MODA

Ronaldinho y Bellingham vuelven a poner de moda la camiseta de mercadillo, pero el asunto tiene trampa

Camisetas bootleg, del culto al contrabando a la mitología oficial.

Montaje de camisetas sobre Bellingham y Ronaldinho. /RELEVO
Montaje de camisetas sobre Bellingham y Ronaldinho. RELEVO
Alejandro Mendo

Alejandro Mendo

El culto al futbolista por encima de la devoción colectiva a un equipo es un fenómeno que aceleró en los años 90 y que alcanza hoy cotas inimaginables, aunque cuantificables a través del número de followers. Esto no significa que el hincha haya dejado de sentir los colores, sino que en paralelo ha construido una nueva forma de idolatrar. Actualmente, la veneración por un atleta tiende a ser deslocalizada y global, individualista y digital. Para entendernos y sin juzgar si la actitud está bien, mal, o regular: legiones de aficionados sustituyeron su carnet virtual del Real Madrid por el de la Juventus y el del Barcelona por el del PSG cuando Cristiano Ronaldo y Messi cambiaron respectivamente de aires. Si Mbappé, Lamine Yamal o Musiala fichasen por —qué sé yo— los Seattle Sounders, uno de los primeros gestos del fan sería seguir compulsivamente al club norteamericano.

Algunos lanzamientos recientes muestran el futuro inmediato de la mitología balompédica. Tanto la signature collection de adidas para Jude Bellingham (línea exclusiva dedicada a un jugador, a menudo con logotipo a modo de firma) como la colaboración entre KidSuper y Ronaldinho han rescatado un símbolo de explosión tardonoventera: la camiseta de mercadillo o bootleg. Hasta ahora, habíamos entendido por bootleg aquellos productos que imitan un diseño oficial sin la autorización del titular de los derechos o aquellos artículos sin marca que recopilan gráficos o imágenes de celebridades creando un estilo único y tomándose todo tipo de licencias. Si tienes entre 30 y 50 años, es altamente probable que comprases una bootleg en un chiringuito de Fuengirola, Sitges o Gandía. Si tienes entre 15 y 30, sigue leyendo para entender cómo las marcas están oficializando y encareciendo el culto al mercadillo.

Camiseta adidas x Bellingham y KidSuper x Ronaldinho (2024).
Camiseta adidas x Bellingham y KidSuper x Ronaldinho (2024).

La ropa bootleg se popularizó en los 80 y los 90, especialmente entre seguidores de cantantes o bandas de música. Los groupies querían lucir prendas de sus mitos, pero no era fácil conseguirlas a través de unos canales oficiales prácticamente inexistentes. Algo que no ha cambiado en los últimos 40 años es que basta un chasquido de dedos para transformar la demanda en oferta. Los vendedores ofrecían prendas oficiosas, mayoritariamente negras y de algodón, en conciertos y mercados callejeros. A lo largo de los años 90, las copias dieron el salto al fútbol animadas por una serie de factores. La llegada de los nombres a la parte trasera del uniforme, la irrupción de ídolos cada vez más mediáticos que las marcas ensalzaban con botas de fútbol u otros productos personalizados y por supuesto el primigenio boom de la réplica oficial, por entonces situada entre las 8000 y las 10000 pesetas (unos 50-60 euros).

El fútbol aportó variedad estilística a un producto que ya era camaleónico por definición. Para empezar, las camisetas no se limitaron al anodino algodón, sino que se rindieron al mágico y brillante poliéster noventero. La ropa de mercadillo incorporaba colores llamativos, gráficos que copiaban sin pudor dorsales o namesets oficiales, composiciones exageradas y referencias culturales variopintas. Con el futbolista en el centro, lo que entonces parecía un diseño artesanal se antoja hoy una fuerte declaración de intenciones del cliente. Había que tener personalidad para lucir un modelo que daba un paso más respecto a la copia genérica de la indumentaria oficial de tu equipo. Baggio y Romário, Del Piero y Laudrup, Weah y Ronaldo fueron algunas de las deidades más celebradas en la industria del mercadillo. ¿Has comprobado ya si guardas alguna bootleg en tu armario?

Ronaldo entrega una bootleg firmada a Schumacher (1997), camiseta oficiosa de Laudrup (1996).
Ronaldo entrega una bootleg firmada a Schumacher (1997), camiseta oficiosa de Laudrup (1996).

Mitología en 2024: oficial y muy cara

La camiseta bootleg resurge como artículo de supuesto nicho. Para muchos consumidores, la estética deliberadamente retro, la sensación de moverse fuera del oficialismo (cada vez menos) o la aspiración de estar flirteando con la ilegalidad les otorga un valor especial. Hace algunos años, las denominadas bootleg brands o marcas de contrabando lanzaron una tendencia genuina, basada en la personalización anárquica de productos auténticos. Hoy el fenómeno ha quedado algo desvirtuado, ya que son los propios fabricantes quienes venden teórico contrabando en sus canales oficiales. La necesidad del ser humano por diferenciarse y el auge del fast fashion, un proceso que ha democratizado la moda mientras nos obliga a ir vestidos iguales, son las causas fundamentales del crecimiento de la personalización en zapatillas, sudaderas, camisetas y accesorios.

Las firmas más rompedoras viven al límite del fuera de juego. Cruzan la frontera de la legalidad al utilizar símbolos ajenos, por lo general de casas de alta costura, para provocar con sus creaciones. Algunas como Bandulu Street Couture o Warren Lotas compran prendas a granel de marcas heritage a las que añadir posteriormente bordados, pintura acrílica o logotipos. Otras como The ChinaTown Market estampan diseños sobre la ropa, tanto propios como copiados de marcas como Patagonia o Louis Vuitton. Su peculiar interpretación de la propiedad intelectual se ve reflejada en multas, aunque para estos hackers del mercado una penalización suele traducirse en visibilidad y éxito. En 2018, la NBA multó a TCTM en al menos dos ocasiones; por comercializar un balón que violaba varias patentes y por infringir la regla anti-tempering que prohíbe interferir en las relaciones contractuales de los atletas. ¿El pecado? Unas Converse Chuck Taylor customizadas con el célebre símbolo de Nike y un llamativo smiley. Se las enviaron a LeBron James, que las lució en un entrenamiento mientras ardían las redes y la web de la firma. Como consecuencia de esta y otras polémicas, su icónico estampado call my lawyer (llama a mi abogado) sobre sudaderas y camisetas registró un éxito de ventas.

El consumidor actual anhela sentirse especial. Firma un pacto infantil con las marcas: ya que voy a sobrepagar vuestras creaciones, hacedme creer que juntos boicoteamos el sistema, finjamos que solo yo llevo esta camiseta comercializada en serie. Las prendas personalizadas a mano explican un precio desorbitado de artículos que, siendo justos, el mercado sigue demandando. Los diseños que simulan ser falsificaciones marcan tendencia, sobreviven a las polémicas —se alimentan de ellas— y facilitan un rico intercambio de códigos entre diversas clases sociales e industrias. Una práctica más segura y respetuosa son los bordados sobre camisetas de fútbol, muy populares en los últimos meses. En este campo destaca Diana Al Shammari, conocida como The Football Gal, quien recibió una agradable sorpresa cuando Jules Koundé acudió a un partido con la elástica de Japón x NIGO que la artista había customizado con motivos floreales Lo que viene a continuación no te sorprenderá: meses después, realizaron una collab conjunta.

LeBron con Converse piratas (2018), Koundé con camiseta personalizada (2023).
LeBron con Converse piratas (2018), Koundé con camiseta personalizada (2023).

La unión de KidSuper con Ronaldinho, que desfiló con abrigo de piel y una bootleg de sí mismo en la presentación otoño invierno 2024 de la marca, indica la dirección del culto individual. Artificiosa y nostálgica, estilosa y cara. También la camiseta de algodón dedicada a Bellingham juega a ser pirata, finge ser vintage y emula la idealización de los raperos de los 90. La realidad es que está "diseñada para que la próxima generación represente a su ídolo", como detalla el único canal donde hacerse con ella, la web de adidas. Dijo Jorge Valdano que el fútbol es una farsa que hay que creerse, y una remera bootleg no es ni mucho menos el pecado más flagrante del negocio. Es más, se trata de una opción honesta y relativamente accesible (40 euros) para expresar la posmoderna voluntad de ensalzar al individuo. Jude es la nueva cara de Predator y ya tiene logotipo personal, al igual que un Lamine Yamal que como el inglés acaba de estrenar signature boots fabricadas por adidas. Son las nuevas viejas formas de adorar a quienes tienen la suerte de manejar la redonda como nosotros nunca podríamos.