Rodrygo, Vinicius, Álex Baena, Durán... lo que hay detrás del interés de Arabia Saudí va mucho más allá del fútbol
El fútbol forma parte del plan Vision 2030 con el que se busca transformar el país y que ha hecho cambiar absolutamente la fisionomía de una liga que antes era problemática.

Arabia Saudí tiene un proyecto para crear una ciudad de la nada llamada Neom. La idea es que ese lugar sea ultramoderno, con resorts y pistas de esquí, con una especie de ciudad lineal llamada The Line y un estadio en el que se disputarán encuentros del Mundial de 2034, ya concedido por la FIFA. Es un proyecto faraónico como pocos tiene la humanidad en marcha, pero también solo uno más de los múltiples epígrafes que aparecen en el plan Vision 2030, el macroproyecto que hace unos años presentó el príncipe Mohamed bin Salmán y que tiene como objetivo dar un vuelco absoluto a cualquier idea preconcebida que se tenga sobre el país. Uno que podría tener casi en cada frase las partículas macro, ultra o maxi, porque todo lo que se concibe al respecto está hecho con una ambición desmedida.
Estas ideas grandilocuentes tienen un respaldo en el subsuelo de Arabia Saudí. El país asiático es el segundo productor mundial de crudo y las ganancias que se originan en esa actividad se encauzan por medio del PIF, el fondo soberano del país. No es algo anómalo, Noruega también cuenta con algo similar que se destina, en ese caso, para el fondo de pensiones del país.
El petróleo ha hecho a Arabia Saudí un país muy rico, pero hay cierto temor sobre el futuro. Hace tiempo que se da por hecho que la gallina de los huevos de oro llegará de funcionar —es una de esas profecías eternas que nunca termina de cumplirse— y eso llevó al príncipe heredero, que en la práctica es quien manda en el país, a realizar ese plan que busca transformar la economía del país y de paso al país entero. En todo ello entra el fútbol, un poco por capricho, pero también como una manera de llamar la atención y buscar forzar uno de los grandes objetivos de los saudíes, que es conseguir turistas.
El PIF y sus cuatro equipos que se reparten los 'galácticos'
El PIF tiene inversiones en casi todo lo imaginable, incluido por ejemplo casi un 10% de Telefónica, empresa en la que entró el año pasado, y en ese amplísimo portafolio el fútbol tiene un lugar importante. El fondo adquirió en 2023 la mayoría accionarial de los cuatro equipos más relevantes del país, Al-Ittihad, Al-Hilal, Al-Ahli y Al-Nassr, lo que les convirtió en la práctica en clubes propiedad del Estado.
Esos nombres son los que siempre se repiten cuando se habla de posibles fichajes. Hay una lógica que cuesta bastante entender desde el punto de vista de occidente, y es que entre ellos no existe una pelea por los fichajes, no hay riñas ni luchas económicas sino que forman parte de un plan y los nombres se van más o menos asignando a cada club según las necesidades. Es decir, el Al-Ittihad y el Al-Ahli, por más que puedan tener rivalidad para sus aficionados, jamás competirán por un mismo jugador. De hecho la liga tiene a dos personas, Saad Al-Lazeez y a Michael Emenalo, que coordinan las finanzas y la dirección deportiva del campeonato y son en buena medida los encargados de localizar a los jugadores y distribuirlos entre los clubes más importantes del campeonato.
En solo dos años la evolución de la liga y de los objetivos del fútbol saudí han ido creciendo abruptamente. Antes de la llegada del dinero existía una gran afición, eso siempre ha estado, con clubes poderosos en el contexto asiático y una selección que se clasifica con frecuencia a los mundiales, pero que pecaba con frecuencia de falta de organización y era habitual que se produjesen impagos varios y faltas de esas que hacían sospechar a los jugadores antes de irse allí. Un poco como la liga turca de los años 90. A esa desorganización se sumaba que la vida en el país era muy opresiva, una teocracia con leyes asfixiantes y una desigualdad terrible. No es que ese campo haya desaparecido de repente, pero una cierta apertura ha conseguido dulcificar un poco el régimen.
Ahora ya no es así. El fichaje de Cristiano Ronaldo marcó un antes y un después en la percepción del fútbol árabe. Consiguieron, con un dineral de por medio, reclutar a uno de los mejores jugadores de todos los tiempos y con él se abrió la puerta para que otros muchos mirasen con buenos ojos la oportunidad que daba viajar hasta el país. Es cierto que algunos casos han salido rematadamente mal, como el fichaje de Jordan Henderson, que a los pocos meses se volvió por la falta de adaptación al país, pero la verdad es que pronto empezaron a aparecer en las listas jugadores de buen nivel y algunas estrellas en declive a cambio de muchísimo dinero.
Eso era parte del plan, porque por algún lugar había que empezar, pero no era ni mucho menos el plan completo. Del mismo modo que Arabia no quería un Mundial Juvenil sino el absoluto y no paró hasta lograrlo —no es que le costase demasiado convencer a la FIFA, pero eso es otra historia— tampoco quería ser una liga de viejas glorias, sino un campeonato competitivo.
Por eso mismo también decidieron cambiar ciertas normas y buscar otros objetivos distintos. Por ejemplo, en las plantillas puede haber hasta diez extranjeros, pero en un cambio de normativa decidieron que por lo menos dos de ellos tenían que ser Sub-21. Eso hizo que jugadores como Gabri Veiga, que todavía no tenían rango de estrella, fueran tentados con cantidades enormes de dinero y optasen por ir a la liga saudí. Es importante recordar también que los futbolistas que allí acuden no pagan impuestos, así que las cantidades que les ofrecen son netas.
Dentro de todo esto se enmarca la nueva ofensiva del fútbol árabe, que busca los mejores jugadores sin importar ya nada más que el fútbol. Se escuchan nombres como Baena, Vinicius o Rodrygo en España, pero también otros como Jhon Duran en Inglaterra, donde es una de las revelaciones de la Premier. A veces incluso lo consiguen, como en el caso de Victor Boniface, que el año pasado fue el delantero revelación que impulsó al Bayer Leverkusen hasta la Bundesliga.
La lista de rumores es larguísima, porque hay mucho dinero en Arabia Saudí y ya no tanto en Europa. No se espera que los contratos televisivos vuelvan a crecer como antaño, muchos mercados están prácticamente parados y hay clubes, incluso clubes importantes, que no llegan. Un caldo de cultivo perfecto tanto para que los equipos saudíes se muevan —fundamentalmente los cuatro clubes oficiales, pero también el resto tienen ayudas estatales o son propiedad de empresas importantes en el país— como para que los agentes muevan el árbol y busquen la manera de ganar más dinero o amenazar con una salida creíble de sus jugadores.
Un plan que sigue las huellas de Qatar
El plan de los saudíes es nuevo y acelerado, pero tampoco es tan novedoso, pues en realidad están recorriendo años más tarde la senda que ya marcaron Qatar o los Emiratos Árabes. Los primeros se abrazaron al deporte para cambiar la imagen del país y terminaron hasta logrando un mundial. Los segundos son un ejemplo por haberse convertido en muy pocos años en uno de los destinos predilectos del turismo de lujo mundial. De hecho, como muestra de la mímesis que están intentando, el país anunció hace tiempo la creación de Ryhad Air, al estilo de Emirates o Qatar Airways. Una nueva compañía aérea que por el momento no opera un solo vuelo pero ya patrocina al Atlético de Madrid. Porque en todo este proceso nunca está de más poner un poco de dinero para la publicidad.
En Arabia Saudí todo va más lento por dos factores. El primero es que el país es más grande y tiene más difícil moverse; el segundo es la gran religiosidad, marcada por el wahabismo, que ha ejercido siempre como freno a todos los intentos de evolucionar el país. Para algunos de los jugadores ha sido un choque cultural bastante grande aparecer en el país de La Meca, que ha cambiado y más que cambiará, pero como se demostró hace poco con la afición del Mallorca todavía tiene mucho, mucho, camino por recorrer.
El mercado se mueve y las reticencias cada vez son menores. Hay jugadores, incluso algunos muy importantes, que ya manejan la posibilidad de pasar un tiempo allí, cuatro o cinco años, recaudar un dinero inimaginable en Europa y tener la posibilidad de volver en un futuro. Es, en todo caso, un nuevo e imprescindible factor en el mercado.