Morata es clave cuando juega e imprescindible cuando no está
Siempre fue así. Hay futbolistas que son grandes por todo lo que han demostrado en el césped pero, más que nada, cuando se hacen presentes en la ausencia.
Kroos, que fue ídolo cuando llegaron los éxitos del Real Madrid y el primer señalado en las noches en las que aparecían las derrotas de su club y selección -por ese ritmo trotón que siempre está bajo la lupa, que a nadie se le olvide-, es uno de los últimos ejemplos en lograr ser más mito que nunca justo en el momento en el que ha colgado las botas. Otros, sin necesidad de convivir en el Olimpo de este centrocampista ejemplar ni de tener esos galones o su vitrina, estuvieron a menudo en las oraciones de los aficionados cuando no se les alineaba y en la diana cuando integraban el once titular. Juan Sabas, Sabitas para los más viejos, De la Peña o ahora Ceballos fueron y son algunos de esos suspiros.
Morata es estos días uno de ellos. Siempre está en el centro del debate y esta vez, aun sin ser convocado en este parón internacional, no iba a ser menos. En Belgrado se confirmó lo que supone el delantero para esta Selección. Ni Ayoze ni Oyarzabal ni Joselu lograron que De la Fuente -y un servidor al menos- se olvidaran de lo que aporta. Su rol en este equipo como imán de los centrales, sus movimientos para crear espacios, su referencia para los centros y su continuo desgaste en la presión le hacen indiscutible. Nico, Lamine y Olmo podrían dar una conferencia hoy sobre la grandeza del líder y la saudade colectiva.
Nos hemos acostumbrado a que Morata sea un meme y se recopilen sus errores más groseros, su querencia a los fueras de juego y su pila de frases conflictivas para la historia. Por no hablar de su ajetreada vida privada. Y la única explicación que encuentro a ese ensañamiento es que existe una necesidad de encontrar una diana dentro de un grupo en el que hay pocos internacionales, por no decir ninguno con tanto crio y niño bueno, con el que cebarse en los tropiezos. Sin personalidades como las de Clemente o Piqué, urge tener a mano algún enemigo.
Unos se despachan a gusto con Álvaro porque en su día jugó en el Madrid. Pecado capital. Otros, porque se marchó al Atleti. Como si fuera el primero o el último. Algunos hay por el mundo que le recuerdan que coqueteó con el Barça en su día, que celebró goles con demasiada euforia y que incluso repartió dardos en ruedas de prensa con veneno. Pero la mayoría, lo que de verdad no le perdonan, son sus contracciones y ese eterno reivindicación que ha protagonizado siempre su carrera pese a que ya es el cuarto máximo goleador de la Roja con 36 goles en este partido y que, con su edad (31) y lo que viene por delante, puede dar alcance perfectamente a Torres (38 tantos en 110 partidos), Raúl (44 en 102) y Villa (59 en 98) y pasar a protagonizar los libros de historia.
Yo sólo le eché, le echo y le echaré en cara que en la Eurocopa, por ejemplo, fue un capitán algo irresponsable por hablar de su negociado demasiadas veces en momentos inoportunos, por estar demasiado ocupado en su futuro en vez de en el del equipo y por estar obcecado en querer demostrar a todo el mundo que fue un alumno aventajado de Ramos a la hora de portar el brazalete y dejar constancia de su capitanía desde el alba al ocaso. Sin pretenderlo, llegó a confundir la atención -muy valorada dentro del grupo- con una sobreactuación que es graciosa cuando las cosas funcionan pero que no marida con las crisis que siempre llegan.
Morata, tan harto de la otra media España que se ha dejado sin criticar Vinicius por el camino, amagó en Alemania con no volver a la Selección, pero De la Fuente tardó poco en desactivar la bomba. Con varias aclaraciones tras la final con Inglaterra y con su intervención en esta primera concentración del curso reforzando la teoría de que "está sin estar, como el Cid". Por eso va a ser titular de aquí al Mundial 2026 y luego ya veremos. En primer lugar, porque va como anillo al dedo a esta forma de jugar de un equipo con talento y hambre. Y, por qué no decirlo, debido a que no hay otro nueve nacional que ahora mismo le haga sombra. Joselu es lo más parecido a su perfil -aunque De la Fuente se resiste a ponerlo- y por debajo la esperanza es Abel Ruiz...
Lo mejor que tiene Morata es que ahora, al haberse ido de nuevo a Italia, le podremos echar más veces de menos. La gente se cansa de ver siempre las mismas caras y cromos, y el Atleti, con ese Cholo a la defensiva, no le ayudaba a mejorar su imagen de cara a la opinión pública. El Milan y esas noches europeas, donde asomará por el salón de casa en esta nueva Champions con más partidos y menos pachangas, le darán otro aire. Y, además, en octubre estará de vuelta -superada su lesión y su sanción por venirse arriba con Gibraltar- en la segunda tanda de partidos de esta fase de grupos de la Nations League. Entonces, en Murcia y Córdoba, añorará ese sentimiento de que no hay nada como no estar para que nadie te olvide y deberá volver a remangarse para convencer a la mitad del país que aún se resiste a presumir de su grandeza.