El socio número 1 del Real Valladolid, contra el fútbol moderno: "El juego de ahora es horrendo y el reglamento ha evolucionado demasiado"
Desde su primer partido como abonado, con 10 años, hasta el último, con 93, Juan Antonio Añíbarro narra a Relevo sus memorias y apunta la solución al mal momento del Pucela: "La industria local y la cantera".
Con 10 años recién cumplidos, el padre de Juan Antonio Añíbarro decidió que ya era momento de hacer abonados a sus dos hijos al equipo de su ciudad, que había vuelto a competir en Segunda División tras la Guerra Civil Española. Ahora, 84 temporadas después, y a sus 93 años, Relevo visita al que es socio número uno desde hace varias campañas para disfrutar de su prodigiosa memoria, repleta de más recuerdos y anécdotas que la de cualquier otro aficionado blanquivioleta.
Aunque Juan Antonio ya había ido alguna vez al Estadio de la Sociedad Taurina, que fue el primer campo del Real Valladolid Deportivo, no vivió su primer partido como abonado hasta la inauguración del Antiguo Estadio José Zorrilla, el 3 de noviembre de 1940. "Es una emoción de miedo", recuerda de aquel estreno. "Fila 3, números 76, 78 y 80. Era el Valladolid - Arenas de Getxo, que ganamos 4-1, aunque con apuros, porque nos empataron y fuimos empatados mucho tiempo, y yo aquello lo veía mal", narra con una precisión pasmosa, como si se tratase un partido de la semana pasada.
Y es que su memoria, al igual que su estado físico, son envidiables para su edad. "Me han arreglado mucho los médicos", matiza. "Me gusta estar ágil. Todos los días me hago mi gimnasio, aunque cada día me cuesta más, y a veces damos paseos demasiado largos", admite. Juan Antonio no tiene hijos, pero tiene varios sobrinos nietos, con quienes va cada dos semanas al campo. Actualmente, el club le tiene ofrecido un palco, aunque pocas veces lo ha utilizado, ya que prefiere disfrutar desde la grada. "Yo siempre he ido rigurosamente al estadio. Y a ver al Promesas también", nos cuenta, orgulloso de su compromiso.
El vallisoletano no solamente disfruta viendo fútbol, sino también jugándolo, en su época. "Teníamos un equipo muy majo. Me da mucha pena porque ahora solo quedamos el extremo derecho, el defensa derecho y yo, que era el portero. Así es la vida. O así es la muerte, como lo quieras decir", reflexiona. Además, también ha acompañado al equipo por campos de toda España. "Mi mujer no es aficionada al fútbol, son cosas que pasan, el amor debe ser así. Pero a veces se venía algún fin de semana a Oviedo o a Bilbao", recuerdan ambos entre risas.
Hablando de Oviedo, de entre sus archivos nos enseña una entrada visitante a un partido del Club Deportivo Vetusta, el filial oviedista, de la temporada 1949/50. "¡Coño, eso es muy antiguo!", exclama, y con razón. Campo de Buenavista, se lee en el papel, muy bien conservado para tener 75 años. "Lo que le quiero yo al Oviedo y le he ido a ver cinco veces allí y no he sacado ni un empate", lamenta mientras se ríe irónicamente.
“El juego de ahora es indudablemente horrendo”
En tanto tiempo, como es evidente, el fútbol ha cambiado mucho. En algunas cuestiones, incluso podría parecer un deporte distinto. "El fútbol no se parece en nada a como lo fundaron los ingleses. Eran 11 contra 11 y no había más jugadores; y eran, lo decía el reglamento: un portero, dos defensas, tres medios y cinco delanteros", apunta. "Eran todos correctísimos, nadie daba una patada", asegura. "El juego de ahora indudablemente es horrendo. Hoy día, a mí no se me ocurriría irme a divertirme a ver un partido de un equipo que no me interesara. Se ponen a pasar el balón, y están tocando de uno a otro, de uno a otro... antes salían con toda la furia a marcar goles", afirma indignado.
"El reglamento ha evolucionado mucho, pero ahora ha evolucionado demasiado. Llevaba no muy bien lo de los cambios, pero reconozco que un equipo con un lesionado de manera fortuita tiene que tener un sustituto. Pero la sustitución de cinco jugadores es un disparate tremendo y hace más separación entre unos equipos y otros porque tienen que tener cinco jugadores estupendos ahí", opina. Sobre esta diferencia, nos cuenta que "tiene mucha gracia, porque ves fotos de equipo antiguas, ves a todos los jugadores y en una esquina está de pie uno con una gabardina puesta, y ese era el portero reserva. No existían los chándales y esas cosas. Es la evolución", comenta.
De esa época, en la que no había cambios, Juan Antonio nos explica lo que era el llamado "gol del cojo": "Lo sufrimos bastantes veces. Como no se podían sustituir jugadores, el lesionado se ponía de extremo y algunas veces no le hacían mucho caso y marcaba. Y se dio mucho, eh, se dio mucho", asegura.
El VAR, como es lógico para alguien de otra generación, tampoco le hace mucha gracia. "No sé cómo han tolerado eso los árbitros, quitarles su autoridad en el campo. Si luego a la larga se va a equilibrar todo con unas rachas de suerte y otras que no tienes suerte. Eso no me gusta", dice convencido. Por último, y relativo a lo económico, el socio número uno critica las sociedades anónimas, aunque admite su utilidad: "No me gusta nada. Económicamente puede ser un éxito, porque ahora no se mira más que el dinero en todos lados y el dinero es un río de oro".
De Tercera División a Primera en un año
En tantos años, Juan Antonio ha conocido a su Real Valladolid en Primera, en Segunda y en Tercera División. Cuando le preguntamos por su mejor recuerdo en todo este tiempo, no lo duda: "Cuando subió a Primera División por primera vez. Era el año 1948. Eso fue una emoción…", nos cuenta. "Éramos unos pobrecitos entonces. La evolución fue tremenda porque estuvimos en Tercera tres años hasta que salimos y en un año nos plantamos en Primera. Eso sí que fue tremendo", recuerda, ya que fueron dos ascensos consecutivos.
"De estar toda la vida viendo en Tercera División al Béjar, al Zamora... Entonces decías 'pero si no podemos ganar a ninguno, fíjate que equipazos tienen estos, qué va a ser de nosotros'. Y fue cuando llegó Helenio Herrera. No sacó ni un punto fuera de casa, pero amarró todos los de casa menos dos o tres y así se salvó el equipo. Y después ya ficharon, hicieron un equipo estupendo y estuvieron 10 años seguidos", comenta de la primera etapa del Pucela en la élite.
En contraposición, el peor momento que guarda Juan Antonio en su memoria es el primer descenso a Segunda: "Los descensos siempre los he llevado muy mal todos… El primero nos sentó fatal. Si ya parecía que estábamos aquí para toda la vida. Sí, sí… y fíjate luego lo que ha pasado, las cosas que han sucedido". Además de ascensos y descensos, el Real Valladolid puede presumir de haber llegado a dos finales de Copa y de ganar un título: la Copa de la Liga de 1984.
El único título de la historia del Real Valladolid, dos finales de Copa…
"En la Copa siempre había un favoritismo a favor de los de Madrid en el arbitraje. Lo veías, pero no podías opinar nada contra ello", critica el vallisoletano. "Uy, madre, las finales de Copa, qué emoción. Y qué pena luego como terminó la primera, con un aparatoso 4-1, pero fue porque en el primer tiempo el Valladolid falló dos o tres goles hechos. Y el Bilbao marcó un gol y ya iba ganando. Cuando se iba a acabar el partido, coge Coque el balón desde atrás, empieza a una velocidad, que era un atleta extraordinario, y marca un gol y lo empata cuando se terminó el partido. Pero nos cogió Zarra y en la prórroga nos metió tres más. Nos dieron un 4-1, con lo justo que había estado antes", narra de la Copa del Generalísimo de 1950, de nuevo, como si lo hubiera vivido ayer.
De la final que sí que se ganó, de la Copa de la Liga, competición que no cuajó en España, lamenta que no se celebrara en exceso, como ocurre hoy en día: "Los títulos antes no se celebraban tanto", lo que compara con el último ascenso del equipo, en el que a diferencia de hace años, miles de personas llenaron la Plaza Mayor durante la celebración.
Su etapa como directivo
Su afición blanquivioleta le llevó, en los años 70 y siguiendo también los pasos de su padre, a ser miembro de la directiva del club, con Fernando Alonso como presidente. "No tuvimos suerte, se nos lesionaron los jugadores buenos al principio, estábamos en Segunda y no logramos ascender", rememora, con rabia. "Pero mi presidente fue el que hizo la base de la cantera, que aquí no había apenas. Se hizo todo maravillosamente, de ahí empezaron a salir jugadores al primer equipo", presume.
De esa época, donde tampoco la economía del club era boyante, recuerda que el proceso era siempre similar. "No tenías un duro. Esto era así hasta que traspasabas a un jugador que hubiera brillado y entonces sí, estabas estupendamente", explica. Y cuando se negociaba algún traspaso, "el jugador se presentaba con su papá a exigir y te fastidiaba. Todo era cuestión de dinero, como ahora".
La solución actual: la industria local y la cantera
De la actualidad, el vallisoletano también tiene formada su opinión, aunque de Ronaldo Nazário prefiere no hablar de más. "No opino sobre eso porque es un negocio, él mira por él. Si es suyo el negocio, tiene derecho a hacer lo que le convenga. Es tirar contra tu propio tejado si te metes con el amo. Es complicado. He estado con él, muy cariñoso siempre, muy agradable y siempre ha contado conmigo para las reuniones", como las relativas en su día al cambio de escudo. "Creo que ha sido un acierto dejar este escudo y buscar otras cosas más importantes, como ganar partidos", sentencia.
Juan Antonio también tiene claro su análisis sobre la mala situación deportiva que tiene colista a su Pucela. "La delantera necesita un hombre gol como el cocido, un medio y reforzar la defensa. Si es que tiene que hacer mucha labor... Ahora en enero es cuando hay que gastarse la pasta. A ver de dónde la saca o si la quiere dar. La solución es la cantera, lo que hizo mi presidente", insiste, aunque también ve una solución en las grandes empresas locales: "En Valladolid hay muchas industrias importantes, tendría que haber más movimientos más por su parte para hacer un equipo sólido".
“Tiraban arena a los ojos en los córneres para que no rematasen”
Para terminar, tras la reciente derrota del Real Valladolid en Getafe, el veterano aficionado nos cuenta una anécdota de un partido al que viajó contra este mismo rival. "Es muy graciosa. No graciosa, lamentable", se corrige mientras ríe. "El Valladolid jugaba en Getafe, en Tercera División. Campo de arena tenía el Getafe entonces. Nos metieron 4-2, y los jugadores tuvieron que ir al médico de los ojos porque en los córneres cogían arena y, no sabemos si los jugadores o los de la grada, se la tiraban a los ojos para que no remataran de cabeza. Nosotros nos salimos cuando nos metieron el cuarto gol, nos fuimos a tomarnos un vino ahí".
Ahora, a sus 93 años, Juan Antonio sigue viviendo el día a día de su equipo del alma como se lo transmitió su padre. Pese a todo, lo bueno y lo malo, considera que la historia del Real Valladolid es buena, y solo desea poder vivir una cosa más: "En 2028, que el equipo es centenario, tiene que estar en Primera División. Esa es una espina que tengo yo clavada", culmina.