberto (min.40), Bellingham (min.43) y Rüdiger (min.62) y expulsó por doble amonestación a Araujo (min.37 y 71).