Rafael Louzán, el perfecto político que lleva todavía más causas judiciales a la RFEF: "Ha llegado el momento de recuperar el prestigio de esta casa"
El gallego, que fue presidente de la diputación de Pontevedra, sucede con 90 votos a Pedro Rocha con la incertidumbre de qué puede pasar con su futuro en los próximos meses.
![Rafael Louzán, en un acto reciente. /EP](http://s1.sportstatics.com/relevo/www/multimedia/202412/14/media/cortadas/louz-ROvEgZ1ofGUYRUkePS5FXYM-1200x648@Relevo.jpg)
Aunque de lejos pueda parecer algo contradictorio, el oficialismo no es algo inmutable sino una etiqueta que cambia con el tiempo. La prueba de ello es Rafael Louzán (Ribadumia, 1967), el nuevo presidente de la Real Federación Español de Fútbol, que durante los años de Luis Rubiales pertenecía a algo parecido a la disidencia y ahora ha logrado aglutinar a su alrededor una cantidad suficiente de asambleístas para asaltar el puesto más relevante del fútbol español. Desde la recolección de avales se sabía que era el favorito. Lo ha conseguido con 90 votos, una mayoría holgada que demuestra que es un presidente con amplio respaldo. Ahora ya no es un aspirante, es el que manda.
O, para ser más precisos, de momento es el que manda. El asterisco viene por una situación jurídica compleja que hace que la resaca de estas elecciones sea algo particular. Es presidente, pero nadie tiene muy claro si esa condición la podrá mantener en los próximos meses.
Louzán es un político en el más amplio sentido de la palabra. A diferencia de Rocha, no evita las entrevistas —aunque sí una prometida con Relevo—, es un buen orador y tiene don de gentes. Repite a quienes le preguntan que solo dio el paso adelante cuando se lo pidió Pedro Rocha, que el extremeño era el candidato de todos y que por eso creyó conveniente postularse, por la unidad. Es un discurso de manual de equipo de asuntos públicos, no importa tener ambición, pero sí que no parezca que se tiene. Cuando uno se postula, y más en democracias asamblearias como puede ser una federación o un partido, lo debe hacer en aras de la unidad, el bien común y el consenso.
También es un clásico, cuando se ha vencido, hacer llamadas al consenso: "Necesitamos de unidad, como en el terreno de juego, solo los equipos que trabajan juntos logran los mejores resultados". Sus frases, eso sí, no incluyeron en ningún momento al candidato derrotado, Salvador Gomar.
Los cargos que ha ejercido en política son, de hecho, una demostración de esas condiciones políticas. Empezó como bedel en el ayuntamiento de su pueblo, una plaza creada con todos los condicionantes para que fuese él y no otro quien la lograse. A partir de ahí fue concejal, miembro de la Diputación de Pontevedra, vicepresidente y, finalmente, por un periodo de 13 años, presidente de la misma. De allí salió en 2015, pero desde un año antes ya mandaba en la Federación Gallega de Fútbol.
Las diputaciones, uno de los grandes centros del poder del Partido Popular en Galicia, tienen un complejo sistema de elección de sus miembros, algo que tiene mucho que ver con la promoción interna dentro del partido y menos con la exposición al voto de la población en general.
Esa capacidad para convencer a los suyos, para que crean que es él la persona adecuada, se ha demostrado también en la RFEF. Algunos de los que se han sumado son nuevos para él, federaciones territoriales que siempre van con el que manda, y con la caída primero de Rubiales y después de Rocha han tenido que buscar quién era ese perfil y ha resultado ser Louzán.
El gallego promete trabajo, no quiere pasar por la Federación sin dejar huella: "No me gusta llegar a los sitios para estar, para ponerme de perfil, lo que quiero es hacer y desde hoy mismo nos pondremos a trabajar", dijo antes de agradecer su labor a los trabajadores de la casa, a la Comisión Gestora o a Sergio Merchán, el candidato extremeño que se terminó bajando de la carrera en el último minuto.
El candidato de LaLiga
Otros, sin embargo, llevan tiempo ya cerca del gallego. Es el caso de Javier Tebas, presidente de LaLiga, que ha decidido que la mejor manera de ganar estas elecciones era apostar por Louzán. No ha hecho campaña como tal, eso podría haber sido hasta contraproducente sabiendo cómo funcionan las cosas en la RFEF, pero por todos era sabido que el jefe de la patronal veía con muy buenos ojos al candidato. Otros que se postularon, incluso algunos a los que en otros momentos se han asociado a Tebas, han llamado a su puerta buscando su apoyo, pero pronto se dieron cuenta de que el oscense ya había elegido su caballo para esta carrera. Por una vez, el ganador.
Louzán siempre tuvo buena relación con el presidente de LaLiga. A su predecesor, Pedro Rocha, le recibió diciendo que conocía miles de personas mejores que él para el cargo, pero terminó aviniéndose a él porque vio una muy buena disposición por parte del extremeño para llevar adelante algunos proyectos que Tebas quiere para su institución y que en tiempos de Rubiales, de guerra constante, eran sistemáticamente bloqueados. Con el gallego no habrá ese tipo de comentarios, pues siempre ha sido la persona a la que más valoraba dentro de los barones de la RFEF.
De hecho, en estas semanas desde el entorno de Tebas se relativizaban los problemas legales de Louzán y se hablaba de una situación de definición compleja y futuro incierto. Era importante remarcar que el candidato, ahora presidente, no solo era viable sino que llega para quedarse. La voluntad de sus votantes está ahí, pero es posible que los tribunales —ora el Tribunal Administrativo del Deporte, ora el Tribunal Supremo— no consideren suficiente ese fervor popular.
En su primer discurso como presidente, a pesar de ese nubarrón que le acecha, quiso hablar de ejemplaridad y limpieza. "Ha llegado el momento de recuperar el prestigio de esta casa, que sea reconocida por lo que representa, el latido del fútbol español", dijo con énfasis, refiriéndose claramente al tiempo de Rubiales, pues para Pedro Rocha solo tuvo palabras de agradecimiento y elogio.
El embrollo legal
Ahora, la explicación de ese laberinto jurídico en el que está metido Rafael Louzán. Sobre él pesa una condena ratificada por la Audiencia Provincial de Pontevedra por prevaricación al conceder una subvención de 93.000 euros para remodelar el campo de fútbol de Moraña. Tanto en primera instancia como en la apelación se determinó que el nuevo presidente había delinquido, y eso se convirtió en una inhabilitación de siete años para ejercer cargos públicos.
Esa condena no ha servido para descabalgarle de la carrera electoral de la RFEF, pues la orden ministerial y el reglamento electoral de la institución especifican que para descalificarlo la sentencia tendría que haber sido firme, y por el momento no lo es, ya que queda un recurso en el Tribunal Supremo al que se enfrentará el próximo mes de febrero.
Ahora bien, los Estatutos de la RFEF, que Louzán propone cambiar, exponen en el artículo 19 que nadie con una inhabilitación para ejercer cargos públicos, y ahí no se especifica que las condenas sean firmes, puede formar parte de los órganos directivos. Eso abre una puerta a que el Consejo Superior de Deportes (CSD), que es poco amigo de Louzán, según el nuevo presidente también por su adscripción política, pueda tratar de quitárselo del medio en el TAD.
Más allá de este problema, por el que el CSD podrá ir ya al TAD, queda la decisión final del Supremo, que valorará su caso el 5 de febrero. Si mantiene la condena, su sentencia será firme, y lo habitual en la justicia es que si un presidente deja de cumplir los requisitos que se le exigían al ser candidato, tenga que salir de ese cargo. ¿Son altas sus opciones de éxito? La estadística está en su contra: entre el 85 el 90% de los recursos que llegan a la cúspide del sistema judicial español terminan con una ratificación de las condenas anteriores.
Poco o nada tiene que ver que la RFEF sea, como así han dicho distintas sentencias, una entidad privada, pues los propios reglamentos del organismo rector del fútbol nacional son los que se lo ponen difícil a Louzán.
Todo esto no ha sido óbice para que sus compañeros le hayan elegido. Aunque en la campaña se ha llamado mucho la atención sobre la necesidad de estabilidad y paz en la Federación, después de dos presidentes derrocados y una constante agitación, el elegido es alguien que, por lo menos en los próximos tiempos, no será capaz de sostener esa calma soñada. Algo que siempre es problemático, pero todavía más cuando sobre la institución pesa la responsabilidad de organizar un Mundial en 2030.