La solución del Atlético con el Frente está a 600 kilómetros y con Laporta de consejero: "Aguantaron todas las amenazas..."
Cuando llegó a la presidencia del club azulgrana, en 2003, inició una cruzada que acabó con gran parte de los Boixos Nois fuera del estadio.
Las imágenes que dieron la vuelta al mundo el pasado domingo en el Metropolitano durante el derbi madrileño, que obligaron a que el partido se detuviese un cuarto de hora por el lanzamiento de objetos al portero del Real Madrid, Thibaut Courtois, hablan por sí solas. En la grada de detrás de una de las porterías, donde se ubica el Frente Atlético, se apreció simbología ultra, aficionados con la cara tapada y mucha beligerancia, todo acompañado de un comportamiento impropio de un estadio de fútbol. Y no es la primera vez. Este grupo ultra ya protagonizó episodios truculentos a lo largo de su historia e incluso asesinatos. La intervención de la entidad rojiblanca está siendo insuficiente.
Con los prismáticos y la máquina del tiempo, la entidad que presidente Enrique Cerezo puede fijarse en cómo Joan Laporta acabó con la influencia mayoritaria de los Boixos Nois, quienes también contaban con una historia delictiva e impropia del deporte a sus espaldas en el estadio azulgrana. No fue un camino de rosas ni sencillo, pero finalmente exitoso, teniendo en cuenta que hoy en día los Boixos existen, pero el grupo es más reducido y, aunque en la última temporada han aumentado los incidentes, especialmente en Champions, no es ni mucho menos lo que era con anterioridad. "Aguantaron todas las amenazas", explican fuentes que vivieron aquel proceso.
En su programa electoral, Laporta se comprometió a actuar. Eso ocurrió desde el primer momento en que se posicionó para la presidencia con su plataform Elefant Blau, y representó una amenaza para José Luis Núñez y Joan Gaspart, los presidentes entre 1978 y 2003. "Los Boixos estaban protegidos por esas directivas. Tenían su espacio en el Camp Nou, donde guardaban sus banderas, sus utensilios...", explica una de las fuentes que vivió aquella época. Y también sus puños americanos y sus bates de béisbol. Laporta llegó a la presidencia en 2003, se puso manos a la obra y los fue desgastando como una gota malaya.
"Lo primero fue quitarles los privilegios", añaden. En aquel momento, los Boixos Nois no estaban considerados un grupo ultra, sino una peña más de la entidad como la de cualquier barrio o pueblo formada por familias, niños y abuelos. Eso cambió con la entrada de Laporta. "Aplicaron una política de tolerancia cero", explica la misma fuente. Antes de su llegada, gozaban de entradas gratis, subvenciones y ayudas económicas y se movían a sus anchas. En el Trofeo Joan Gamper ya vieron que eso cambiaría. Y no les gustó. Hasta entonces ellos campaban por el Gol Norte del Camp Nou y los socios recuerdan que "ir allí daba miedo", como explica uno que tenía su asiento en segunda gradería y pidió el cambio. Las amenazas estaban a la orden del día.
Un empleado detenido, pintas y un cambio de domicilio
Los Boixos contraatacaron, haciéndole la vida imposible a un enérgico Laporta, que en aquel momento contaba con 41 años. Pintadas en su casa (una diana) y amenazas de muerte que provocaron un cambio sustancial de vida: se fue a Sant Cugat del Vallès (a 15 km de Barcelona), tuvo que llevar escolta y su cuñado, Alejandro Echevarría, ganó poder como miembro de la seguridad del club. La caída de los Boixos se convirtió en una cruzada ya personal de la familia Laporta-Echevarría. Y el cuñado tiró de contactos para actuar.
No era para menos. En octubre, había sido despedido Manuel Santos, un empleado que había llegado al Barça hacía 20 años y que era en enlace con los Boixos (el jefe de seguridad era Antonio Iglesias). Ambos trabajaron para Nuñez en la seguridad de los párkings que tenía el presidente, donde también trabajaban algunos de los Boixos, los casuals, en concreto. En las investigaciones de la Guardia Civil sobre la trama de Vic, encontraron una llamada de Santos a un casual (la rama más violenta de los Boixos) para que asaltara el domicilio del presidente. Fue detenido y puesto en libertad con cargos. Fue en aquel periodo un escándalo y una prueba de contra lo que luchaba el presidente barcelonés.
... Y le cargó de argumentos para continuar con la cruzada. La gota que colmó el vaso fue después de un partido en el Palau Blaugrana cuando un miembro de los Boixos se acercó a Laporta y se interpretó como un intento de agresión. El Barça nombró a Elias Frase jefe de seguridad, expulsó a socios, apartó a otros y al finalizar la temporada 2003-04 apenas quedaban cuatro supervivientes en el Camp Nou. Laporta se había apuntado un tanto al excluirlos del campo, y con el tiempo la entidad creó una nueva grada de animación que pretendía unir a todos los grupos de jóvenes. Una fórmula adoptada por otros clubes como por el ejemplo el Espanyol y sus Brigadas Blanquiazules, el grupo ultra que, una vez se inauguró el nuevo estadio de Cornellà-El Prat en 2009, quedó diseminado. Pero las iniciativas de Laporta no le salieron gratis. Hubo una férrea resistencia.
Hoy en día, los Boixos Nois y otros grupos ultras siguen pululando por el entorno azulgrana, controlados por los Mossos d'Esquadra y encontrando especialmente resquicios para colarse en los exteriores de Montjuïc y en los partidos fuera de casa, especialmente en la Champions a través de las entradas distribuidas a las peñas. Menos presentes y organizados que años anteriores, aunque aún intenta captar a nuevos miembros. La vicepresidente Elena Fort, después de que el club fuera sancionado sin aficionados en Belgrado ante el Estrella Roja en la Champions tras el incidente de Mónaco, habló de la "vergüenza" y la preocupación que existe. "Empieza a no ser agradable juntarse con ellos en la grada de animación", explican algunos hinchas. Pero nada es como antes. Tras aquel proceso de un año que a Laporta le costó casi la salud, pero redujo la lacra que se visibilizó en el Metropolitano el domingo.