Demasiado castigo para el Real Madrid: lo peor no es perder, sino la cara que se te queda
A falta de un segundo visionado, que el partido se la merece por su intensidad táctica y la abundancia de acciones individuales y colectivas de primera calidad, sobre la marcha no me pareció un Clásico de 0-4. Demasiado castigo para el Real Madrid. La superioridad del Barcelona fue evidente, trivial, innegociable, pero habría que considerar si entre los dos equipos hubo tanta diferencia futbolística como para que se diera ese resultado. Son argumentos que ya no valen para nada y que a lo peor quedan minimizados en el repaso de la contienda, pero la primera parte del Real Madrid mereció un premio mayor. Ya sabemos que los partidos se ganan, no se merecen, pero los blancos no fueron inferiores en esos primeros 45 minutos.
Su principal error fue quedarse enredado en la táctica del fuera de juego que el enemigo tejió con tanto riesgo como precisión, pero tuvo sus ocasiones para, incluso, haberse puesto por delante en el marcador. Parece mentira que en todas esas jugadas tan justas posicionalmente, siempre salieran victoriosos los defensas y nunca los delanteros.
Tirar el fuera de juego con el achique de espacios es tan viejo como este deporte inventado por los ingleses. De hecho, el reglamento se ha ido cambiando a lo largo de la historia para combatir esta táctica que tiene como máxima misión romper las habilidades ofensivas del contrario, tendiéndole una trampa posicional. Mientras Mbappé y sus compañeros caían una y otra vez en el cepo de una línea defensiva sobre la divisoria que separa los dos campos, me acordé de un partido de la temporada 89-90 entre el Real Madrid y el Milan de Sacchi.
Creo que se jugaban los octavos de la Copa de Europa y los rossoneri con Franco Baresi como director de orquesta dejaron hasta en 24 ocasiones en fuera de juego a los Butragueño, Hugo Sánchez, Míchel y compañía... A raíz de entonces los sabios de la Internacional Board decidieron que la regla se cambiara y que para ser señalizada el jugador receptor del balón tenía que estar más adelantado al contrario y no en línea, como hasta entonces. El Barca comenzó a ganar el partido en esa estrategia táctica. Ocho fueras de juego en la primera y cuatro en la segunda. La faceta ofensiva del Real Madrid se fue diluyendo en esa reiteración que terminó por desquiciar al equipo. Sobre todo a Mbappé, que terminó cometiendo nueve infracciones de ese tipo.
La primera parte defensiva del Madrid fue más que correcta. Ancelotti acertó al poner a Militao sobre Raphinha y que Lucas esperara a Balde. En la otra banda, le funcionó la jaula entre Mendy y Camavinga que cortó las alas de Yamal y también Rudiger mantuvo el tipo en su búsqueda de Lewandowski en posiciones más adelantadas. Lo sorprendente fue que tras el primer gol del polaco, el equipo perdiese la compostura, rompiera su estructura y, sobre todo, la concentración que había tenido hasta entonces para plantar cara al rival.
El segundo gol ya fue la puntilla. No supo reaccionar. No fue capaz de hacer lo que siempre hace. Sobreponerse. Apretar los dientes y los puños. La entrada de Dani Olmo y su peregrinaje entre líneas desesperó a los centrocampistas blancos y a partir de ahí el duelo solo tuvo el color azulgrana. El intento de colocar un delantero más, Brahim, y quitar un medio, Camavinga, tenía su riesgo, pero algo tenía que hacer Ancelotti para intentar frenar lo ya imparable.