El libro que explica cómo Arabia se compró el deporte y nadie hizo nada por evitarlo: "El dinero en el deporte siempre grita más"
El prestigioso autor James Montague relata todos los pasos que dio MBS hasta convertir el país de Oriente Medio en uno de los centros del deporte mundial.

El volumen de información hace en ocasiones difícil tomar perspectiva en el día a día, pero para eso también están los libros. James Montague es uno de esos periodistas que se puede permitir obsesionarse con un tema, desgranarlo, darle vueltas, viajar, preguntar y reflexionar hasta lograr una obra completa sobre un asunto complejo. El último centro de su atención es Arabia Saudí y su relación con el deporte, ese baile peligroso y cada vez más frecuente.
"El dinero siempre grita más, y el dinero en el deporte grita más todavía", explica el periodista en conversación con Relevo para hablar de su libro Engulfed, que será editado en España en próximos meses por La Esfera de los Libros.
La frase viene a colación de uno de los personajes claves de este libro, Mohamed Bin Salman [MBS, como se le conoce en el mundo] que es el piloto del país desde hace una década, su principal transformador, el cerebro detrás de la Visión 2030 y pretende darle un vuelco al país. Es también un personaje lleno de importantes sombras. Técnicamente es el príncipe heredero, ese es el cargo, pero su control sobre el reino va mucho más allá de ese puesto.

"MBS ha hecho el mismo cálculo sobre occidente que hacía siempre Putin: pueden hablar de valores y derechos humanos, pero está dirigido por hipócritas. Ambos estaban en lo cierto, casi nadie rechaza el dinero cuando se lo ofrecen, quizá la única excepción es el golf", razona el periodista.
El libro repasa en sus páginas todas aquellas esquinas del deporte en el que Arabia se ha hecho presente en el último lustro, del fútbol a gran escala al boxeo pasando por el golf o la Fórmula 1. No hay lugar con cierta fama que no quieran aprovechar. Los tiempos han sido diversos y cada deporte tiene alguna historia distinta que contar, pero en general la resistencia ha sido escasísima, más bien al contrario.
MBS es la figura fundamental del libro, el cerebro del país, el ideólogo y también el ejecutor de toda esa doctrina de lavado de imagen en la que la apertura social, si se quiere llamar así, no implica una democratización o un avance significativo de los derechos de los ciudadanos.
"Es un carácter bastante contradictorio, alguien que se ha adaptado perfectamente a la era en la que vivimos, la de Trump y la autocracia. Ha logrado su poder sin piedad y también ha conseguido elogios alrededor del mundo por sus reformas en el reino, pero su poder se basa en la lealtad y la crueldad absoluta. Por eso el régimen saudí tiene la piel tan delgada, cualquier crítica te puede meter 20 años en la cárcel, sin importar cuán pequeña sea", cuenta Montague, que lleva viajando con frecuencia a Arabia desde 2008.
Y sí, desde entonces el reino es otro, pero todo es complicado. "Cuando fui la primera vez la música estaba prohibida en público, no se podía ver a las mujeres en ningún lado, estaban excluidas del trabajo y la mayor parte de la sociedad. Hoy las libertades culturales son reales y profundas, y ese es uno de los motivos por los que es muy popular entre las mujeres jóvenes saudíes, pero esas libertades se han dado mientras que algunos derechos políticos se quitaban por otro", relata.
Montague pone un ejemplo de estas contradicciones: "Las mujeres que han luchado por estas libertades que el gobierno usa para demostrar que ha evolucionado están encarceladas. No hay democracia ni libertad de expresión. Cero. Los tribunales no son en absoluto independientes. Puedes terminar 20 años en prisión por un tuit inocuo". No se queda ahí, el autor recuerda que Arabia Saudí está ejecutando más gente que nunca, o como dice un activista en el libro "puedes ir a un concierto de David Guetta y trabajar en un Starbucks, pero políticamente nunca ha sido menos libre".
En ese punto entra el deporte, y esa avaricia eterna que le hace pedir siempre más y más. La contradicción, eso sí, está presente, como se habla tanto de valores, algo mucho menos frecuente en el mundo empresarial, cuando aparece Arabia en la ecuación, las justificaciones son casi contorsionistas. La principal, esa letanía que dice que la presencia del deporte occidental allí servirá de impulso para coser todos los problemas de falta de libertad que hay en el país.
"Este argumento se usaba mucho al principio, también en la compra del Newcastle United, que asociarse con Arabia iba a suavizarles de algún modo. Es un paradigma pasado, los estados del Golfo no son democracias, son dictaduras con una personalidad fuerte al mando. Operan en un mundo en el que prevalece la ley del más fuerte, y eso lo usan a su favor, hacen lo que les permite su poder y su dinero. No es como si todas estas cosas les pudiesen cambiar, si hay cambios en Arabia Saudí es porque a la familia en el poder le va bien para mantenerse", rememora Montague.
Y va más a lo concreto cuando habla de la Supercopa: "¿Alguien puede pensar que la Supercopa de España le va a servir al régimen Saudí para evolucionar? No, es una mentira confortable que cuenta la gente que no quiere admitir en público que solo les importa el dinero".
Dueño del Almería, amigo de MBS
Entre los muñidores del poder saudí en el deporte hay un nombre conocido en España que destaca, un amigo personal de MBS que desde hace años forma parte de los ejecutores de la gran visión del jefe: Turki Al-Seikh. Es el dueño del Almería, también fue el responsable de que una serie de jugadores saudíes apareciesen, de manera bastante estrambótica, en la liga española hace unos años.
"Es una personalidad fascinante, exactamente el tipo de personas que tiene éxito en los círculos de un autócrata, ya sea MBS, Erdogan o Trump. Él formaba parte del servicio de seguridad de MBS y utilizó su encanto y su lealtad absoluta para ascender hasta ser una de las personas más importantes del país", cuenta. Hay que decir, eso sí, que su apuesta no era la más fácil en el reino, hace 15 años Bin Salmán era una opción muy periférica para llegar a reinar, pero una serie de acontecimientos sucesorios le llevó hasta el lugar preeminente entre los saudíes.
Al Seikh fue presidente de la autoridad del deporte, ahora lo es de la de entretenimiento. En su momento pareció un paso atrás, pero ahora es el cargo que más poder acumula en esa esfera de MBS. Él ha sido clave, por ejemplo, en el organismo que ha terminado consiguiendo que el Mundial 2034 se vaya a disputar en Arabia, un anhelo importante desde hace años porque, es evidente, no hay nada comparable a esa cita para un país así.

Cuando Montague habla de él cuenta que Jamal Khashoggi le designó antes de morir como "una de las dos únicas personas a las que escucha MBS y que han ejercido un lugar importante en su vida: darle entretenimiento". El nombre de Khashoggi no es uno más. El periodista, que primero vio con buenos ojos al autócrata, terminó siendo uno de sus mayores críticos en las páginas del Washington Post. Le asesinaron en el consulado del país en Estambul, un acto que se le atribuye por parte de la CIA directamente al líder saudí.
Y esto, más que ninguna otra cosa, en algún momento pareció que podía descarrilar la ambición de MBS, que podía realmente convertirle en un paria. Fueron unos meses en los que Arabia, que ya había emprendido su vía modernizadora —se entiende en los parámetros ya dados por este artículo, más dinámica y aspectualmente abierta, igual de autoritaria política y socialmente—pero que con ese error de cálculo estuvieron a punto de echarlo todo a perder.
"El asesinato de Jamal Khashoggi cambió algo durante un tiempo, hubo un enfado genuino con lo que ocurrió, a pesar de que la Casa Blanca de Trump trató de excusar lo que había pasado", analiza le periodista británico.
El nombre del periodista fue muy repetido cuando se preguntaba en las calles de Newcastle sobre la adquisición por parte del fondo soberano saudí (PIF) del equipo de la ciudad, conocido por una calentísima afición. Las respuestas de esos aficionados, en el mejor de los casos, despejaban balones. La mayoría iban más allá, casi lo defendían.
Montague, después de mucho preguntar, pues en el libro se desarrolla con detalle todo lo relacionado con esta compra, llega a la conclusión de que adquirir un club así no es solo tener un equipo sino algo mucho más profundo, que tiene que ver casi con lograr que toda una comunidad se ponga a tu favor. Suena mal, pero en el fondo se parece mucho a comprar voluntades.
"Animar a un equipo es diferente a cualquier otra afición. Son instituciones culturales, en ocasiones con raíces que llevan puestas en la comunidad desde hace más de cien años. No son un negocio en el sentido tradicional, no eliges un club diferente si las cosas van mal. Encapsulan la identidad, cuando alguien compra un club no solo adquiere al equipo sino a su comunidad y eso lo vuelve todo muy complejo. No es que los aficionados del Newcastle no se preocupen de dónde viene el dinero, la mayoría sí lo hace, pero cualquier crítica a su club se percibe como una crítica a la ciudad y a ellos mismos. Creo que países como Arabia Saudí tienen mucha habilidad para saber que esto es uno de los grandes beneficios de adquirir un club", relata Montague.
El plan de Arabia Saudí se asemeja mucho al que desplegaron antes Qatar o Emiratos, aunque hay algunas diferencias que lo han hecho algo más complejo. La primera es que es un país mucho más grande y potente, lo que ha hecho que siempre haya algo más de recelo a cualquier movimiento. Junto con Irán, rival histórico, son las dos potencias políticas y militares de la región. Por otro lado, el hecho de que los sitios sagrados del islam, la Meca y la Medina, estén en su territorio ha hecho siempre que tengan más difícil desligarse de la intransigencia religiosa. Eso, que estaba ahí y probablemente retrasó todo, ha terminado por ser solo un escollo. La determinación y el dinero, el muchísimo dinero, hicieron posible que el sueño de Bin Salman se fuese cumpliendo poco a poco. Y casi nadie hizo nada por detenerlo.