El día que Rodrigo se olvidó de que jugaba con el Villarreal y acabó en un 'rally': "Era James Bond en mi Opel"
El mediocentro de la Selección y del City cuenta en una tribuna en 'The Players' Tribune' lo que fueron sus inicios y por qué lo consideran una persona "normal".
Cuando uno piensa en un futbolista, en lo que es su figura, seguramente de las primeras imágenes que se vienen a la cabeza de uno es el lujo, los coches o las campañas de marketing y publicidad. Esa vida de élite que se ve en las redes sociales de aquellos que ganan millones gracias al deporte de los pies. Sin embargo, en mitad de esa vorágine de ostentaciones -e incluso a veces excesos- destaca uno de los futbolistas que en España se ha convertido en un héroe (por algo fue el MVP de la Eurocopa). Porque Rodrigo Hernández, Rodri, se ha convertido en un ejemplo de normalidad dentro de lo que viene a ser una vida extraordinaria por lo que esta engloba.
Así lo cuenta él mismo en una tribuna escrita en primera persona y publicada en el portal The Players' Tribune, donde refleja cómo sigue siendo ese jugador que se ilusionó por tener un Opel Corsa, que disfruta con el fútbol sintiendo lo mismo que de pequeño cuando peloteaba en los jardines de su barrio y que ha sabido equilibrar lo que él llama "sus dos mundos" pese a estar en la élite.
El jugador de la Selección y del Manchester City relata cómo desde pequeño siempre ha llevado un equilibrio entre Rodrigo, como persona, y el Rodri futbolista. Aunque lo cierto es que ambos van muy ligados desde siempre. De hecho, cuenta cómo su inglés -que no es el británico, sino el americano- nació en un bosque de Connecticut, en Estados Unidos, durante un campamento de un mes que coincidió con el Mundial de 2010, ese que se perdió -sólo logró ver la final- y que acabó celebrando tras verlo en un pequeño ordenador de uno de sus monitores del campamento.
"Conseguí que el monitor me dejase ver la final en su ordenador. No sé cómo, porque estábamos en mitad del bosque, pero encontré un streaming que no era exactamente legal, para ver la final rodeado de americanos a los que les daba igual lo que estaba pasando. Cuando Iniesta marcó, literalmente empecé a gritar, corrí fuera y di un sprint alrededor del lago. Los americanos pensaban que estaba loco", reconoce el propio Rodri. Una circunstancia que pone en situación que, con 14 años, el fútbol ya significaba mucho para él.
Aunque si algo ha tenido claro siempre desde pequeño es que su idea de ser futbolista no era esa ligada a tener dinero y "un Ferrari". "A veces los chicos se ríen de mí por ser 'normal', pero si le preguntas a mi señora o a mi madre te dirían que soy lo opuesto a ser normal. Si soy normal es probablemente en el sentido de que no me interesan las redes o unas zapatillas deportivas de 400 dólares. Desde niño siempre he perseguido un sentimiento. No decía 'oh, quiero ser futbolista para tener un Ferrari. No. Fue porque lo que hicieron mis héroes sobre el campo me hizo sentir vivo", cuenta.
"A veces los chicos se ríen de mí por ser 'normal', pero es probablemente porque no me interesan las redes o unas zapatillas de 400 dólares"
Por eso, tuvo claro que tenía que perseguir su sueño... pero llevando a la vez una vida normal para su edad. Así que pactó con sus padres que lo haría, pero a la par que una carrera universitaria. Ahí es donde los dos mundos de Rodri se fusionaron, por así decirlo, aunque a base de "errores" que, como cuenta, "le hicieron aprender". Porque en Villarreal, compaginaba su vida de estudiante universitario en la que vivía en una residencia de estudiantes, con el entrenar en el filial del submarino amarillo. Y eso que para poder entrenar tenía que ir en bici.
"Por la mañana tenía que ir a entrenar al Villarreal, por la tarde iba a clase y por la noche... Las noches eran divertidas porque, obviamente, era la universidad. Cuando era viernes noche, todo el mundo iba al club, pero primero hacían una previa (...) en una habitación donde bebían cervezas... Yo era como un estudiante más -ellos no sabían realmente que yo jugaba a fútbol- así que yo iba con mi agua con gas y estaba un rato hasta que era el momento de ir a la discoteca. Entonces desaparecía", explica. Y lo hacía porque al día siguiente le tocaba partido... O entrenar.
"En la universidad yo era un estudiante más. Iba en bicicleta a entrenar"
"No tenía coche y la residencia de estudiantes estaba a 15 minutos conduciendo del campo de entrenamiento del Villarreal y no podía pagar un taxi cada día. Así que me iba en la bici hasta la estación de tranvía, lo cogía y luego seguía el resto del trayecto otra vez en bici", cuenta. Algo que hizo hasta que consiguió el carné y habló con su padre para comprar su primer coche... ¡por sólo 4.000 euros!
"Le dije a mi padre que tenía 3.000 euros para comprar un coche, que mirara qué podía encontrar. Me llamó al día siguiente y me dijo que había encontrado uno bueno, que vendía una mujer mayor. Ella quería 4.000 euros, pero que tenía hasta un ordenador en él. Compró el coche y era un Opel Corsa con una pantalla de ocho centímetros. Mis compañeros se reían de mí, pero me daba igual, me encantaba", relata. De hecho, ese coche fue el que le salvó la vida y le ayudó cuando le tocó aprender -por las malas- que aunque él entendiese que se situaba entre dos mundos -ya tras haber debutado con el primer equipo-, no debía descuidar ninguno de los dos.
"Cuando estaba en mi pequeña habitación con mi ordenador, estaba tan centrado en lo que estaba haciendo que literalmente me olvidaba de todo lo demás. Un día, estaba estudiando para un examen o algo y tenía el móvil en silencio. Durante un descanso vi que tenía como 20 mensajes, 50 whatsapp, diez llamadas perdidas... Pensé que alguien se había muerto. Un compañero me llamó, cogí el teléfono y me dijo que todo el mundo me estaba esperando, que jugábamos en Valencia y que estaban todos en el autobús. (...) Fue como la pesadilla de que vuelves al colegio y has olvidado que tenías examen, pero era real y no era en el colegio, sino que era LaLiga. Le dije que se fueran y que nos veíamos en el hotel. Así que cogí mis cosas, corrí a mi coche y fui como si fuera James Bond con mi Opel por las calles", admite.
De hecho, esa esencia no la ha perdido. Y es que además de contar que, precisamente, también durante aquella etapa conoció a la que hoy es su mujer, explica cómo él es el típico que, cuando vivían lejos, tiraba de videollamadas nada más acabar el partido en la vuelta en autobús, ya una vez estaba en el Atlético de Madrid e incluso en Manchester. Algo que sus compañeros no llegaban a entender.
"La primera vez que hice videollamada con mi señora en el bus Agüero y Otamendi me apartaron y me dijeron que no podía hacer eso"
"Cuando hablaba con mi señora, mi cerebro volvía a ser el del Rodri de la uni. Si ganábamos el ambiente del bus era diferente, pero si perdíamos era en mitad del silencio del autobús (...) y yo decía en voz alta: 'sí, ha sido un poco mierda hoy. Estoy enfadado... Igualmente, ¿cómo ha sido tu día?' y la primera vez, Agüero y Otamendi me apartaron y me dijeron que no podía hablar así en el bus, que Pep (Guardiola) podía oírme y que cualquiera podía escucharme. Pero lo seguí haciendo. (...) Parecíamos dos adolescentes. Todos intentaban quitarme el teléfono y colgarle".
Todas esas anécdotas que recuerda el mediocentro del City son parte de su vida, esa en la que trata de seguir siendo el mismo, aunque, como cuenta, este verano él haya sido uno de esos jugadores que, como aquella final de 2010 le pasó a él en mitad de un bosque de Connecticut, ha hecho feliz a millones de personas con la Eurocopa. "Sólo hay una cosa que te toque el corazón de esa manera. Sólo el fútbol puede hacerlo".