REAL MADRID - OSASUNA

Yo sufrí el incómodo runrún del Bernabéu: "Crea temblor de piernas, inseguridad; están esperando una cagada"

Ningún jugador del Real Madrid se ha librado del famoso murmullo. Algunos de ellos confiesan en Relevo que no lo olvidan: "Dices '¿por qué a mí?'".

Vinicius, en primer plano, durante el partido contra el Real Madrid. /AFP
Vinicius, en primer plano, durante el partido contra el Real Madrid. AFP
Sergio Gómez

Sergio Gómez

El Bernabéu es territorio de presencias. Intangibles, abstractas y todas con consecuencias. Es conocida la tendencia en el Real Madrid a encomendarse a la mística, a invocar espíritus con el único rostro de Juanito, a creer con razones que se fundamentan en un largo historial de remontadas. Todo esto va precedido de un rugido que concede cuerpo al estadio y desata el miedo escénico, expresión que popularizó Jorge Valdano para explicar el terror que paralizaba a los rivales europeos que visitaban Chamartín. Sin embargo, hay ocasiones en que ese monstruo indefinido cambia de bando y el miedo lo sienten los propios jugadores madridistas. Ocurre en periodos de inseguridades y malos resultados, como el que está atravesando ahora el equipo de Ancelotti.

Entonces, el rugido se transforma en un rumor desconfiado, impaciente, reprobatorio. Es el conocido runrún. Un "zumbido, ruido o sonido continuado y bronco", según la definición de la Real Academia de la Lengua, y un suplicio si atendemos a los testimonios de quienes lo han escuchado y sufrido. Y han sido legión, sin que la categoría de crack, canterano o leyenda fuera un eximente. De Di Stéfano a Zidane, de Del Bosque a Guti, de Martín Vázquez a Cristiano. De Velázquez a Benzema. Mbappé ya empieza a percibirlo.

Si hay un futbolista que padeció las sospechas del graderío, y su rigor, fue Míchel. El exquisito '8' de la Quinta del Buitre, hoy entrenador del Al-Qadsiah saudí, se hartó de estar constantemente bajo sospecha y una tarde, el 11 de junio de 1989, decidió irse del campo pocos minutos antes del descanso. El Madrid ganaba 2-0 al Espanyol y era campeón de Liga, pero el jugador explotó y se fue al vestuario ante la incredulidad del técnico Beenhakker. El terreno se abonó días antes con la debacle en Copa de Europa frente al Milan (5-0), donde Míchel acabó señalado ante Maldini.

Hace dos años, en una entrevista en El País, volvió a aquel episodio y retrató como nadie la angustia: "¿Sabes lo que es el murmullo? Cuando alguien hace un cambio de juego de 30 metros, y el balón va por el aire, hay un murmullo. Es un murmullo de a ver cómo la baja este. Y tú miras al cielo, esperas el balón, estás pendiente de tu marca, y oyes el murmullo. El de los tuyos. 'La pierde', 'no la para', porque además en la banda escuchas todo. Y como el control se te vaya, o le des con cualquier parte, o no llegues, después del murmullo te empiezan a silbar...".

Aldana, en un partido con el Real Madrid.
Aldana, en un partido con el Real Madrid.

Cuando Míchel pegó la espantada en el minuto 43, Beenhakker reaccionó inmediatamente y dio entrada a Adolfo Aldana. "Yo estaba tan metido en el partido que no tuve conciencia de lo que había pasado. No sabía si el entrenador me mandó entrar por alguna lesión. Luego ya me dijeron lo que sucedió. A ver, no es lo correcto, hay maneras de hacerlo, pero le entiendes. De algún modo quiso dar un toque de atención. Algo así como decir 'con lo que os he dado, con lo que os he hecho disfrutar con mi juego y a la menor cosa empieza ese ruido que acaba al final en pitos...'. Es jodido. Yo también lo he sufrido", se abre el exmadridista a Relevo.

En su caso, la grieta muestra dos trayectorias: la falta de acierto y, en un momento dado, su decisión de irse del Madrid. "Al no ser un titular indiscutible y no sentir una confianza exagerada del técnico, lo tenías que bordar cada vez que salías. Yo era un jugador que, aunque estuviera en el campo diez minutos, siempre tenía una ocasión. No sé cómo, siempre tenía una. Y a veces tenía una, dos, tres, y a lo mejor no las metía. Le pasó un tiempo a Benzema y a Vinicius. Entonces, aparece ese runrún del que hablamos y a veces prefieres ya no pisar el área por si fallas y comienzan a murmurar... Luego ocurrió que cuando comuniqué al club que quería irme, el público no lo entendió. Esa expectación, que se convierte en silbidos, es muy jodida. Te crea inseguridad, hasta te tiemblan las piernas...".

"Cuando aparece ese runrún a veces prefieres no pisar el área por si fallas y comienzan a murmurar"

ADOLFO ALDANA Exjugador del Real Madrid

"Nunca estás preparado para que tu propia afición te pueda hacer ese runrún", acepta Iván Campo. El excentral experimentó ese sentimiento en las cuatro temporadas que estuvo en el Real Madrid (1998-2002). Porque el rumor no desaparece aunque encadenes un ciclo exitoso, como fue su caso (Octava y Novena): "Al principio no comprendes de qué va. Lo he visto conmigo y con muchos de mis compañeros. Te estoy hablando de Raúl, de Figo, de Zidane, de jugadores que dices 'no me lo puedo creer'. Y no es de un día para otro. Hay veces que dices '¿por qué a mí?', '¿por qué a mi compañero?'. Pero en este club la gente te exige. Y lo que tienes que hacer es que te afecte lo menos posible, pasar de ese runrún, centrarte en jugar y convertirlo en aplausos. Aunque es complicado".

En 2001, Iván vivió un episodio de ansiedad. La presión en el club blanco es constante y la historia acumula jugadores que no han podido con ella, que les ha afectado física y mentalmente. El donostiarra salió del trance con muchísima ayuda. Lo rememoró en una entrevista con Relevo, en 2023: "Es que pasé un momento de decir: 'Joder, es que no me apetece jugar al fútbol', que era lo que más me gustaba de mi vida. 'Es que no me lo paso bien'. Entonces, ahí llega ese proceso y digo: 'Mira, no me encuentro bien y no quiero jugar'. Claro, la gente eso tampoco lo llegó a entender. Gracias a la ayuda de Alfonso del Corral, mi familia, de los compañeros de vestuario, volví otra vez".

"No es de un día para otro. Hay veces que dices '¿por qué a mí?', '¿por qué a mi compañero?'. Hay veces que no tienes más remedio que comértelo y tirar para adelante"

IVÁN CAMPO Exjugador del Real Madrid

Un año después de aquello, en 2002, Iván Campo se marchó a la Premier: "La afición inglesa lo ve de otra manera. Lo que te pide es luchar, correr. Obviamente, todos quieren ganar. Sin embargo, esa filosofía inglesa del box-to-box, del hay que pelear, siempre está presente. A veces pierdes y sales ovacionado porque entienden que has dado todo. Ay, pero estamos hablando del Bernabéu, a nivel mundial tiene trascendencia todo lo que pasa. Entonces, hay veces que no tienes más remedio que comértelo y tirar para adelante".

Iván Campo, en un entrenamiento con el Real Madrid.
Iván Campo, en un entrenamiento con el Real Madrid.

El siseo también acorrala a los porteros, profesión en la que no hay red bajo los pies. Agustín Rodríguez domina la materia. Bajo los palos siempre hay una guillotina amenazando con caer: "Cuando el Bernabéu se disgusta con alguien aparece esa especie de silencio administrativo, como que está esperando que el jugador haga una cagada. Luego, la épica te lleva a que salgas adelante o te hundas. Hay jugadores que igual tratan de alejarse de la pelota y otros que la quieren más. Esto también va en la personalidad, ¿sabes? Míchel lo pasó mal, Juanito lo pasó mal, Santillana. Todos hemos pasado por momentos así. Hasta Zidane. Él decía que jugar un año en el Madrid era como jugar siete en la Juventus, por la tensión que supone el Bernabéu".

Agustín, que con el sistema de medición de Zizou estuvo en Chamartín 70 años (de 1980 a 1990), relata su experiencia con la tensión ambiental. Él, por supuesto, tampoco se libró. "Hubo una jugada que me marcó. Fíjate, fue en un empate en Milán con el Inter, 1-1. Fue en un libre indirecto y ellos lo lanzaron directo. Yo me aparté. Pero es que era indirecto, además se ve perfectamente que el árbitro está con el brazo levantado. Dejé que fuera el gol. Pues eso marcó mucho, aunque luego estuve bien", reconoce. Un resbalón en el Madrid es un mundo, el gallego lo admite aunque subraya otro condicionante: "Todo depende de cómo se lo tome la gente… y la prensa. Al final, prensa y público van muy unidos y yo no tenía a la prensa conmigo. Todo eso hizo que hubiera una concatenación de hechos en mi contra y nada más".

Agustín, en el Bernabéu.
Agustín, en el Bernabéu.

El público del Bernabéu es singular, pero no tiene ningún secreto. Reacciona a los mismos estímulos que el resto. Si los suyos le dan la gasolina, se inflama. Los futbolistas tienen gran parte de responsabilidad para que el estadio apague el zumbido y entre en trance. "Este estadio es distinto por su propia historia. El público se enciende con la épica del equipo. Cuando la épica llega a niveles máximos, se transforma. Es tremendo. No hay mejor público para eso que el del Madrid. Aunque hay que llegar ahí, hay que incentivarlos, motivarlos, darles todo. Si no, es un público muy complicado", sentencia Agustín.

Aliado para los visitantes

Los rivales también conocen esta particularidad del Bernabéu. Ellos, tantas veces maniatados por el miedo escénico, ven el runrún como un aliado. Uno que vivió cómo el ruido se ponía de su lado fue Jan Urban. El polaco fue el gran protagonista en la goleada que Osasuna infligió al Real Madrid (0-4) el 30 de diciembre de 1990. Marcó un hat-trick y puso al estadio patas arriba. Cuando se le pregunta por su experiencia con ese ambiente adverso con los madridistas, sale de su boca un nombre, como en un ejercicio de causa-efecto: "A Míchel le pasaba, había con él un murmullo que muchas veces rompía en pitos. A los grandes les ha ocurrido. Pero, por ejemplo, Míchel no se escondía, pedía el balón, parecía que quería que le pitasen. La realidad es que deseaba participar en el juego porque cuanto más participes tienes más opciones de cambiar ese runrún por aplausos. Cuando un jugador cambia y empieza de nuevo a jugar bien, el público lo deja en paz. Luego pasa, como fue nuestro caso, que juegas bien y les ganas… En ese sentido es casi normal la reacción de la grada porque también el rival despierta esa especie de rumor, por incredulidad o, incluso, por verse la afición local impactada de algún modo".

La presión en la atmósfera desempeña un papel tan protagónico que, incluso, se convierte en un aspecto más a tratar en las charlas prepartido: "Lo hablamos antes, claro. Sucede en los grandes estadios. Si vas a jugar frente a un contrincante que no está bien, que has observado que en otros partidos su afición le pitó, intentas hacer todo lo posible para dominar el encuentro, marcar el primero para que pierdan confianza, seguridad. Mucho depende de ti, de si eres capaz de aprovechar ese momento para sacar tajada de toda esta situación anómala. Si no lo aprovechas y ellos marcan el 1-0, la cosa cambia enseguida porque el aficionado también cambia".

"Todo esto se habla antes de jugar. Si te enfrentas a un equipo que no está bien con su afición intentas hacer lo posible para marcar primero y que pierdan seguridad"

JAN URBAN Exjugador de Osasuna

En el Madrid no se vive del pasado. Todos los que han pasado por el club, jugadores y entrenadores, lo llevan tatuado. Al acabar la temporada, el tarro de la paciencia y las expectativas se vacía para rellenarlo de nuevo en el inicio de la siguiente. Sin mirar atrás. Cuando Osasuna asaltó el Bernabéu, los blancos venían de ganar cinco Ligas consecutivas, pero en aquel diciembre el ambiente estaba más que enrarecido. El equipo iba cuarto (acabó la jornada sexto), a siete puntos del Barça, líder. "Siempre me acuerdo de unas palabras que el propio Míchel nos decía: 'Esta gente se ha acostumbrado a comer jamón de pata negra, a ganar Ligas, a jugar bien. El día que no ganemos, va a ser jodido'. Lo fue", sentencia Aldana. Aquella Liga acabó siendo para los culés, con pasillo incluido de los madridistas.

Este sábado (14:00) los rojillos visitan a un Madrid en crisis, con la autoestima hecha jirones después del derrumbe en el Clásico y la derrota contra el Milan, con Ancelotti cuestionado y Mbappé en lenguas. Al francés ya le ha envuelto ese manto del runrún que tantos escalofríos da. Sus reiteradas caídas en fuera de juego contra el Barça y su alarmante falta de puntería han abierto las compuertas. "Ya conoce al personal, a la grada, y está más acelerado de lo que es habitual en él. Se nota que quiere demostrar más; se tiene que calmar. Cuando un jugador es bueno, es bueno y punto. Saldrá adelante", asegura Agustín. Aldana le echa un capote a Carletto: "Yo creo que la llegada de Mbappé ha desconfigurado la estructura del equipo y requiere tiempo volver a configurar todo. Es trabajo de los técnicos encontrar esa tecla, decir '¿cómo hago yo ahora?'. Queda mucho tiempo aún para conseguirlo". Iván Campo coincide en bajar el volumen a las alarmas: "El descontento viene porque hemos vivido unos años de tantos éxitos… Pero aún es noviembre, quedan casi ocho meses de competición, que es una locura. La gente tiene que pensar que en breve todo cambiará". Pero como a Osasuna le dé por dar hoy la campanada, el runrún será una broma comparado lo que se pueda escuchar en el Bernabéu.