Descubriendo a Arda Güler, el mago que llega al Bernabéu
El jugador turco de 18 años es uno de los mayores talentos del mundo del fútbol.
Arda Güler (Altindag, 2005) es una paradoja. Su juego reclama ser visto a cámara lenta, es un caleidoscopio al que uno siempre tiene que mirar dos veces antes de procesar, como si una misma jugada fuese en realidad dos de distintas. Pero a la vez que su juego tiene que ser procesado en calma, su fútbol es ágil y veloz, una manada de pirañas que picotean sin cesar. Es por su velocidad y precisión que su fútbol es paradójico, porque cuando uno observa por primera vez a Güler, pese a ver solo agilidad, piensa en calma. El turco es un misterio. Uno que acaba de llegar al Real Madrid.
Es tremendamente difícil (y a ratos injusto) analizar a un jugador al que te acercas con un puñado de highlights bestiales como premisa. Todo el mundo ha visto qué puede hacer Arda Güler: caños, sombreros, pases sin mirar, controles suaves y cambios de ritmo frenéticos, goles desde fuera del área, paredes. Es una máquina de inventar. El highlight ejerce siempre una función cegadora sobre el jugador, anulando cualquier atisbo de profundidad en su juego para convertir el gesto final en un todo. Pero no en Güler. Su fútbol, que todavía es tierno al tener solo 18 años, es como si el highlight se alargase hasta el horizonte.
Las expectativas eran muy altas al empezar a ver a Arda Güler en profundidad. Y la respuesta del jugador de Fenerbache ha estado a la altura del reto. Arda Güler es, resumiendo mucho, un jugador de tres cuartos de campo que se siente cómodo jugando entre lateral, pivote y central rival, bien sea recibiendo abierto como un extremo, dentro para girar y acelerar la jugada o muchas veces por detrás de la línea rival, con el juego de cara, porque él necesita intervenir. Es decir, es un futbolista que incide en muchas zonas y de distintas formas, pues en cada una de ellas hace cosas distintas. Lo divertido es tratar de adivinar qué puede ser en un futuro, aunque esta respuesta es imposible de saber, porque cada equipo, entrenador y compañeros le reclamarán algo distinto.
Lo primero que construye su juego, y también lo más irresistible para el espectador, es su primer control. La jugada nunca empieza cuando la toca, sino segundos antes de que entre en juego. El turco tiene mucha facilidad para percibir su entorno y detectar cómo puede sacar ventaja una vez le llegue la pelota; su abanico de recursos técnicos le sitúan en el escalón de jugadores como Mesut Özil, sobre todo por la creatividad y la perfecta elección de ellos. Aunque falle, la sensación es que el gesto técnico elegido era el correcto. Siendo zurdo, su mayor baza es cuando es capaz de engañar al defensor con un movimiento de cadera previo al contacto y logra salir bien perfilado. Aún siendo zurdo, domina la diestra para orientar la pelota hacia su pierna hábil, usándola a menudo para eliminar rivales que, ingenuos, saltan a por él.
El joven jugador del Fenerbahce juega inventando, y esa es la base de todo el manantial de fútbol que desborda. No es un jugador de rutinas, que uno pueda ir adivinando cuál será el siguiente paso, y eso imposibilita el poder estar prevenido ante sus intervenciones. Güler es capaz de cambiar de dirección sin apenas moverse, de ritmo sin que el ojo lo note. Sus movimientos son muy poco bruscos pero resultan letales en espacios reducidos. De su técnica, que es prodigiosa, nace todo lo demás. No hay demasiados jugadores que puedan aguantarle un pulso a Güler en cuanto a nivel técnico y creatividad.
Su capacidad pasadora es su segunda carta ganadora. Es un último pasador magnífico, con tics de algunos de los grandes magos de este siglo. Tanto a la hora de activar a compañeros en profundidad desde el carril central, como lanzando transiciones o dando continuidad al juego con pases que le den fluidez. Cerca del balcón del área es asegurar niveles de producción altos, sea cual sea la estructura rival o el momento de partido. Güler pesa en el marcador, y con 18 años lo único que queda es preguntarse cuánto más podrá crecer en el aspecto más determinante del juego.
Hay pocas situaciones que inviten más a lo estético que un contragolpe. Zancada, regate en carrera, el último pase. Es una jugada que evoca gestos preciosos. Y Arda Güler no decepciona, sino todo lo contrario. Pese a su físico liviano y en apariencia pco explosivo, esconde un primer paso poderoso y una carrera que sin ser determinante sí le permite aguantar las ventajas que su primer gesto genera, que ya es mucho. Y con espacios su creatividad lo envuelve todo, como si fuese niebla. Si alguien se desmarca, él lo encuentra. Puede jugar al primer toque activando el movimiento de su compañero, lanzarlo tras regate o primer control. Su zurda tiene activadas todas las superfícies del pie, como si con el exterior pudiese asegurar un pase con la misma facilidad que con el interior.
Sí, este envío terminó en una de las siete asistencias que ha repartido este curso. Con 0,26 xG por cada 90 minutos en la liga turca, tiene uno de los registros más altos de todos los extremos en comparativa con las cinco grandes ligas. Influye muchísimo en esa zona porque con Güler sucede algo curioso: importa mucho menos dónde intervenga que el hecho de cuántos jugadores tenga por delante. Su radio de acción guarda relación directa con sus compañeros, ya que el turco siempre busca progresar juntando futbolistas.
Cuando interviene dentro y con el juego de cara todavía es demasiado inconsistente en cuanto al ritmo que le da a las acciones. El scout Ron Dor, que ha seguido a Güler mucho tiempo, cuenta a Relevo que "todavía está verde en cuanto a cómo posicionarse sin balón. A veces se le ve perdido". Es algo lógico en un jugador tan joven y con tanto talento, pues eso le lleva a un fútbol intuitivo, poco pensado, en el que la respuesta surge incluso antes de que el juego le formule una pregunta. Y a mayor dificultad, más estímulos necesitará.
Es difícil definir su posición actual. Es un híbrido entre un volante, un extremo y un mediapunta. A ratos se abre mucho para recibir, otras veces tiende a retrasar su posición por detrás de la línea de medios rival y se le puede ver colocándose entre líneas, fijando la zaga rival. Tanto en el FC Barcelona como en el Real Madrid se le ve ideal como jugador interior más que como futbolista de banda. ¿Interior? Ron Dor no lo termina de ver, por lo menos a día de hoy, aunque a mí me parezca que sí pueda llegar a serlo. En el conjunto de Ancelotti, fabricado para la transición, su capacidad para jugar por dentro suma otra variante.
Siempre contaba Pep Guardiola que lo que más buscaba en un futbolista que jugase por dentro era que tuviese desborde. Regate interior. Alguien que, con un giro, un control, una finta o un quiebro pudiese desplegar una ventaja casi definitiva, encarando a la defensa mientras esta corre en inferioridad.
Cuando gira no necesita enseñar que va a hacerlo. Sencillamente sucede, como si en vez de huesos tuviese goma. Puede cambiar de pie con facilidad y juega con los ritmos de forma sutil, como si en vez de estar en el campo estuviese en Tenet y él ya conociese ambos universos; lo que sucede y lo que sucederá.
A todo ello, suma un gran golpeo de balón, tanto en jugadas ensayadas (muy fiable sacando faltas y saques de esquina) como tras conducción. Su disparo le permitirá tener buenas cifras aunque en el Fenerbahce pise poco el área (tres veces por partido), como ya ha demostrado este curso anotando seis goles, algunos de ellos desde fuera del área con un golpeo potentísimo. Al ser un jugador que se siente cómodo con el regate desde la banda, la diagonal le nace de forma natural y puede generarse muchas situaciones de disparo por sí solo.
Güler tiene más fuego interno que el mediapunta creativo que solo vive y juega cuando tiene la pelota. Con más de cuatro presiones ganadas por cada 90 minutos, se sitúa en la parte alta entre todos los jugadores de tres cuartos de campo en cuanto a actividad sin balón. Sin tener un físico que le permita ser una amenaza constante ni una actividad súper agresiva, sí es tremendamente intuitivo cuando tiene que saltar a presionar y meter la pierna, generando muchas situaciones de robo en el último tercio.
Las dudas con Güler no tienen nada que ver con su potencial y nivel, sino con su salto a un ritmo y exigencias muy superiores. ¿Cómo se verá afectado su fútbol al pasar de un ecosistema al otro? Lo más importante con un talento de esta magnitud es que las etapas, aunque parezcan un mero complemento, se cumplan acorde a sus necesidades, que no tienen porque coincidir con las de otro jugador. Al basar todo su juego en el talento, la duda es qué sucederá cuando el ritmo suba y sus pérdidas (que son numerosas) se van más penalizadas.
Cuando el fútbol se enrosque tanto que termine siendo una foto fija arrugada en la que sus protagonistas no puedan moverse de las líneas marcadas, uno mirará a Arda Güler para que transforme la imagen en movimiento, lo estático en pequeños pasos. El talento del turco no concibe espacio a la duda ni a la repregunta, sino solo a la imaginación. El Barça, que muchas veces ha estado preso de un agarrotamiento horizontal, podría estar a un pase filtrado de transformar la foto de familia en una preciosa película. Lo querían muchos equipos y, sin embargo, el Real Madrid aceleró para ficharlo. Güler es un misterio. Pero el fútbol siempre te obliga a descubrirlo.