BARCELONA - ATHLETIC

El vodevil en un hotel de Zaragoza que llevó a Zubizarreta al Barça: "Al terminar no vimos ni un duro"

En extrañas circunstancias, con el Barcelona a punto de jugar una final de Copa de Europa, el guardameta se fue a regañadientes de Bilbao a Barcelona.

Andoni Zubizarreta, en uno de los primeros partidos con el Barcelona. /ARCHIVO
Andoni Zubizarreta, en uno de los primeros partidos con el Barcelona. ARCHIVO
Gonzalo Cabeza

Gonzalo Cabeza

Nico Williams ha sido el nombre del verano para el FC Barcelona, por más que el deseo intenso del presidente Laporta se haya truncado por el camino. El cortejo azulgrana al extremo de la Selección, en algunas fases incluso atosigante, ha recibido la frialdad, cuando no la hostilidad, desde el Athletic Club. Son dos instituciones mucho más que centenarias, en su pasado hay momentos de amor y distancia, traspasos varios y algunas anécdotas un poco rocambolescas.

Un poco de todo eso tuvo el traspaso de Andoni Zubizarreta por el Barcelona. Es importante situar los hechos: mayo de 1986. El Barça juega unos días más tarde la final de la Copa de Europa, que aún se llamaba así, en Sevilla contra el Setaua de Bucarest. Era un momento histórico para un club al que la mayor competición del mundo se le había atravesado durante años. El Athletic, por su parte, había ganado las ligas del 83 y el 84. Ambos equipos eran, por muchos motivos, casi equivalentes, algo que 40 años después puede sonar excesivo.

El Barcelona tenía desde no mucho antes a Jose Luis Núñez como presidente y a Joan Gaspart como su más fiel escudero. El Madrid ganó la liga de 1986 y se esperaba una nueva revolución, un golpe en la mesa. El primer nombre en sumar al nuevo proyecto iba a ser, precisamente, Andoni Zubizarreta. El de Aretxabaleta llevaba años ya guardando la portería de San Mamés y se había colocado recientemente como el portero titular de cara al Mundial de México que se disputaría ese verano.

"Fue una operación muy compleja, triangular, porque el Athletic quería un portero para sustituir a Zubi también, así que estábamos por ahí Osasuna y la Real Sociedad. Empezamos muy pronto por la mañana y acabamos a altas horas de la madrugada", cuenta Joan Gaspart, por aquel entonces vicepresidente del Barça, en conversación con Relevo.

También por aquellos días empezó a operar en el fútbol español la empresa Dorna Asesores, que se dedicaba a la representación de jugadores. Más tarde Dorna sería otra cosa, una verdadera revolución, pero en aquel tiempo se dedicaban, como tantos agentes, a buscar traspasos y contratos. Habían empezado con el de Alemao al Atlético y no iban a parar ahí. También iban a formar parte del de Zubizarreta.

El hotel y la llamada

La cosa se fue complicando. "La operación se hizo en Zaragoza, en un hotel. Zubizarreta andaba con bastante miedo, porque no quería irse de Bilbao. No lo tenía nada claro, temía hasta por su familia", recuerda Carlos García Calvo, muchos años después. En una habitación del hotel, Zubi; en otra cercana, Biurrun. El portero de Osasuna, que también estaba representado por Dorna, iba a tomar el camino opuesto. Desde Zaragoza uno tenía que ir a Bilbao y el otro a Barcelona.

"Aquello fue un vodevil, con gente entrando y saliendo del hotel", recuerda García Pardo sobre aquella extraña triangulación. La operación terminó saliendo adelante, entre otras cosas porque había mucha voluntad entre los dos clubes. Es decir, todo lo contrario a lo que ha ocurrido este verano.

A Zubizarreta le terminó convenciendo Gaspart, con tacto. "En un momento Zubi, a quien yo aprecio tanto, estaba dudando de si aceptaba o no y le pedí que me pusiera con su esposa, él lo hizo y yo le hablé a ella del futuro económico y deportivo del club. Cuando terminé le pasé de nuevo el teléfono a Zubi, habló con ella y aceptó", recuerda el mandatario.

En la parte legal hay un tecnicismo algo extraño que hace del traspaso una rareza. Hasta el año 1985 estaba en el fútbol español vigente lo que se conocía como "derecho de retención" una normativa por la cual los jugadores que terminaban contrato podían ser renovados unilateralmente por sus clubes tan solo con un aumento del 10% de su salario. Quizá es excesivo hablar de una práctica esclavista, pero desde luego era tremendamente favorable para los clubes.

El caso es que en 1986 aquello saltó por los aires y Zubizarreta acababa contrato, así que técnicamente podía haberse ido gratis. Eran otros tiempos y los dos clubes, que llevaban tiempo negociando, hicieron como si nada hubiese cambiado y el Barcelona terminó abonando una cantidad de 150 millones de pesetas al Athletic. Un buen dinero para la época que le vino muy bien al club bilbaíno, apurado en las cuentas.

¿Lluvia de millones para todos? No tan rápido. Zubizarreta, evidentemente, sí vio como sus cuentas aumentaban, pero en Dorna la respuesta no fue tan positiva. "Fue una de nuestras primeras operaciones y al terminar no vimos un duro. Ni un duro. Yo llamé a Gaspart y mandó una tarjeta diciéndonos que muchas gracias", explica García Pardo.

No contento con eso, el histórico dirigente del club azulgrana fue un paso más con esos novatos. "Cuando se acabó todo nos dijo 'bueno, al menos ha sido una buena experiencia para vosotros' sí, claro, buenísima", dice con humor el expresidente de Dorna.

Años después, Gaspart se ríe al teléfono: "Era una gran persona Carlos, pero yo lo he dicho hoy en una comida, en aquel tiempo los intermediarios no contaban. Te introducían a alguien como mucho, pero el que negociaba era el directivo, que es diferente. Yo lo hacía por pasión y hacerlo por pasión tiene algunas ventajas sobre el que lo hace por negocio, que es legítimo pero distinto"

El vodevil, por supuesto, saltó a la prensa. El 4 de mayo todos los periódicos daban por cerrado el fichaje, solo cuatro días antes de la final de Sevilla. Se habló desde el primer momento de que Urruti, el titular en el Barcelona de aquella época, no había recibido la noticia con cariño. Zubi ya le había superado en la Selección, ahora le iba a quitar el puesto también en el Barcelona. Todo eso a punto de jugarse una final.

Una final que perdió el Barça, aunque en ningún modo se podría achacar aquello a Urruti, pues el partido terminó empatado a cero y en la tanda de penaltis el arquero detuvo los dos primeros. Poco más se le puede pedir a un guardameta. "Lo de Zubizarreta no influyó en aquel partido, influyó que jugamos muy mal y que no marcamos los penaltis", dice el expresidente azulgrana.

La mañana siguiente los kioscos de Barcelona lamentaban la derrota, una más para un club que parecía estar gafado en la competición. El titular del Mundo Deportivo era "Se repitió la historia" con una fotografía de hinchas azulgranas en el Sánchez Pizjuán. Unos centímetros más abajo, en esa misma primera página, a modo de faldón, se podía leer otra cosa que también definía la semana: "Superposter de Zubizarreta".