OPINIÓN

Menos mal que tiene mucho margen de mejora...

La Selección española celebra el triunfo ante Japón en los Juegos Olímpicos de París. /EFE
La Selección española celebra el triunfo ante Japón en los Juegos Olímpicos de París. EFE

Tres goles a favor y ninguno en contra. Sensación de superioridad y control sobre el rival desde el principio hasta el final, sustos incluidos, y clasificados para semifinales. La victoria soñada. Primera opción de medalla a la vista en el partido del martes contra Marruecos. Decir que la selección de Santi Denia volvió a ganar y está donde está por inercia, por puro oficio, por la calidad intrínseca que tienen la mayoría de sus jugadores, puede ser antipopular y poco político, pero es lo que me sale del alma después de ver sus cuatro citas olímpicas.

Tengo que confesar, aunque sea en minúsculas, que esta Selección que está a dos pasos del oro de los aros, no me termina de convencer. Se antoja tan grande su margen de mejora en todas las facetas del juego que, incluso, puede empujar al optimismo para lo que queda. En teoría, lo mejor de este equipo debe está por llegar, aunque los rivales de ahora en adelante no tendrán la inocencia de los pasados, llámense Uzbekistán, República Dominicana, Egipto (que nos ganó) y Japón. Visto lo visto hasta ahora, Marruecos es una montaña demasiado alta para nuestros escaladores del balón.

Disfrutando, como deben hacer, de donde están y a donde han llegado, a las semifinales, los de Santi Denia tienen también que mirarse al espejo y señalar uno por uno los defectos que han ido mostrando a lo largo de lo que va de competición. Conociendo al técnico, exigente en grado sumo, no tengo la menor duda de que será el primero que le dirá a sus chavales en todo lo que tienen que aplicar. Lo primero, defender con más contundencia y no atemorizarse en los balones divididos. Más en faena los laterales que los centrales. Lo segundo, mejorar su concentración, sobre todo, en las acciones a balón parado. Los rivales les rematan con facilidad y la defensa mixta que se repite partido a partido vive en un constante desajuste.

Repasada la faceta defensiva, tendrá Denia que incidir en la organización del juego. Concretamente en la salida del balón. Demasiadas pérdidas en balones fáciles de pasar y obsesión con jugar con el compañero que está siempre de espaldas. Problemas de colocación, de saber perfilarse en el control. Barrios y Baena no terminar de conjugar el mismo verbo. Ni cuando se escalonan, ni cuando se colocan a la misma altura. Solo Fermín ha mejorado su rendimiento según han ido pasando los partidos, pero su notable aportación está llegando más en la zona de finalización que en la de creación. Arriba, Abel Ruiz insiste más en el trabajo sucio de la presión que en el trabajo limpio del remate. Se lo curra tanto que cuando tiene que estar en el sitio del delantero centro, en el área, no llega en condiciones ventajosas. Tampoco Oroz y Sergio Gómez están al nivel esperado en dos de los indiscutibles del técnico.

Escrito lo cual, no hay nada que me gustaría más que el lunes, la Selección echara por tierra todas las apreciaciones expuestas en los párrafos anteriores, sacara todo lo que lleva dentro, que lo lleva, y jugara como se intuye que puede jugar. Con protagonismo y mando en plaza. Para ello, la mejoría en el aspecto físico se antoja imprescindible. El rival, en este sentido, es una roca de esas que cuando chocas, sales rebotado. El equipo está jugando andando y demasiado al pie, en corto, con escasos balones en profundidad. No se sabe si la culpa es de que sus hombres no han alcanzado todavía su mejor forma o, por el contrario, porque se ha pasado de rosca por las fechas en las que están jugando.