OPINIÓN

Esta Real Sociedad se personifica en la figura de Martín Zubimendi

Martín Zubimendi agarra a Prados en un lance del derbi de ayer. /EFE
Martín Zubimendi agarra a Prados en un lance del derbi de ayer. EFE

Era el último derbi, de momento, con Imanol Alguacil al frente de la Real Sociedad y su afición, la que le ha venerado en todos estos años, lo sabía. Querían hacérselo saber pese a que uno de los principales protagonistas de esta edición del derbi se había cansado de repetir, una y otra vez, que él no quería ser el centro de nada. No lo consiguió. Cuando el nombre del todavía entrenador de la Real sonó por la megafonía, el Reale Arena vibró con fuerza vitoreando a un entrenador que ha hecho historia a frente del equipo blanquiazul desde que Jokin Aperribay le diera las llaves del mismo.

El 'Imanol, Imanol, Imanol, Imanol…' retumbó con poderío. No era para menos. Se lo merecía. Fue quizá la mayor ovación de la noche, solamente superada por la que recibió Jon Martín, casi con el partido terminado, cuando cortó, tirándose al suelo, un mano a mano con Berenguer con Remiro. No fue un partido para ovaciones. Todo lo contrario. Fue un derbi, a todas luces, deslucido y seguro que muy lejos del deseado tanto por Imanol Alguacil como por los 36.000 espectadores que se acercaron al Reale Arena. El oriotarra no se merecía un adiós tan triste en el partido más importante de la temporada. Este más si cabe.

Alguacil refiriéndose a las sensaciones experimentadas en el derbi. RS

El anuncio de su marcha a mediados de la semana pasada cogió por sorpresa a la familia blanquiazul, que no contemplaba un panorama a nivel de futuro sin la figura de Imanol Alguacil. Él, pese a pedir tiempo para dar a conocer su decisión, en sus últimas apariciones en las que se refirió al tema, mostró una predisposición clara para continuar. Pero, finalmente, deshojó la margarita y decidió, de motu proprio, poner el punto final a una trayectoria brillante al frente de la Real Sociedad. No ganar tanto como le hubiera gustado esta temporada ha sido uno de los motivos esgrimidos por el entrenador del equipo blanquiazul. Quizá la imagen que está ofreciendo el equipo de un tiempo a esta parte, también.

Pese a no querer ser protagonista de este partido, a Imanol no le quedó otra que saludar a la grada que le gritaba de manera animosa antes de que el balón echara a andar sobre el inmaculado verde del Reale Arena. Pero nada más. Ni más ni menos. El horno, futbolísticamente hablando, no da para más en esta Real de Imanol Alguacil de la que solo quedan cenizas si tenemos en cuenta la gran Real que se ha visto en las últimas temporadas y en algunos momentos de la presente. El mejor ejemplo de que esta Real no carbura está personificado en la figura de un Martín Zubimendi desconocido a todas luces. 'Yo creo que no se quiere ir. Es como que no quieren que lo fichen', esgrimía un compañero periodista con el tono irónico que le caracteriza. Tampoco le faltaba mucha razón. Sinceramente, es lo que parece. El donostiarra jugó, sin género de dudas, uno de los peores derbis que se le recuerdan. Su imagen personifica en lo que se ha convertido esta Real Sociedad. Y es una pena. Uno de los mejores centrocampistas europeos, al que muchos le ven fuera de Donostia la temporada que viene, tampoco está teniendo el adiós que se merece.

Imanol Alguacil dejó claro el viernes, en su comparecencia previa al derbi, que, para él, el duelo ante el Athletic es el partido del año, que es el que más ganas tiene de ganar. Y no solamente por la carga extra de emotividad que iba a presentar el del domingo en Anoeta. Lo ha dicho cada vez que ha tenido al equipo rojiblanco en frente. No le ha ido mal, sobre todo cuando ha jugado como local. Nunca había perdido. En siete derbis con él al frente, cinco victorias y dos empates. No podía romper su inmaculada racha en el que era su adiós. No lo hizo como le hubiera gustado, con victoria. Sumó un pobre empate, otro más en un partido, futbolísticamente, para olvidar. Pero quizá eso ayer era lo de menos.

Que no fue un derbi lúcido es evidente. Estuvo llevo de imprecisiones por un bando y por el otro. El cúmulo de partidos está haciendo mella en todos los equipos y ni Real ni Athletic son ajenos al cansancio. Pero dentro de la falta de espectáculo, fue el equipo blanquiazul el que dispuso de las ocasiones más claras. Los realistas le querían dedicar el triunfo al que ha sido su patrón, pero no hubo manera. Brais Méndez, por ejemplo, todavía se está preguntando cómo Unai Simón le sacó ese cabezazo, completamente solo, tras un gran centro de Sergio Gómez. El meta del Athletic también se cruzó en el camino de Take Kubo para evitar el tanto del nipón. Pero nada más. Pobre bagaje para un equipo que aspira, o eso al menos es lo que dicen, a jugar en Europa la temporada que viene. Así va a ser imposible pese a que se haya convertido en una obsesión para el oriotarra. Las matemáticas dicen que es posible, pero el equipo, no.

Menos mal que el legado de Imanol, y por ende, el de Martín Zubimendi, van más allá de un simple partido por mucho derbi que sea. La historia del oriotarra y la del donostiarra ya están escritas, aunque el final no va a tener la enjundia que les hubiera gustado. Tanto a ellos como a toda la familia blanquiazul. Quedan cuatro partidos por delante. Y la misión no parece sencilla, más que nada por las sensaciones. Pero esta Real ya ha protagonizado episodios repletos de gestas deportivas. Y puede que estemos en los prolegómenos de una de ellas. Ambos se merecen redactar un nuevo capítulo brillante en su historia como entrenador y jugador de la Real Sociedad.