Imperial Rudiger: un seguro de vida, un partido sí y otro también
No hubo partido como tal. Ni en el primer cuarto de hora, con cinco llegadas con intención de los hombres de Ancelotti, enchufados como pocas veces, ni en los últimos quince, con dos goles que redondearon una victoria encaminada desde antes, incluso, de que comenzara la contienda en sí. Desde los vestuarios. Demasiada diferencia entre los dos equipos. En este Real Madrid de los cuatro delanteros: Rodrygo-Bellingham-Mbappé-Vinicius, una apuesta segura a que los goles tienen que llegar tarde o temprano, el hombre que nunca falla se llama Antonio y se apellida Rudiger.
Impresionante la temporada del central alemán. Otra. Llegado como tercero en discordia para dar oxígeno al tándem Militao-Alaba, nadie duda ahora de que hoy por hoy es imprescindible en este equipo que, al tran-tran, se apunta a ganar cualquier competición que dispute. El curso de su llegada se fue a las 53 comparecencias; la segunda, a las 48 y en lo que va de esta ha disputado los 19 partidos de Liga, -solo en uno dejó de ser titular-, los seis de la Champions, el de la Supercopa de Europa. Su único descanso llegó en el partido de Copa del Rey de principio de semana.
Con Muriqi en el equipo contrario, era un partido idóneo para seguir de cerca a Rudiger. Tenía enfrente uno de su tamaño y volvió a estar imperial. Por arriba y por abajo. En la anticipación y en la colocación. Decidido en el corte y siempre atento a las coberturas y a las vigilancias. Su sentido de la concentración es difícil de igualar y eso que hay momentos en los que parece que se distrae con sus reacciones cómicas que tienen más como objetivo despistar a los rivales, sin que él se inmute lo más mínimo.
Con Rudiger al lado, Tchouameni puede aprender más fácilmente el oficio de central y la misma apreciación se puede extender al joven de turno al que conceda Ancelotti una oportunidad. Independientemente de quién sea el compañero de fatigas en el centro de la zaga, el alemán es ya el auténtico líder. Cada vez tiene más mando en plaza y lo ejecuta.
Saca la línea adelante hasta colocarla más cerca de la divisoria que de la frontal de su área. Se podría decir que hasta se siente cómodo, con espacios a su espalda y se desenvuelve bien en los mano a mano con los delanteros. Su velocidad contrasta con su envergadura. No es normal que un futbolista de 190 centímetros gane tantos duelos en espacios reducidos. Sus 31 años son una garantía de continuidad si el físico le respeta y las lesiones no se asoman a su sombra... como ha sucedido desde que viste de blanco.